El pasado sábado tuvo lugar el juramento al cargo de miles de concejales y concejalas, alcaldes y alcaldesas, personas de a pie que en un momento determinado de su vida decidieron dar un paso a la arena, a veces movedizas, de la política local, esa que encuentra en la proximidad con la ciudadanía la mayor de las alegrías pero también la dureza de la incomprensión de quienes desde las calles y plazas públicas en muchas ocasiones no entienden de la colisión entre el querer y el deber, entre el ánimo de ayudar a todas las personas que tocan las puertas de los consistorios y las obligaciones que en muchas ocasiones en forma de marco legislativo marcan el quehacer diario de las personas servidoras de lo público desde el acta capitular.