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Quiza despreciamos las formas expresivas, que luego devienen en elementos básicos de las relaciones

Gritos frente a susurros

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En contra de las voces airadas, el aturdimiento que provocan impide su mejor entendimiento. En cuanto a los pronunciamientos suaves, a la fuerza, verán reducida su área de influencia. Ahora bien, sin salir de casa o en cualquier espacio exterior, queda patente cual de las dos formas de expresión es la más intempestiva, si soportan la transparencia, admiten los roces o toleran las múltiples posturas discordantes, serán detalles importantes a tener en cuenta para las relaciones comunitarias.


Actualmente, la cuestión de los contenidos aportados en una discusión, en un cambio de impresiones, o en las naturales confrontaciones de intereses, no pasa por su mejor momento; son más importantes otros elementos de la puesta en escena. El SURREALISMO supera su muestrario en torno a las rimbombantes maneras expresivas, en las supuestas pretensiones modernas de la comunicación. Algaradas callejeras ruidosas y sectarias , vociferantes que hacen lo contrario de lo que dicen, mensajes personalizados…a base de anónimos, repetición de mentiras flagrantes sin asomo de sonrojo; todos enfrascados en la mejor práctica de la metamorfosis, dibujando caQmuflajes camaleónicos.


Después de estas consideraciones iniciales, aunque podamos comprender cualquier cosa, unas son más comprensibles que otras. Si prestamos atención a las habituales TERTULIAS mediáticas, destacan por la distorsión de sus funciones. Orientadas al esclarecimiento de los asuntos, con la colaboración de los diferentes intervinientes, incluso organizadas para su difusión al público de sus apreciaciones; suplantan las argumentaciones con voces altisonantes, con el agravante de su carácter atropellado y simultáneo de sus gritos. Si el escándalo incrementa las audiencias, desde luego no contribuye al mejor entendimiento. Ni conceptos aclarados ni comprensión, el griterío enfurruña al personal sin justificación.


Enseguida percibimos la sonoridad de los ambientes agobiantes. La invasión de los decibelios es planetaria, apenas habrá algunos liberados de su tumulto. La precariedad de los argumentos, las molestias originadas, los perjuicios derivados de su estruendo; no impiden la difusión de las estridencias. Abundan los inconvenientes, pese a lo cual, uno de sus efectos principales es el de servir de TAPADERA, porque mientras suenas sus fragores no se habla de otros asuntos acuciantes, que requerirían un trato inmediato para la búsqueda de soluciones. Asesinatos sin resolver, casos de corrupción reiterados, ventajismo de las grandes empresas, proyectos malversadores, altos jerifaltes encausados; son un muestrario elocuente.


Circulando por el nivel de ocupaciones de la gente corriente, la elevación de los tonos ruidosos, también es una realidad expresiva. Los EXABRUPTOS encienden las relaciones, ya empeñadas en que se les oiga a toda costa, emiten para esa extensión de influencias. Suenan en las discusiones de tráfico, los simples roces callejeros, hasta las disputas domiciliarias tienen esos aires amplificadores. Las motivaciones de esta jerigonza surgen del trípode enérgico a base de la indudable crispación en auténtica fase creciente, la frustración desprendida desde las penurias tratadas superficialmente y del apresuramiento que todo lo invade para deambular hacia ninguna parte en competición con las horas.

Algo queda meridianamente claro en esta revuelta de parloteos, estridencias y estrategias vociferantes, obstruyen con eficacia el flujo natural de las VOCES NORMALES de aquellos individuos que aún no se incorporaron a las tendencias manipuladoras. Si por un acaso estuvieran menos preparados, son menos codiciosos también, persiguen el logro de sus aspiraciones, pero sin aquellas pretensiones exageradas de la imposición a los demás, y menos con las malas manera. La modulación de las voces acoge una participación más amplia, tolerante, que promueve la capacidad cualitativa de la escucha, que siendo general, permanecía muy arrinconada.


Dentro de las voces apagadas, sólo ppercibidas por sus allegados, sean secuaces, consejeros o asesores debidamente remunerados; los SECRETEOS entre ellos adquieren proporciones relevantes, hasta el extremo de convertirse en uno de los procedimientos fundamentales de las tramoyas organizadas. De tanto repetirse los secreteos pasan a ser del dominio público, sin perjuicio de que continuen apagadas las voces de quienes sepan algo. Las componendas en torno a la extracción de dinero público son propensas al aplacamiento de las manifestaciones, mientras los cómplices que salen beneficiados de cada caso xontinuan con su actuación de disimulo y la mayor acumulación posible de preb3ndas.


