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Tenemos que cuidarnos mucho de distinguir entre la verdad y la Verdad

La verdad

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Entre los muchos libros que han caído en mis manos a lo largo de este verano, hay uno que me ha dejado un pésimo sabor de boca. Se trata de un texto publicado hace siete años escrito por Juan Eslava Galán: “Historia del mundo para escépticos”.

Sin hacer caso del título (servidor no se atreve a adivinar el contenido de un texto sin meterle mano), me puse a la tarea de “conocer toda la verdad del mundo en 500 páginas”. La cosa empieza elucubrando sobre el principio de la creación y acaba en nuestros días.

Mi decepción se fue incrementando a medida que iba avanzando en la lectura. Se cachondea de la Biblia y sus personajes, las civilizaciones conocidas y las por conocer, los descubrimientos y cuanto coge en sus manos y transfiere a su pluma. Y eso que es un trabajo bastante bien documentado y referenciado pero, en mi opinión, un tanto tendencioso, por lo que a la larga se le ve el plumero.

Me refiero en cuanto saca a la palestra los habitantes de la península Ibérica y sus gobernantes. Habrán sido malos o regulares, pero no tan pésimos como los considera nuestro escritor. ¡No deja títere con cabeza! Y para que contarles su visión del cristianismo. Pontifica sobre lo divino con una superioridad aplastante. Presenta a Jesús como un visionario –pero buena persona-, los apóstoles unos mercenarios, San Pablo: lo peor. Y de ahí en adelante no se salva ni un miembro de la Iglesia, Santos y Papas en primera fila.

Me recuerda a uno de esos tertulianos que saben de todo, conocen todo y tienen la verdad absoluta. En una palabra, me ha decepcionado.

Llevo toda mi vida buscando la Verdad con mayúscula, esa que nos hará libres, pero desde la humildad. No se puede cuestionar de esa manera la figura de Jesús y el mensaje del evangelio que, en mi modesta opinión es impecable. Se abra por donde se abra sus enseñanzas hacen al hombre más feliz y al mundo más habitable.

Esta “Historia del mundo para escépticos” me ha permitido afianzar mi creencia en que la Verdad (con mayúsculas) se encuentra en la sencillez y en la humildad, sin olvidar la capacidad de razonar. El libro dice algunas verdades pero no toda la verdad. Por cierto: los españoles hemos sido y somos bastante mejores que como nos describe. 

La verdad

Tenemos que cuidarnos mucho de distinguir entre la verdad y la Verdad
Manuel Montes Cleries
jueves, 12 de septiembre de 2019, 10:25 h (CET)

Entre los muchos libros que han caído en mis manos a lo largo de este verano, hay uno que me ha dejado un pésimo sabor de boca. Se trata de un texto publicado hace siete años escrito por Juan Eslava Galán: “Historia del mundo para escépticos”.

Sin hacer caso del título (servidor no se atreve a adivinar el contenido de un texto sin meterle mano), me puse a la tarea de “conocer toda la verdad del mundo en 500 páginas”. La cosa empieza elucubrando sobre el principio de la creación y acaba en nuestros días.

Mi decepción se fue incrementando a medida que iba avanzando en la lectura. Se cachondea de la Biblia y sus personajes, las civilizaciones conocidas y las por conocer, los descubrimientos y cuanto coge en sus manos y transfiere a su pluma. Y eso que es un trabajo bastante bien documentado y referenciado pero, en mi opinión, un tanto tendencioso, por lo que a la larga se le ve el plumero.

Me refiero en cuanto saca a la palestra los habitantes de la península Ibérica y sus gobernantes. Habrán sido malos o regulares, pero no tan pésimos como los considera nuestro escritor. ¡No deja títere con cabeza! Y para que contarles su visión del cristianismo. Pontifica sobre lo divino con una superioridad aplastante. Presenta a Jesús como un visionario –pero buena persona-, los apóstoles unos mercenarios, San Pablo: lo peor. Y de ahí en adelante no se salva ni un miembro de la Iglesia, Santos y Papas en primera fila.

Me recuerda a uno de esos tertulianos que saben de todo, conocen todo y tienen la verdad absoluta. En una palabra, me ha decepcionado.

Llevo toda mi vida buscando la Verdad con mayúscula, esa que nos hará libres, pero desde la humildad. No se puede cuestionar de esa manera la figura de Jesús y el mensaje del evangelio que, en mi modesta opinión es impecable. Se abra por donde se abra sus enseñanzas hacen al hombre más feliz y al mundo más habitable.

Esta “Historia del mundo para escépticos” me ha permitido afianzar mi creencia en que la Verdad (con mayúsculas) se encuentra en la sencillez y en la humildad, sin olvidar la capacidad de razonar. El libro dice algunas verdades pero no toda la verdad. Por cierto: los españoles hemos sido y somos bastante mejores que como nos describe. 

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