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Adoquines en campaña

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El adoquín de Rivera. La idea era ver qué es un adoquín y corregir a quien, ante España y como candidato a presidente de gobierno, confunde un trozo de baldosa hidráulica industrial con el artesanal adoquín, a veces hecho por obreros que trabajaban la piedra y ahora también fabricado con otros materiales. Pero, por consideración a los soladores que, además de pavimentar aceras, plazas y calles, votan en Elecciones, decidí detenerme en el adoquín y su relación con la campaña electoral. No estaba previsto, pero surgieron los que participan en ella. Su irrupción fue tan importante que había que contarlo. Sin aventurar consecuencias, simplemente.

Todo tiene su origen en el Debate Electoral a Cinco, que organizaba la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión. Un acto que a la postre resultó una especie de mitin chusco al servicio de unos protagonistas menos atentos a la realidad nacional que importa a todos que a su propio interés personal y partidista.

En un momento del debate, el candidato de Ciudadanos Albert Rivera, sacó y exhibió un trozo de baldosa hidráulica que tomó por uno de los adoquines que pavimentan Barcelona. Baldosa o adoquín. No es lo mismo, porque lo exhibido no es una pieza del solado, sino un trozo pequeño, de una pieza mucho más grande que puede haber sido rota para usarla como proyectil contra las fuerzas del orden. La precisión no es cuestión menor, porque el adoquín, de pequeñas dimensiones, es manejable y puede lanzarse, pero no está unido a la base que lo soporta con material adhesivo, sino por una simple arena que, al ser compactada, penetra entre las juntas para lograr un solado estable. Por contra, la baldosa hidráulica, mucho más grande, necesita un adhesivo que la fije e impida la rotura que produce el uso si las piezas no están unidas a la base que las soportan. Por eso los adoquinados son fáciles de desmontar y los solados con baldosas hidráulicas no.

Pero Rivera tomó por adoquín un trozo de baldosa. Puede ser importante, o no, según como se mire y el respeto que se tenga a la verdad. Si el hecho merece destacarse es, precisamente, por la falta de respeto a la verdad. Un respeto que estuvo ausente en todo el acto y no sólo en lo referido a los destrozos en el solado de Barcelona. Podríamos entrar en las faltas a la verdad de todos los candidatos, contando las veces que cada uno inventó algo, confundió datos o alteró cifras. Porque ya ha habido quien lo ha hecho, no procede incidir en ello. Interesa más: El desconocimiento de la realidad y del lenguaje que se ocupa de ella. Y la falta de respeto general, de todos los candidatos, a lo que decía cada uno.

Si nos detenemos en el lenguaje que se ocupa de esa realidad y vamos al diccionario para ver qué es un adoquín, encontraremos tres acepciones: ‘Piedra labrada en forma de prisma rectangular para empedrados y otros usos’ (que confundía Rivera). ‘Caramelo de gran tamaño y de forma parecida al adoquín’ (dulce bilbilitano no conectado con el acto). Y, en forma coloquial, ‘Persona torpe o ignorante’. Persona torpe e ignorante. La tercera acepción no define lo que exhibía Rivera. Sin aspavientos y preciso, el diccionario parece retratar (con el grado de distorsión que la caridad de cada uno admita) a los que participaron en el mitín. Personas torpes para contrastar propuestas con adversarios y escucharlos. E ignorantes a la hora de, al menos, saber qué es un adoquín.

Si, además, nos ocupamos del respeto general de los candidatos a lo que decía cada uno (incluidos ellos mismos), nos encontramos con: Pedro Sánchez, un Presidente del Gobierno en funciones huraño, con la vista baja, escribiendo él sabrá qué (alguién, malicioso, ha supuesto que correcciones para una tesis ajena que firmar) y sin nada que aportar. Pablo Casado, líder del PP, puede que en funciones aunque en algún caso al margen de la función, capeando el temporal sin buscar los cuernos del toro, ni agarrar al toro por los cuernos, conformándose con el trasteo de un supuesto morlaco cerrado en las tablas de un cuaderno. Un comunista Pablo Iglesias, beatífico, dando lecciones constitucionales, pero confundiendo el contenido de los artículos de la Carta Magna para hacerse y hacernos trampa en un razonamiento taimado y conocido. Albert Rivera tratando de erosionar a diestra y siniestra incluso agrandando los meses a años en contra de Vox, o tergiversando, y callando, las relaciones Abascal-Salvini. Y Santiago Abascal, no habas y cal, desde un Vox emergente que mezcla en beneficio propio la sencillez de las habas con la cal viva que no admite des-entierros de muertos y cuestiona hasta el Estado autonómico.

Quedan pocas horas para decidir a quien votar. Hubo un Debate Electoral a Cinco que podría haber ayudado al electorado. Pero quien organizó el acto, los que lo difundieron y los que participaron en él se conformaron, parece, con el adoquín falso de Rivera. Aparte, en el diccionario de la RAE, hay algo más: una acepción que puede ayudar a ver los Adoquines en Campaña. 

