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Todo radica en la capacidad de vivir para los demás por amor

La salud del mundo

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Somos tan diversos, en este mundo cada día más interconectado, que la consideración y el respeto a todo ser humano, es esencial para confluir en acciones armónicas. El futuro es nuestro a poco que seamos responsables y trabajemos la unidad y la cooperación entre todos, pues no hay otro camino que conciliar los esfuerzos en una acción colectiva que nos mundialice hacia abecedarios más de acción que de pasividad, y también, más de sentido común que de locura, ya que los despropósitos lo único que hacen es llevarnos a inútiles confrontaciones que nos hacen perder hasta la orientación de nuestra propia existencia compasiva innata que es, en muchos casos, la celeste predecesora de la rectitud. Ojalá aprendamos a ser gentes de bien, será una buena manera de dejar de ser piedras y de acompañar a los afligidos. Quizás tengamos que tomar en serio la advertencia de San Juan de la Cruz: “A la tarde te examinarán en el amor” (Palabras de luz y de amor, 1,60). Por ello, creo que hay que pasar de las bellas palabras a los hechos, con el fin de construir una sociedad más equitativa, más sensible y saludable en definitiva; y, por ende, más respetuosa con la dignidad de cada ciudadano.


La placidez radica, ante todo, en la energía vital que nos demos unos a otros. El ser humano tiene que aprender a confiar en sí mismo y en los demás para poder avanzar felizmente, reconstruyendo un planeta en el que sus moradores reconcilien posturas, sobre todo en política, pues son los servidores de la ciudadanía los primeros que han de ejemplarizar sus ejercicios, con la mano tendida siempre y la escucha permanente. Ya está bien de alimentar contiendas, de discriminar y de no defender los derechos humanos nada más que de boquilla. Se ha injertado, a mi juicio, un autoritarismo de podio que nos deshumaniza por completo. O cambiamos de rumbo, o más pronto que tarde, vamos al desorden y a la confusión. En este sentido António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, acaba de indicar que “el mundo está sufriendo un mal caso de "trastorno de déficit de confianza", con personas que pierden la fe en los establecimientos políticos en medio de la creciente polarización y el populismo”. En cualquier caso, hemos de mirar hacia atrás, y ver que los avances como especie siempre han descansado en esa comunión de gentes agrupadas, solidarias; de ahí, lo transcendente que es reparar esa cordialidad rota, y pensar de que todos somos necesarios e imprescindibles. Hemos de reconocer que este espíritu excluyente, tan en boga hoy, nos aniquila hasta la descomposición de nuestros salones interiores.


A veces me pregunto, cuál es el secreto para tener buena salud, y yo mismo, a renglón seguido suelo contestarme: Que esté siempre en guardia y en camino, con la mente reposada y el espíritu inquieto. Ciertamente, nos hace falta entusiasmo y globalizar esa ilusión, conjuntamente, con capacidad de diálogo sincero y de reconciliación, con espíritu de servicio, a pesar de tantas experiencias dolorosas de engaños y de contiendas absurdas, en ocasiones activadas por el orgullo del éxito mundano, causándonos tantas heridas que muchas aún no han cicatrizado. Pero, como dijo en otro tiempo el inolvidable filósofo francés, Auguste Comte (1798-1857), “vivir para los demás no es solamente un ley de deber, sino también una ley de felicidad”. Sin duda, uno ha de batirse el cobre para destruir las malas prácticas y entonar ese espíritu conciliador que nos perpetúa como civilización verdaderamente hermanada, llegando a una relación mundializada en la que el sustento es la estima recíproca y el conocimiento profundo de todas las culturas; sabiendo que la robustez del mundo, va a depender de nuestra capacidad de vivir para los demás.


Dicho lo cual, cabe esperanzarnos y luchar por salir de esta mediocridad, mal denominada estado del bienestar, reponiendo fuerzas para los desafíos digitales, pues las cosas que se activan con el corazón nadie las detiene, por muchos ciberataques masivos que nos lleguen. Desde luego, este tipo de redes sociales mundanas, frecuentemente nos enferman, y en lugar de donarnos a corazón abierto, nos hace servirnos de los demás interesadamente. Esto también es viejo. “Por el interés te quiero Andrés”, letra del sabio refranero. Por tanto, esa llamada del Secretario General de la ONU, de instar a la comunidad internacional a usar las Naciones Unidas como plataforma para fomentar un futuro digital que sea seguro y beneficioso para todos, me parece un sensato llamamiento. Sea como fuere, hemos de estar motivados con lograr que impere la verdad, porque así seremos más libres, y también más justos con nosotros mismos, en la lucha por la concordia global a la que todos estamos llamados a contribuir, cada cual desde su misión o camino. 

