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La prevalencia del deterioro cognitivo leve se sitúa en el 30%

Un 40% de los pacientes con Parkinson sufren demencia

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Demencia y deterioro cognitivo, otros trastornos neuropsiquiátricos, y su adecuado tratamiento han protagonizado la sexta edición del Simposio Trastornos Cognitivos en la Enfermedad de Parkinson, organizado por la doctora María Cruz Rodríguez-Oroz, Neuróloga e Investigadora Ikerbasque del Hospital Universitario Donosita y del Instituto BioDonostia, y Lundbeck en San Sebastián.

Del deterioro cognitivo leve a la demencia

El deterioro cognitivo se debe a la propia progresión de la enfermedad de Parkinson. A pesar de su elevada prevalencia en esta patología, ya sea en su forma más leve -que afecta al 30% de los pacientes- o grave –que llega a afectar en forma de demencia al 80% de los enfermos-, conviene saber que es posible mejorar el rendimiento cognitivo y prevenir o retrasar el deterioro cognitivo con tratamientos no farmacológicos, consistentes en ejercicio físico y tareas cognitivas. “Por ello, debemos plantear este tipo de tratamientos desde el inicio de la enfermedad en todos los pacientes con EP”, afirma la neuróloga.


Acedo
Participantes del Simposio de Trastornos Cognitivos.
Deterioro cognitivo leve y demencia son entidades clínicas distintas. “El primero se basa en la existencia de alteraciones cognitivas más allá de las que corresponderían por la edad del paciente, pero sin repercusión sobre sus actividades de la vida diaria, mientras que en la demencia los déficits cognitivos causan un claro deterioro en la vida diaria y en la autonomía”, explica la doctora Rodríguez-Oroz.

“Sin embargo, el deterioro cognitivo leve es un riesgo de demencia, aunque no todos los pacientes con deterioro cognitivo leve evolucionen a ella”, aclara la doctora, quien también afirma que “a día de hoy aun no existen datos concluyentes para predecir qué pacientes pueden desarrollar demencia, aunque parece que la presencia de alteraciones visuoespaciales y en varios dominios cognitivos implica un mayor riesgo. Por otro lado, aunque existen pocos estudios al respecto, hay datos de que determinadas formas genéticas de EP incrementan el riesgo de demencia”, añade.

“El sistema colinérgico interviene de modo relevante en el deterioro cognitivo y otras alteraciones clínicas asociadas al mismo en la EP y es una de las vías de investigaciones con posibilidades terapéuticas más interesantes en este momento y que deben ser exploradas”, concluye la doctora.

Trastorno de control de impulsos
Este trastorno neuropsiquiátrico se relaciona, en mayor medida, con los tratamientos dopaminérgicos para tratar los síntomas motores de la enfermedad de Parkinson que con la propia enfermedad en sí.

Según la doctora Rodríguez-Oroz, “afecta al 14% de los pacientes tratados con fármacos dopaminérgicos. Sin embargo, esta cifra derivada de los primeros estudios realizados al respecto se ha incrementado hasta el 40% en estudios más recientes”.

Por otro lado, los estudios genéticos realizados tampoco son concluyentes, si bien parece que puede haber alguna variante genética que incrementaría el riesgo de sufrir este trastorno de control de impulsos.

Como afirma la doctora, “los neurólogos cada vez concedemos más relevancia a todos estos trastornos en la enfermedad de Parkinson. En los últimos años hemos ido tomando conciencia de su prevalencia e importancia y, por tanto, cada vez preguntamos más por ellos y los estudiamos con más detalle”.

Es muy importante conocer bien cómo tratar o evitar el desarrollo de este tipo de trastornos. Para la facultativa Rodríguez-Oroz, “el conocimiento de la relación entre la apatía, trastorno de impulsividad, tono dopaminérgico y respuesta al tratamiento quirúrgico con estimulación del núcleo subtalámico abre una vía más racional al tratamiento de estos trastornos”.

La realidad es que la enfermedad de Parkinson es mucho más que un trastorno del movimiento. Junto a los síntomas motores clásicos, los síntomas no motores resultan, de igual modo, incapacitantes y afectan en gran medida a la calidad de vida de los pacientes y a su funcionalidad diaria, por lo que requieren, también, de un adecuado tratamiento.

