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Leo que el científico británico Hawking augura la extinción del ser humano en los
próximos cien años si no se decide a colonizar otros planetas. Los argumentos no me
resultan muy originales ya que habla de la amenaza de una población cada vez mayor
que no podrá soportar nuestro planeta y el agotamiento de unos recursos finitos. Nada
nuevo pues la profecía de Malthus que anunciaba, muy serio, que al crecer la población
a mayor ritmo que los alimentos nos moriríamos de hambre.
Algo por el estilo repitió en 1968 el entomólogo Paul R. Erlich con su libro La bomba
demográfica que anunciaba la catástrofe para los años 70 del pasado siglo, pero a la
vista está que hemos sobrevivido, aunque sigue clamando que tener más de dos hijos es
una irresponsabilidad, porque es necesario disminuir la población del planeta para poder
sobrevivir.
Aunque la producción de alimentos no ha cesado de aumentar gracias al ingenio
humano, hay muchos neomalthusianos empeñados en limitar la natalidad por todos
los medios. Los recursos de nuestro planeta no son escasos sino mal distribuidos. No
es ningún secreto que se destruyen enormes cantidades de alimentos para mantener
los precios. La mano invisible de la oferta y la demanda en el mercado no parece que
funcione. La verdadera mano invisible es la exigua minoría que domina la economía
mundial en su propio beneficio, mientras que desde los altos organismos internacionales
se impulsa el trabajo sucio de la anticoncepción, incluido el aborto, para “salvar el
planeta”. Oí decir a un profesor, de cuyo nombre no quiero acordarme, que el hombre es
una especie de cáncer que le ha salido a la tierra con su crecimiento salvaje.
Lo que resulta novedoso de Hawking es la idea de colonizar otros planetas, aunque hay
quien dice que la NASA lleva años estudiando el asunto. Mientras llega, si es que llega,
tal colonización, lo que se está produciendo en el mundo es un grave envejecimiento y
debilitamiento de lo que llamamos civilización occidental mientras que otros pueblos
toman el relevo y nos van invadiendo lentamente.
Los cristianos esperamos la llegada, al final de los tiempos, de un cielo nuevo y una
tierra nueva donde habite la justicia, donde no habrá más hambre ni dolor, donde nadie
tendrá que llorar. Este final de los tiempos no sabemos cuándo llegará aunque Cristo
nos dijo que estuviéramos preparados y vigilantes, pero nunca se me había ocurrido que
el cielo nuevo y la tierra nueva fueran otro planeta y mucho menos que el profeta que
lo anunciara fuera Hawking, aunque el asunto puede servir de argumento para alguna
película de éxito.
Seguramente que si colonizáramos otro planeta llevaríamos allí todos los problemas
de insolidaridad y de injusticia que aquí soportamos. Sugiero que antes de emigrar a
otro sitio tratemos de hacer un mundo más justo, más solidario, más humano, donde los
niños puedan nacer, donde el odio, la corrupción, el delito, la crueldad, estén proscritos.
Un mundo en el que busquemos la verdad, la belleza y la bondad, nos reconozcamos
criaturas que hemos recibido la existencia de Dios y que tenemos un destino común:
volver a Dios y gozar eternamente de su presencia.
El reino de Dios es posible para el que cree en Jesús y lo sigue.
Titulares post-carta: ABC: “La carta exigía consulta previa con el Jefe del Estado”. La Razón: “Perro no come Sánchez”. Ok diario: “El felón gana tiempo aunque cada vez sale peor en las fotos”. Losantos: “Hace falta este fin de semana para armar a los soviets”. COPE: "Lawfaré, lawfaré y a Pedro derribaré"...
Según Wikipedia.org, en la Antigua Atenas un sicofante o sicofanta era un denunciante profesional que cobraba del interesado por presentar la denuncia en su lugar. Eran conocidos y temidos por las personas honradas que siempre podían verse envueltas en una denuncia falsa y, a pesar de las fuertes multas que recaían sobre los falsos delatores, los sicofantes llevaban a menudo carreras bastante lucrativas.
Somos muy complicados. Y más que complicados, enrevesados, cosa bien diferente. Estar constituidos por innumerables elementos nos imbuye de unas características complejas, se añaden la consideración de múltiples cruces en ese conjunto de elementos, sólo conocidos hasta cierto punto.
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