En el sector de las insinuaciones, suave de tonalidad, pero quién sabe a qué alcances darán lugar sus mensajes; pueden sugerirse las tentaciones de futuras empresas comprometidas o una amenaza velada en sus comentarios si el arreglo no les pareciera posible. Por si su tono suave no fuera suficiente, suelen echar mano de la repetición, de un SONSONETE goteante. Sugieren colaboraciones fraudulentas, los silencios tolerantes o la participación directa en acciones alevosas. Es un runrún muy utilizado en la búsqueda de compinches con suerte varia. De las maquinaciones hechas en voz baja acaba por configurarse un denominador común, el de hacer caso omiso de los posibles perjudicados.


La verdad es un concepto delicado, sometido a un gran número de perspectivas, a las que llegamos por aproximaciones laboriosas, de difícil o imposible demostración. Cuesta mucho alcanzarlas y al fin siempre están pendientes de novedosas consideraciones. En vez de persistir en la búsqueda esforzada y las colaboraciones necesarias, funcionamos entre las opciones de poco fuste por la ligereza de sus procedimientos. Con excesiva frecuencia nos adherimos a la RUMOROLOGÍA con amplias parafernalias adobadas por la comodidad y el jolgorio. Si conviene, recurrimos a las mentiras sin paliativos introducidas por simples comentarios infundados.


Esa equiparación de rumores con auténticos razonamientos, culmina con la bienvenida que damos a la famosa postverdad, configurada para la vestimenta de los caprichos y componendas, los adorna como si fueran verdades genuinas, Devaluamos los requisitos de la razón, desplegando con fruición las banalidades. Damos entrada preferemte a las intromisiones, que bien por mala intención o por simple frivolidad, una vez infiltradas en la comunidad a divergencias que dificultan la convivencia.


Sea por el griterío, por expresiones casi imperceptibles, muchas veces subliminales; se ESCAMOTEA el único protagonismo justificado, el de las personas libres de las imposiciones ajenas, pero respetuosas con la libertad de los demás. Si bien, nunca estará resuelta esta tensión, siempre estaremos hablando de actitudes atenuantes para el bien de todos.

Gritos frente a susurros

Quiza despreciamos las formas expresivas, que luego devienen en elementos básicos de las relaciones
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 6 de abril de 2018, 01:37 h (CET)


En contra de las voces airadas, el aturdimiento que provocan impide su mejor entendimiento. En cuanto a los pronunciamientos suaves, a la fuerza, verán reducida su área de influencia. Ahora bien, sin salir de casa o en cualquier espacio exterior, queda patente cual de las dos formas de expresión es la más intempestiva, si soportan la transparencia, admiten los roces o toleran las múltiples posturas discordantes, serán detalles importantes a tener en cuenta para las relaciones comunitarias.


Actualmente, la cuestión de los contenidos aportados en una discusión, en un cambio de impresiones, o en las naturales confrontaciones de intereses, no pasa por su mejor momento; son más importantes otros elementos de la puesta en escena. El SURREALISMO supera su muestrario en torno a las rimbombantes maneras expresivas, en las supuestas pretensiones modernas de la comunicación. Algaradas callejeras ruidosas y sectarias , vociferantes que hacen lo contrario de lo que dicen, mensajes personalizados…a base de anónimos, repetición de mentiras flagrantes sin asomo de sonrojo; todos enfrascados en la mejor práctica de la metamorfosis, dibujando caQmuflajes camaleónicos.


Después de estas consideraciones iniciales, aunque podamos comprender cualquier cosa, unas son más comprensibles que otras. Si prestamos atención a las habituales TERTULIAS mediáticas, destacan por la distorsión de sus funciones. Orientadas al esclarecimiento de los asuntos, con la colaboración de los diferentes intervinientes, incluso organizadas para su difusión al público de sus apreciaciones; suplantan las argumentaciones con voces altisonantes, con el agravante de su carácter atropellado y simultáneo de sus gritos. Si el escándalo incrementa las audiencias, desde luego no contribuye al mejor entendimiento. Ni conceptos aclarados ni comprensión, el griterío enfurruña al personal sin justificación.


