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El lamento jamás solucionó ningún problema

El fin de un modelo

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Los lamentos no solucionan los problemas, y en vano es esperar clemencia del verdugo. Hay que cambiar el método, el modelo, porque ya está demostrado que no sirve. Hay que cambiar, tenemos que cambiar. Cambiar es vivir, porque el cambio es lo único inmutable del universo, como dijo aquel sabio. Nada que esté vivo permanece igual por mucho tiempo, y lo vivo debe tener, como condición primera, una enorme capacidad de adaptación a las nuevas situaciones. El misoneísmo o la resistencia al cambio, únicamente genera dolor. Es mejor, mucho mejor, dejar correr las aguas del tiempo, evitar que se estanquen y se pudran, intoxicándonos.

Tal vez sea ya la hora de dejar de quejarse y comenzar a mirar hacia el futuro, aunque requiera mucha voluntad y esfuerzo, y haya que reinventarse. Nada de lo que había sirve, y el universo está pidiendo un cambio radical de valores, porque los hombres hemos cambiado ya, por más que muchos no lo acepten. Quien permanezca anclado en el pasado, reclamando un ayer que de ninguna manera puede regresar, está negándose su propio futuro. Debemos aceptar que el tiempo de los empleos fijos o bien pagados, de los derechos y haberes, se consumó por completo, que el tiempo de las masas tocó a su fin y que los “ismos” se han revelado como inútiles para las necesidades de nuestro ahora. Es la hora, quizás, de abandonar los viejos valores como un traje que nos protegió durante una etapa pero que ya no nos sirve para la estación en la que entramos, y de vestir nuestras prendas más acordes con los tiempos que vivimos: nuevas fes y nuestras actitudes.

Ayer, primero de mayo, pudimos comprobar que el fútbol mueve más pasiones y adeptos que los sindicatos, precisamente en un país con casi seis millones y medio de desempleados y más de diez millones de pobres, casi la cuarta parte de la población. De nada vale reiterar que los sindicatos se convirtieron en una herramienta del poder para empobrecer y amiseriar a los trabajadores, favoreciendo la corrupción de sus dirigentes. Es un hecho que no merece mayor atención. Los tiempos han cambiado, y las viejas fórmulas ya no tienen aplicación. Para enfrentar los nuevos tiempos, se requieren nuevos planteamientos. Hacia el futuro solamente se va hacia adelante, y el pasado jamás ofrece una segunda oportunidad. No regresará. Nunca.

Hay confusión en la población. Mira hacia el pasado, tratando de aplicar las fórmulas antiguas para resolver los nuevos problemas. Los griegos cumplieron las exigencias de la UE y el FMI, acataron todas las decisiones del Bundesbank y de Merkel, pero no comprendieron que ya no hay pasos de las Termópilas defendidas por ningún Leónidas, ni que la misma Merkel es Jerjes. Y los griegos se han quedado sin país, sin puertos, sin empresas, ni siquiera el agua que llueve sobre la Hélade y que beben sus habitantes es griega, sino de multinacionales extranjeras. Cumplieron, y les engañaron, lo mismo que nos engañan nuestros políticos de los demás países que, merced a su corrupción impune, estamos sucumbiendo al imperio alemán y al de los “mercados”. Robaron Grecia, y robarán España, Portugal, Italia, Irlanda y todos los demás países que sigan creyendo que las viejas fórmulas resolverán los nuevos problemas. La UE, el FMI, el BM, el Bundesbank y la señora Merkel, no buscan nuestra solución, sino nuestra compra y nuestro sometimiento como esclavos impositivos. La obediencia al poder económico, solamente llevará a la extinción de quienes obedezcan, y ya los dirigentes de los países en desguace, como España, entregan la soberanía nacional a quienes urdieron la trampa y quieren adueñarse de nosotros con las armas de la economía. Son las nuevas guerras mundiales, los nuevos ingenios de destrucción masiva, y, como con las guerras convencionales, generan destrucción, miseria, millones de víctimas y muchos, muchísimos muertos.