La salud del mundo

Todo radica en la capacidad de vivir para los demás por amor
Víctor Corcoba
jueves, 27 de septiembre de 2018, 08:56 h (CET)

Somos tan diversos, en este mundo cada día más interconectado, que la consideración y el respeto a todo ser humano, es esencial para confluir en acciones armónicas. El futuro es nuestro a poco que seamos responsables y trabajemos la unidad y la cooperación entre todos, pues no hay otro camino que conciliar los esfuerzos en una acción colectiva que nos mundialice hacia abecedarios más de acción que de pasividad, y también, más de sentido común que de locura, ya que los despropósitos lo único que hacen es llevarnos a inútiles confrontaciones que nos hacen perder hasta la orientación de nuestra propia existencia compasiva innata que es, en muchos casos, la celeste predecesora de la rectitud. Ojalá aprendamos a ser gentes de bien, será una buena manera de dejar de ser piedras y de acompañar a los afligidos. Quizás tengamos que tomar en serio la advertencia de San Juan de la Cruz: “A la tarde te examinarán en el amor” (Palabras de luz y de amor, 1,60). Por ello, creo que hay que pasar de las bellas palabras a los hechos, con el fin de construir una sociedad más equitativa, más sensible y saludable en definitiva; y, por ende, más respetuosa con la dignidad de cada ciudadano.


La placidez radica, ante todo, en la energía vital que nos demos unos a otros. El ser humano tiene que aprender a confiar en sí mismo y en los demás para poder avanzar felizmente, reconstruyendo un planeta en el que sus moradores reconcilien posturas, sobre todo en política, pues son los servidores de la ciudadanía los primeros que han de ejemplarizar sus ejercicios, con la mano tendida siempre y la escucha permanente. Ya está bien de alimentar contiendas, de discriminar y de no defender los derechos humanos nada más que de boquilla. Se ha injertado, a mi juicio, un autoritarismo de podio que nos deshumaniza por completo. O cambiamos de rumbo, o más pronto que tarde, vamos al desorden y a la confusión. En este sentido António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, acaba de indicar que “el mundo está sufriendo un mal caso de "trastorno de déficit de confianza", con personas que pierden la fe en los establecimientos políticos en medio de la creciente polarización y el populismo”. En cualquier caso, hemos de mirar hacia atrás, y ver que los avances como especie siempre han descansado en esa comunión de gentes agrupadas, solidarias; de ahí, lo transcendente que es reparar esa cordialidad rota, y pensar de que todos somos necesarios e imprescindibles. Hemos de reconocer que este espíritu excluyente, tan en boga hoy, nos aniquila hasta la descomposición de nuestros salones interiores.


A veces me pregunto, cuál es el secreto para tener buena salud, y yo mismo, a renglón seguido suelo contestarme: Que esté siempre en guardia y en camino, con la mente reposada y el espíritu inquieto. Ciertamente, nos hace falta entusiasmo y globalizar esa ilusión, conjuntamente, con capacidad de diálogo sincero y de reconciliación, con espíritu de servicio, a pesar de tantas experiencias dolorosas de engaños y de contiendas absurdas, en ocasiones activadas por el orgullo del éxito mundano, causándonos tantas heridas que muchas aún no han cicatrizado. Pero, como dijo en otro tiempo el inolvidable filósofo francés, Auguste Comte (1798-1857), “vivir para los demás no es solamente un ley de deber, sino también una ley de felicidad”. Sin duda, uno ha de batirse el cobre para destruir las malas prácticas y entonar ese espíritu conciliador que nos perpetúa como civilización verdaderamente hermanada, llegando a una relación mundializada en la que el sustento es la estima recíproca y el conocimiento profundo de todas las culturas; sabiendo que la robustez del mundo, va a depender de nuestra capacidad de vivir para los demás.


Dicho lo cual, cabe esperanzarnos y luchar por salir de esta mediocridad, mal denominada estado del bienestar, reponiendo fuerzas para los desafíos digitales, pues las cosas que se activan con el corazón nadie las detiene, por muchos ciberataques masivos que nos lleguen. Desde luego, este tipo de redes sociales mundanas, frecuentemente nos enferman, y en lugar de donarnos a corazón abierto, nos hace servirnos de los demás interesadamente. Esto también es viejo. “Por el interés te quiero Andrés”, letra del sabio refranero. Por tanto, esa llamada del Secretario General de la ONU, de instar a la comunidad internacional a usar las Naciones Unidas como plataforma para fomentar un futuro digital que sea seguro y beneficioso para todos, me parece un sensato llamamiento. Sea como fuere, hemos de estar motivados con lograr que impere la verdad, porque así seremos más libres, y también más justos con nosotros mismos, en la lucha por la concordia global a la que todos estamos llamados a contribuir, cada cual desde su misión o camino. 

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