
Más de 32 millones de personas sufren inseguridad alimentaria aguda sólo en Sudán y Sudán del Sur, según ha advertido World Vision en un nuevo informe coincidiendo con el Día Mundial contra el Hambre que se celebra este miércoles, 28 de mayo.
El informe 'Sudan Crisis and Migration Emergency Response (SCRAMER)', elaborado a partir de más de 3.300 encuestas a hogares y decenas de entrevistas y grupos de discusión, dibuja un panorama "desolador de aumento del hambre, desplazamientos masivos y desmoronamiento del acceso a las necesidades básicas, especialmente para los niños y niñas".
Entre octubre de 2024 y mayo de 2025, se prevé que 24,6 millones de personas en Sudán --más de la mitad de la población-- se encuentren en situación de crisis o peor (fase 3+ de la IPC, el estándar mundial para medir la inseguridad alimentaria), con 8,1 millones en emergencia (fase 4) y al menos 638.000 en catástrofe (fase 5).
Sudán del Sur refleja esta "sombría" realidad, con casi 7,7 millones de personas (57%) que se espera que se enfrenten a un hambre de nivel de crisis entre abril y julio de 2025. "Estamos ante un abismo humanitario", ha declarado Simon Mane, director de Respuesta Multipaís.
"Cuando la mitad de la población de un país no sabe cuál será su próxima comida y cientos de miles de personas se encuentran en niveles catastróficos de inseguridad alimentaria, ya no se trata de una crisis, sino de un colapso. El mundo permanece impasible mientras millones de niños de África Oriental y Central corren peligro de desnutrición y hambre", ha explicado Mane.
El informe de World Vision documenta que Sudán tiene la tasa más alta de inseguridad alimentaria severa en los hogares entre los seis países encuestados, con un 38,7%, y más de la mitad informando de una inseguridad alimentaria moderada.
Fuera de Sudán, sólo el 6,21% de los hogares encuestados tienen niveles de consumo de alimentos aceptables. En Etiopía, la inseguridad alimentaria está profundamente arraigada; el 89% de los hogares encuestados en Uganda y casi el 87% en la República Centroafricana (RCA) recurren a mecanismos extremos para hacer frente a la situación, como saltarse comidas, pedir alimentos prestados o reducir el tamaño de las raciones. En la República Centroafricana, menos del 1% de los hogares encuestados declararon tener poco o ningún estrés alimentario, lo que pone de manifiesto que el hambre se ha convertido en la norma y no en la excepción. La infancia es la más afectada.
En los seis países -Sudán, Sudán del Sur, República Centroafricana, Chad, Etiopía y Uganda- el informe pone de relieve un acusado deterioro del bienestar infantil. Las tasas de abandono escolar se están disparando, mientras que los desplazamientos, los traumas y la exposición a la violencia y las enfermedades se están convirtiendo en una trágica rutina.
Las niñas, en particular, se enfrentan a mayores riesgos de violencia y explotación. El acceso a la ayuda humanitaria sigue siendo irregular e insuficiente. Muchos hogares encuestados declararon no haber recibido ninguna ayuda en los últimos seis meses, mientras que la entrega de ayuda se ve a menudo interrumpida por la inseguridad, los obstáculos logísticos y las deficiencias de financiación.
El acceso a los mercados se ve limitado por los elevados costes del transporte y los problemas de seguridad, y la inclusión financiera es desigual: mientras que más del 92% de los ugandeses utilizan dinero móvil, países como la República Centroafricana están muy por detrás, con sólo un 4,5% de acceso a estos servicios.
"Casi todo va en contra de la población de África Oriental y Central en lo que respecta al acceso a los alimentos. La situación ya era grave antes de los recientes recortes de la financiación mundial, y ahora se deteriorará aún más, a menos que la comunidad internacional dé un paso al frente y dé prioridad a las vidas de los niños y niñas de esta región", continúa Simon Mane.
El informe pide intervenciones urgentes y multisectoriales que incluyan ayuda alimentaria de emergencia, dinero en efectivo y cupones de asistencia, protección de la infancia e inversión en agua, saneamiento y sistemas de salud. También pide a la comunidad internacional que dé prioridad a las voces de las poblaciones afectadas y abogue por un acceso seguro a las personas atrapadas en zonas de difícil acceso.
"Tenemos que hacer algo más que responder: tenemos que escuchar, adaptarnos y construir soluciones duraderas", ha afirmado Simon Mane.
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