MADRID, 24 (OTR/PRESS) La presidenta madrileña ha pasado una semana convulsa. A las puertas del congreso de su partido, con los barones autonómicos moviéndose para marcar terreno, a ella, que tanto gusta de dejar su impronta como alternativa, se le acumulan los problemas. Vayamos por partes: en primer lugar, los profesores de la educación pública se han echado a la calle hartos de recortes, falta de financiación y agravios con la concertada y la privada que gozan de todas las bendiciones y parabienes del Ejecutivo autonómico. