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Cuando escucho hablar de las tesis, se me ponen los nervios de punta

Las tesis

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No sé si es cuestión de cara o de poca vergüenza, pero cuando me entero del cachondeo que hay montado con las tesis y los masters, se me ponen los nervios de punta y no se si cortarme las venas o dejármelas crecer.


Hablo con conocimiento de causa. Allá por junio del 2006 y con mi flamante título de Licenciado en Comunicación Audiovisual, me presenté a la profesora que me había acompañado en dichos estudios preguntándole por mi futuro en la Universidad. Ella me recomendó que me doctorara. Que redactara una tesis sobre los problemas de la humanidad y mi inquietud por la solidaridad de los humanos.


Ni corto ni perezoso me matriculé en los cursos de doctorado. Dos años en el departamento de Periodismo de la UMA en los que asistía a clases por las tardes, de lunes a viernes, y me sometía a unos escrutinios sobre las materias dictadas a fin de cada curso. Una tarea preciosa y enriquecedora que fue forjando mi actitud como investigador y desgranando las diversas materias a las que podía encaminar mí trabajo.


Finalmente, y de acuerdo con mis directores de tesis –dos a falta de uno- Juan Francisco Gutiérrez y María de los Ángeles Cabrera-, decidí investigar sobre la influencia de los medios de difusión sobre los mayores en Málaga. También y a causa de mis crisis psicológicas ante la ingente labor a desarrollar, fui ayudado por el profesor de Psicología Marcos Ruiz, buen amigo por otra parte.


Aprobados con excelente nota los cursos de Doctorado inicié la redacción de la tesis doctoral que me ocupó durante los siguientes ¡cuatro años! Doscientas encuestas a mayores de todas las zonas de Málaga y su provincia. Una serie de entrevistas con profesionales de todos los campos relacionados con los medios y los mayores malagueños. Viajes a Madrid, Sevilla y otras provincias españolas para obtener datos. Miles de tutorías y discusiones con los directores de la tesis. Bibliografía abundantísima. Elección del tribunal formado por catedráticos de periodismo de diversas universidades españolas y finalmente, el 30 de junio de 2012, la defensa de la tesis. Yo solito. Mi, me, conmigo. CUM LAUDE.


Veo lo que está pasando y se me cae la cara de vergüenza. De aquellos cientos que empezamos juntos la carrera solo una media docena llegamos a la meta. Familias, trabajos y diversión olvidados. Todo para que te impongan una muceta y una beca y un birrete. Un título en lugar preeminente y un orgullo para ti y para tu familia.


El recuerdo de aquel día es para mí UNA BUENA NOTICIA. El haber servido para aportar algo a la cultura y la sociedad es una buena noticia. Para eso se trabaja en las tesis doctorales. No para llenar curriculum.


El leer con temblor mi trabajo ante mi esposa, mis hijos, mis nietos, mis familiares y mis amigos fue una sensación que no se si podrán sentir esos… que han comprado, han trampeado o han inventado un trabajo único e irrepetible para la sociedad. Habrán medrado con ello, pero se merecen mi más completa indiferencia. Con su pan se lo coman.

Las tesis

Cuando escucho hablar de las tesis, se me ponen los nervios de punta
Manuel Montes Cleries
lunes, 17 de septiembre de 2018, 08:47 h (CET)

No sé si es cuestión de cara o de poca vergüenza, pero cuando me entero del cachondeo que hay montado con las tesis y los masters, se me ponen los nervios de punta y no se si cortarme las venas o dejármelas crecer.


Hablo con conocimiento de causa. Allá por junio del 2006 y con mi flamante título de Licenciado en Comunicación Audiovisual, me presenté a la profesora que me había acompañado en dichos estudios preguntándole por mi futuro en la Universidad. Ella me recomendó que me doctorara. Que redactara una tesis sobre los problemas de la humanidad y mi inquietud por la solidaridad de los humanos.


Ni corto ni perezoso me matriculé en los cursos de doctorado. Dos años en el departamento de Periodismo de la UMA en los que asistía a clases por las tardes, de lunes a viernes, y me sometía a unos escrutinios sobre las materias dictadas a fin de cada curso. Una tarea preciosa y enriquecedora que fue forjando mi actitud como investigador y desgranando las diversas materias a las que podía encaminar mí trabajo.


Finalmente, y de acuerdo con mis directores de tesis –dos a falta de uno- Juan Francisco Gutiérrez y María de los Ángeles Cabrera-, decidí investigar sobre la influencia de los medios de difusión sobre los mayores en Málaga. También y a causa de mis crisis psicológicas ante la ingente labor a desarrollar, fui ayudado por el profesor de Psicología Marcos Ruiz, buen amigo por otra parte.


Aprobados con excelente nota los cursos de Doctorado inicié la redacción de la tesis doctoral que me ocupó durante los siguientes ¡cuatro años! Doscientas encuestas a mayores de todas las zonas de Málaga y su provincia. Una serie de entrevistas con profesionales de todos los campos relacionados con los medios y los mayores malagueños. Viajes a Madrid, Sevilla y otras provincias españolas para obtener datos. Miles de tutorías y discusiones con los directores de la tesis. Bibliografía abundantísima. Elección del tribunal formado por catedráticos de periodismo de diversas universidades españolas y finalmente, el 30 de junio de 2012, la defensa de la tesis. Yo solito. Mi, me, conmigo. CUM LAUDE.


Veo lo que está pasando y se me cae la cara de vergüenza. De aquellos cientos que empezamos juntos la carrera solo una media docena llegamos a la meta. Familias, trabajos y diversión olvidados. Todo para que te impongan una muceta y una beca y un birrete. Un título en lugar preeminente y un orgullo para ti y para tu familia.


El recuerdo de aquel día es para mí UNA BUENA NOTICIA. El haber servido para aportar algo a la cultura y la sociedad es una buena noticia. Para eso se trabaja en las tesis doctorales. No para llenar curriculum.


El leer con temblor mi trabajo ante mi esposa, mis hijos, mis nietos, mis familiares y mis amigos fue una sensación que no se si podrán sentir esos… que han comprado, han trampeado o han inventado un trabajo único e irrepetible para la sociedad. Habrán medrado con ello, pero se merecen mi más completa indiferencia. Con su pan se lo coman.

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