Un 40% de los pacientes con Parkinson sufren demencia

La prevalencia del deterioro cognitivo leve se sitúa en el 30%
Francisco Acedo
jueves, 17 de octubre de 2013, 09:50 h (CET)
Demencia y deterioro cognitivo, otros trastornos neuropsiquiátricos, y su adecuado tratamiento han protagonizado la sexta edición del Simposio Trastornos Cognitivos en la Enfermedad de Parkinson, organizado por la doctora María Cruz Rodríguez-Oroz, Neuróloga e Investigadora Ikerbasque del Hospital Universitario Donosita y del Instituto BioDonostia, y Lundbeck en San Sebastián.

Del deterioro cognitivo leve a la demencia

El deterioro cognitivo se debe a la propia progresión de la enfermedad de Parkinson. A pesar de su elevada prevalencia en esta patología, ya sea en su forma más leve -que afecta al 30% de los pacientes- o grave –que llega a afectar en forma de demencia al 80% de los enfermos-, conviene saber que es posible mejorar el rendimiento cognitivo y prevenir o retrasar el deterioro cognitivo con tratamientos no farmacológicos, consistentes en ejercicio físico y tareas cognitivas. “Por ello, debemos plantear este tipo de tratamientos desde el inicio de la enfermedad en todos los pacientes con EP”, afirma la neuróloga.


Acedo
Participantes del Simposio de Trastornos Cognitivos.
Deterioro cognitivo leve y demencia son entidades clínicas distintas. “El primero se basa en la existencia de alteraciones cognitivas más allá de las que corresponderían por la edad del paciente, pero sin repercusión sobre sus actividades de la vida diaria, mientras que en la demencia los déficits cognitivos causan un claro deterioro en la vida diaria y en la autonomía”, explica la doctora Rodríguez-Oroz.

“Sin embargo, el deterioro cognitivo leve es un riesgo de demencia, aunque no todos los pacientes con deterioro cognitivo leve evolucionen a ella”, aclara la doctora, quien también afirma que “a día de hoy aun no existen datos concluyentes para predecir qué pacientes pueden desarrollar demencia, aunque parece que la presencia de alteraciones visuoespaciales y en varios dominios cognitivos implica un mayor riesgo. Por otro lado, aunque existen pocos estudios al respecto, hay datos de que determinadas formas genéticas de EP incrementan el riesgo de demencia”, añade.

“El sistema colinérgico interviene de modo relevante en el deterioro cognitivo y otras alteraciones clínicas asociadas al mismo en la EP y es una de las vías de investigaciones con posibilidades terapéuticas más interesantes en este momento y que deben ser exploradas”, concluye la doctora.

Trastorno de control de impulsos
Este trastorno neuropsiquiátrico se relaciona, en mayor medida, con los tratamientos dopaminérgicos para tratar los síntomas motores de la enfermedad de Parkinson que con la propia enfermedad en sí.

Según la doctora Rodríguez-Oroz, “afecta al 14% de los pacientes tratados con fármacos dopaminérgicos. Sin embargo, esta cifra derivada de los primeros estudios realizados al respecto se ha incrementado hasta el 40% en estudios más recientes”.

Por otro lado, los estudios genéticos realizados tampoco son concluyentes, si bien parece que puede haber alguna variante genética que incrementaría el riesgo de sufrir este trastorno de control de impulsos.

Como afirma la doctora, “los neurólogos cada vez concedemos más relevancia a todos estos trastornos en la enfermedad de Parkinson. En los últimos años hemos ido tomando conciencia de su prevalencia e importancia y, por tanto, cada vez preguntamos más por ellos y los estudiamos con más detalle”.

Es muy importante conocer bien cómo tratar o evitar el desarrollo de este tipo de trastornos. Para la facultativa Rodríguez-Oroz, “el conocimiento de la relación entre la apatía, trastorno de impulsividad, tono dopaminérgico y respuesta al tratamiento quirúrgico con estimulación del núcleo subtalámico abre una vía más racional al tratamiento de estos trastornos”.

La realidad es que la enfermedad de Parkinson es mucho más que un trastorno del movimiento. Junto a los síntomas motores clásicos, los síntomas no motores resultan, de igual modo, incapacitantes y afectan en gran medida a la calidad de vida de los pacientes y a su funcionalidad diaria, por lo que requieren, también, de un adecuado tratamiento.

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