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Como novedad añadida, al encuentro convocado por el Papa para preparar el Sínodo de los Jóvenes, se ha invitó a jóvenes de diferentes creencias, a participar en esa reunión preparatoria a través de las redes sociales, lo que da idea del cúmulo de referencias con que contará el Sínodo cuando inicie sus trabajos. El objetivo de la Iglesia es acompañar a los jóvenes para que reconozcan y acojan la llamada al amor y a la vida en plenitud. Y también pedirles que sean protagonistas del anuncio del Evangelio en esta época de confusión y choques ideológicos.
Como se indicaba en el documento preparatorio, sólo escuchando las aspiraciones de los jóvenes puede entreverse el mundo de mañana y las vías que la Iglesia está llamada a recorrer a su lado en el marco apasionante y transformador del mensaje de amor del Evangelio.
Hace muchos años leí el que fue uno de los más celebres libros de Jesús Urteaga, “Siempre alegres”. Era un recordatorio, entonces elemental y fácil de entender, de que lo lógico para un cristiano es estar alegre. ¿Es lo mismo estar alegre que ser feliz? Pues sin duda podríamos encontrarnos con infinidad de matices y podríamos darle muchas vueltas.
Han pasado dos mil años, apenas 60 o 70 generaciones, de la aparición de Jesús en el Cenáculo ocho días después de la resurrección. Si el mundo vive, en gran medida, de espaldas a esta referencia, se debe a que el entusiasmo inicial de los discípulos se ha vuelto tibio.
Viernes día 10, veo en TV que en toda Europa se han visto auroras boreales. Como la imaginación es “la loca de la casa” y dado la proximidad del aniversario de Fátima día 13, recuerdo que la Santísima Virgen en Fátima dijo que si el mundo no dejaba de ofender a Dios, sería castigado con una guerra peor, estaba terminando la primera guerra mundial.
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