Obedecer al enemigo no resuelve nada, solamente lo empeora. Nunca fue una buena idea obedecer al verdugo, pero tampoco lo es permitir que gobierne quien sirve a los intereses del enemigo, de aquel que nos produce los daños, las víctimas y los muertos. Cinco años de crisis declarada debieran ser suficientes para que ya se comprenda que vamos por el camino equivocado, que nos están traicionando los nuestros. Cinco años de dolor, de grandes esfuerzos y de incremento de los daños con las estrategias impuestas por el adversario, debieran hacernos reflexionar sobre que nos equivocamos al cederles el gobierno a quienes trabajan para nuestros contrincantes. No se trata de este partido o de aquel, sino de los partidos; no se trata de este dirigente o de aquel otro, sino de los dirigentes; y no se trata de esta medida o de la otra, sino de las medidas adoptadas. Queda claro que no sirven, que deben irse ya los gobernantes... o ser expulsados. La solución no está fuera, eso está claro, sino dentro. No es allá donde producirse un cambio, sino en nosotros mismos, y nosotros mismos hemos decir no, porque decir sí no ha servido de nada. Es un hecho.

Nuestros jóvenes tienen que emigrar buscando futuro, y los capitales emigran buscando más riqueza: solamente la miseria se queda, y se quedan los impuestos y la tristeza… junto con los verdugos. Aplicarán más medidas impuestas, y obtendremos más miseria. Ya está demostrado que todas sus soluciones únicamente han servido para empeorar: nada, nada ha mejorado ni un poco. El gobierno está compuesto por incompetentes, necios o estúpidos, si es que no por servidores de intereses espurios, gentes sin valor ni coraje que se han rendido, nos han rendido, sin presentar siquiera batalla. Nos han traicionado.

Mientras la población languidece en la miseria, los corruptos gobiernan, privatizan la Sanidad quienes se dejaron sobornar por la miseria de una fiesta de cumpleaños, se suben los sueldos, gastan a destajo, mantienen miles de empresas inútiles para ocupar con salarios astronómicos a sus parientes y amigos, multiplican las instituciones para dar cobijo a las bestias de sus bestiarios, y obedecen servilmente a los que nos expolian, entretanto ellos mismos nos siguen esquilmando con impuestos injustos e impiden que la Justicia castigue a los pocos corruptos enjuiciados o que ellos mismos sean descubiertos. Toda la política está corrompida, todas las instituciones manchadas con la tizne de la corrupción, todos los dirigentes, habidos y actuales, tienen sobre sí la sombra de la manguncia y la impunidad delictiva. Todos, en justicia, son merecedores de cárcel.

Mintieron al hacer un juramento de cumplir y hacer cumplir la ley, cuando ellos mismos sabían de su proceder deshonesto. De haber sido honestos, nada más pronunciar el juramento debieran haberse mandado detener y ser puestos a disposición de la autoridad judicial, si es que la autoridad judicial no fuera también parte del aquelarre. Pero lo son. Por eso están libres los grandes chorizos que nos gobiernan, y cuando alguno es condenado, o lo es una pena ridícula, o sale impune. No hay solución por este camino.

Como con Grecia, ya no nos queda país que sea nuestro país. Nos lo robaron… los nuestros. No nos quedan empresas, no nos quedan recursos propios, no nos queda patria para ser patriotas ni fe para ser creyentes. Nos traicionaron los nuestros. Son el caballo de Troya de nuestros enemigos. Mejor será que lo comprendamos. No hay soluciones en ninguno de estos, en ninguno. Es la hora del cambio, es la hora de decir no, es la hora de la rebeldía… o la hora de las cadenas. Alemania o España, los mercados o nosotros, los gobernantes o los ciudadanos. Hay que elegir. Y elegir es decir no, es ser osados, es apagar las televisiones y corregir a nuestros hijos sobre las falsedades que se les enseñan en los colegios: España no es un país, ni siquiera es independiente, sino una colonia... que apesta. Es la hora de reinventarse, de cambiar y tal vez de sufrir, porque no hay cambio sin dolor. Vivir duele, pero es necesario soportarlo para latir. Es la hora de cada uno, y es la hora de todos, porque el modelo, el viejo modelo, ha llegado a su fin. Inventemos otro.

El fin de un modelo

El lamento jamás solucionó ningún problema
Ángel Ruiz Cediel
jueves, 2 de mayo de 2013, 08:18 h (CET)
Los lamentos no solucionan los problemas, y en vano es esperar clemencia del verdugo. Hay que cambiar el método, el modelo, porque ya está demostrado que no sirve. Hay que cambiar, tenemos que cambiar. Cambiar es vivir, porque el cambio es lo único inmutable del universo, como dijo aquel sabio. Nada que esté vivo permanece igual por mucho tiempo, y lo vivo debe tener, como condición primera, una enorme capacidad de adaptación a las nuevas situaciones. El misoneísmo o la resistencia al cambio, únicamente genera dolor. Es mejor, mucho mejor, dejar correr las aguas del tiempo, evitar que se estanquen y se pudran, intoxicándonos.

Tal vez sea ya la hora de dejar de quejarse y comenzar a mirar hacia el futuro, aunque requiera mucha voluntad y esfuerzo, y haya que reinventarse. Nada de lo que había sirve, y el universo está pidiendo un cambio radical de valores, porque los hombres hemos cambiado ya, por más que muchos no lo acepten. Quien permanezca anclado en el pasado, reclamando un ayer que de ninguna manera puede regresar, está negándose su propio futuro. Debemos aceptar que el tiempo de los empleos fijos o bien pagados, de los derechos y haberes, se consumó por completo, que el tiempo de las masas tocó a su fin y que los “ismos” se han revelado como inútiles para las necesidades de nuestro ahora. Es la hora, quizás, de abandonar los viejos valores como un traje que nos protegió durante una etapa pero que ya no nos sirve para la estación en la que entramos, y de vestir nuestras prendas más acordes con los tiempos que vivimos: nuevas fes y nuestras actitudes.

Ayer, primero de mayo, pudimos comprobar que el fútbol mueve más pasiones y adeptos que los sindicatos, precisamente en un país con casi seis millones y medio de desempleados y más de diez millones de pobres, casi la cuarta parte de la población. De nada vale reiterar que los sindicatos se convirtieron en una herramienta del poder para empobrecer y amiseriar a los trabajadores, favoreciendo la corrupción de sus dirigentes. Es un hecho que no merece mayor atención. Los tiempos han cambiado, y las viejas fórmulas ya no tienen aplicación. Para enfrentar los nuevos tiempos, se requieren nuevos planteamientos. Hacia el futuro solamente se va hacia adelante, y el pasado jamás ofrece una segunda oportunidad. No regresará. Nunca.

Hay confusión en la población. Mira hacia el pasado, tratando de aplicar las fórmulas antiguas para resolver los nuevos problemas. Los griegos cumplieron las exigencias de la UE y el FMI, acataron todas las decisiones del Bundesbank y de Merkel, pero no comprendieron que ya no hay pasos de las Termópilas defendidas por ningún Leónidas, ni que la misma Merkel es Jerjes. Y los griegos se han quedado sin país, sin puertos, sin empresas, ni siquiera el agua que llueve sobre la Hélade y que beben sus habitantes es griega, sino de multinacionales extranjeras. Cumplieron, y les engañaron, lo mismo que nos engañan nuestros políticos de los demás países que, merced a su corrupción impune, estamos sucumbiendo al imperio alemán y al de los “mercados”. Robaron Grecia, y robarán España, Portugal, Italia, Irlanda y todos los demás países que sigan creyendo que las viejas fórmulas resolverán los nuevos problemas. La UE, el FMI, el BM, el Bundesbank y la señora Merkel, no buscan nuestra solución, sino nuestra compra y nuestro sometimiento como esclavos impositivos. La obediencia al poder económico, solamente llevará a la extinción de quienes obedezcan, y ya los dirigentes de los países en desguace, como España, entregan la soberanía nacional a quienes urdieron la trampa y quieren adueñarse de nosotros con las armas de la economía. Son las nuevas guerras mundiales, los nuevos ingenios de destrucción masiva, y, como con las guerras convencionales, generan destrucción, miseria, millones de víctimas y muchos, muchísimos muertos.

Obedecer al enemigo no resuelve nada, solamente lo empeora. Nunca fue una buena idea obedecer al verdugo, pero tampoco lo es permitir que gobierne quien sirve a los intereses del enemigo, de aquel que nos produce los daños, las víctimas y los muertos. Cinco años de crisis declarada debieran ser suficientes para que ya se comprenda que vamos por el camino equivocado, que nos están traicionando los nuestros. Cinco años de dolor, de grandes esfuerzos y de incremento de los daños con las estrategias impuestas por el adversario, debieran hacernos reflexionar sobre que nos equivocamos al cederles el gobierno a quienes trabajan para nuestros contrincantes. No se trata de este partido o de aquel, sino de los partidos; no se trata de este dirigente o de aquel otro, sino de los dirigentes; y no se trata de esta medida o de la otra, sino de las medidas adoptadas. Queda claro que no sirven, que deben irse ya los gobernantes... o ser expulsados. La solución no está fuera, eso está claro, sino dentro. No es allá donde producirse un cambio, sino en nosotros mismos, y nosotros mismos hemos decir no, porque decir sí no ha servido de nada. Es un hecho.

Nuestros jóvenes tienen que emigrar buscando futuro, y los capitales emigran buscando más riqueza: solamente la miseria se queda, y se quedan los impuestos y la tristeza… junto con los verdugos. Aplicarán más medidas impuestas, y obtendremos más miseria. Ya está demostrado que todas sus soluciones únicamente han servido para empeorar: nada, nada ha mejorado ni un poco. El gobierno está compuesto por incompetentes, necios o estúpidos, si es que no por servidores de intereses espurios, gentes sin valor ni coraje que se han rendido, nos han rendido, sin presentar siquiera batalla. Nos han traicionado.

Mientras la población languidece en la miseria, los corruptos gobiernan, privatizan la Sanidad quienes se dejaron sobornar por la miseria de una fiesta de cumpleaños, se suben los sueldos, gastan a destajo, mantienen miles de empresas inútiles para ocupar con salarios astronómicos a sus parientes y amigos, multiplican las instituciones para dar cobijo a las bestias de sus bestiarios, y obedecen servilmente a los que nos expolian, entretanto ellos mismos nos siguen esquilmando con impuestos injustos e impiden que la Justicia castigue a los pocos corruptos enjuiciados o que ellos mismos sean descubiertos. Toda la política está corrompida, todas las instituciones manchadas con la tizne de la corrupción, todos los dirigentes, habidos y actuales, tienen sobre sí la sombra de la manguncia y la impunidad delictiva. Todos, en justicia, son merecedores de cárcel.

Mintieron al hacer un juramento de cumplir y hacer cumplir la ley, cuando ellos mismos sabían de su proceder deshonesto. De haber sido honestos, nada más pronunciar el juramento debieran haberse mandado detener y ser puestos a disposición de la autoridad judicial, si es que la autoridad judicial no fuera también parte del aquelarre. Pero lo son. Por eso están libres los grandes chorizos que nos gobiernan, y cuando alguno es condenado, o lo es una pena ridícula, o sale impune. No hay solución por este camino.

Como con Grecia, ya no nos queda país que sea nuestro país. Nos lo robaron… los nuestros. No nos quedan empresas, no nos quedan recursos propios, no nos queda patria para ser patriotas ni fe para ser creyentes. Nos traicionaron los nuestros. Son el caballo de Troya de nuestros enemigos. Mejor será que lo comprendamos. No hay soluciones en ninguno de estos, en ninguno. Es la hora del cambio, es la hora de decir no, es la hora de la rebeldía… o la hora de las cadenas. Alemania o España, los mercados o nosotros, los gobernantes o los ciudadanos. Hay que elegir. Y elegir es decir no, es ser osados, es apagar las televisiones y corregir a nuestros hijos sobre las falsedades que se les enseñan en los colegios: España no es un país, ni siquiera es independiente, sino una colonia... que apesta. Es la hora de reinventarse, de cambiar y tal vez de sufrir, porque no hay cambio sin dolor. Vivir duele, pero es necesario soportarlo para latir. Es la hora de cada uno, y es la hora de todos, porque el modelo, el viejo modelo, ha llegado a su fin. Inventemos otro.

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