Enseguida percibimos la sonoridad de los ambientes agobiantes. La invasión de los decibelios es planetaria, apenas habrá algunos liberados de su tumulto. La precariedad de los argumentos, las molestias originadas, los perjuicios derivados de su estruendo; no impiden la difusión de las estridencias. Abundan los inconvenientes, pese a lo cual, uno de sus efectos principales es el de servir de TAPADERA, porque mientras suenas sus fragores no se habla de otros asuntos acuciantes, que requerirían un trato inmediato para la búsqueda de soluciones. Asesinatos sin resolver, casos de corrupción reiterados, ventajismo de las grandes empresas, proyectos malversadores, altos jerifaltes encausados; son un muestrario elocuente.


Circulando por el nivel de ocupaciones de la gente corriente, la elevación de los tonos ruidosos, también es una realidad expresiva. Los EXABRUPTOS encienden las relaciones, ya empeñadas en que se les oiga a toda costa, emiten para esa extensión de influencias. Suenan en las discusiones de tráfico, los simples roces callejeros, hasta las disputas domiciliarias tienen esos aires amplificadores. Las motivaciones de esta jerigonza surgen del trípode enérgico a base de la indudable crispación en auténtica fase creciente, la frustración desprendida desde las penurias tratadas superficialmente y del apresuramiento que todo lo invade para deambular hacia ninguna parte en competición con las horas.

Algo queda meridianamente claro en esta revuelta de parloteos, estridencias y estrategias vociferantes, obstruyen con eficacia el flujo natural de las VOCES NORMALES de aquellos individuos que aún no se incorporaron a las tendencias manipuladoras. Si por un acaso estuvieran menos preparados, son menos codiciosos también, persiguen el logro de sus aspiraciones, pero sin aquellas pretensiones exageradas de la imposición a los demás, y menos con las malas manera. La modulación de las voces acoge una participación más amplia, tolerante, que promueve la capacidad cualitativa de la escucha, que siendo general, permanecía muy arrinconada.


Dentro de las voces apagadas, sólo ppercibidas por sus allegados, sean secuaces, consejeros o asesores debidamente remunerados; los SECRETEOS entre ellos adquieren proporciones relevantes, hasta el extremo de convertirse en uno de los procedimientos fundamentales de las tramoyas organizadas. De tanto repetirse los secreteos pasan a ser del dominio público, sin perjuicio de que continuen apagadas las voces de quienes sepan algo. Las componendas en torno a la extracción de dinero público son propensas al aplacamiento de las manifestaciones, mientras los cómplices que salen beneficiados de cada caso xontinuan con su actuación de disimulo y la mayor acumulación posible de preb3ndas.


En el sector de las insinuaciones, suave de tonalidad, pero quién sabe a qué alcances darán lugar sus mensajes; pueden sugerirse las tentaciones de futuras empresas comprometidas o una amenaza velada en sus comentarios si el arreglo no les pareciera posible. Por si su tono suave no fuera suficiente, suelen echar mano de la repetición, de un SONSONETE goteante. Sugieren colaboraciones fraudulentas, los silencios tolerantes o la participación directa en acciones alevosas. Es un runrún muy utilizado en la búsqueda de compinches con suerte varia. De las maquinaciones hechas en voz baja acaba por configurarse un denominador común, el de hacer caso omiso de los posibles perjudicados.


La verdad es un concepto delicado, sometido a un gran número de perspectivas, a las que llegamos por aproximaciones laboriosas, de difícil o imposible demostración. Cuesta mucho alcanzarlas y al fin siempre están pendientes de novedosas consideraciones. En vez de persistir en la búsqueda esforzada y las colaboraciones necesarias, funcionamos entre las opciones de poco fuste por la ligereza de sus procedimientos. Con excesiva frecuencia nos adherimos a la RUMOROLOGÍA con amplias parafernalias adobadas por la comodidad y el jolgorio. Si conviene, recurrimos a las mentiras sin paliativos introducidas por simples comentarios infundados.


Esa equiparación de rumores con auténticos razonamientos, culmina con la bienvenida que damos a la famosa postverdad, configurada para la vestimenta de los caprichos y componendas, los adorna como si fueran verdades genuinas, Devaluamos los requisitos de la razón, desplegando con fruición las banalidades. Damos entrada preferemte a las intromisiones, que bien por mala intención o por simple frivolidad, una vez infiltradas en la comunidad a divergencias que dificultan la convivencia.


Sea por el griterío, por expresiones casi imperceptibles, muchas veces subliminales; se ESCAMOTEA el único protagonismo justificado, el de las personas libres de las imposiciones ajenas, pero respetuosas con la libertad de los demás. Si bien, nunca estará resuelta esta tensión, siempre estaremos hablando de actitudes atenuantes para el bien de todos.

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