Adoquines en campaña

​ ​Quedan pocas horas para decidir a quien votar
José Luis Heras Celemín
jueves, 7 de noviembre de 2019, 08:39 h (CET)

El adoquín de Rivera. La idea era ver qué es un adoquín y corregir a quien, ante España y como candidato a presidente de gobierno, confunde un trozo de baldosa hidráulica industrial con el artesanal adoquín, a veces hecho por obreros que trabajaban la piedra y ahora también fabricado con otros materiales. Pero, por consideración a los soladores que, además de pavimentar aceras, plazas y calles, votan en Elecciones, decidí detenerme en el adoquín y su relación con la campaña electoral. No estaba previsto, pero surgieron los que participan en ella. Su irrupción fue tan importante que había que contarlo. Sin aventurar consecuencias, simplemente.

Todo tiene su origen en el Debate Electoral a Cinco, que organizaba la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión. Un acto que a la postre resultó una especie de mitin chusco al servicio de unos protagonistas menos atentos a la realidad nacional que importa a todos que a su propio interés personal y partidista.

En un momento del debate, el candidato de Ciudadanos Albert Rivera, sacó y exhibió un trozo de baldosa hidráulica que tomó por uno de los adoquines que pavimentan Barcelona. Baldosa o adoquín. No es lo mismo, porque lo exhibido no es una pieza del solado, sino un trozo pequeño, de una pieza mucho más grande que puede haber sido rota para usarla como proyectil contra las fuerzas del orden. La precisión no es cuestión menor, porque el adoquín, de pequeñas dimensiones, es manejable y puede lanzarse, pero no está unido a la base que lo soporta con material adhesivo, sino por una simple arena que, al ser compactada, penetra entre las juntas para lograr un solado estable. Por contra, la baldosa hidráulica, mucho más grande, necesita un adhesivo que la fije e impida la rotura que produce el uso si las piezas no están unidas a la base que las soportan. Por eso los adoquinados son fáciles de desmontar y los solados con baldosas hidráulicas no.

Pero Rivera tomó por adoquín un trozo de baldosa. Puede ser importante, o no, según como se mire y el respeto que se tenga a la verdad. Si el hecho merece destacarse es, precisamente, por la falta de respeto a la verdad. Un respeto que estuvo ausente en todo el acto y no sólo en lo referido a los destrozos en el solado de Barcelona. Podríamos entrar en las faltas a la verdad de todos los candidatos, contando las veces que cada uno inventó algo, confundió datos o alteró cifras. Porque ya ha habido quien lo ha hecho, no procede incidir en ello. Interesa más: El desconocimiento de la realidad y del lenguaje que se ocupa de ella. Y la falta de respeto general, de todos los candidatos, a lo que decía cada uno.

Si nos detenemos en el lenguaje que se ocupa de esa realidad y vamos al diccionario para ver qué es un adoquín, encontraremos tres acepciones: ‘Piedra labrada en forma de prisma rectangular para empedrados y otros usos’ (que confundía Rivera). ‘Caramelo de gran tamaño y de forma parecida al adoquín’ (dulce bilbilitano no conectado con el acto). Y, en forma coloquial, ‘Persona torpe o ignorante’. Persona torpe e ignorante. La tercera acepción no define lo que exhibía Rivera. Sin aspavientos y preciso, el diccionario parece retratar (con el grado de distorsión que la caridad de cada uno admita) a los que participaron en el mitín. Personas torpes para contrastar propuestas con adversarios y escucharlos. E ignorantes a la hora de, al menos, saber qué es un adoquín.

Si, además, nos ocupamos del respeto general de los candidatos a lo que decía cada uno (incluidos ellos mismos), nos encontramos con: Pedro Sánchez, un Presidente del Gobierno en funciones huraño, con la vista baja, escribiendo él sabrá qué (alguién, malicioso, ha supuesto que correcciones para una tesis ajena que firmar) y sin nada que aportar. Pablo Casado, líder del PP, puede que en funciones aunque en algún caso al margen de la función, capeando el temporal sin buscar los cuernos del toro, ni agarrar al toro por los cuernos, conformándose con el trasteo de un supuesto morlaco cerrado en las tablas de un cuaderno. Un comunista Pablo Iglesias, beatífico, dando lecciones constitucionales, pero confundiendo el contenido de los artículos de la Carta Magna para hacerse y hacernos trampa en un razonamiento taimado y conocido. Albert Rivera tratando de erosionar a diestra y siniestra incluso agrandando los meses a años en contra de Vox, o tergiversando, y callando, las relaciones Abascal-Salvini. Y Santiago Abascal, no habas y cal, desde un Vox emergente que mezcla en beneficio propio la sencillez de las habas con la cal viva que no admite des-entierros de muertos y cuestiona hasta el Estado autonómico.

Quedan pocas horas para decidir a quien votar. Hubo un Debate Electoral a Cinco que podría haber ayudado al electorado. Pero quien organizó el acto, los que lo difundieron y los que participaron en él se conformaron, parece, con el adoquín falso de Rivera. Aparte, en el diccionario de la RAE, hay algo más: una acepción que puede ayudar a ver los Adoquines en Campaña. 

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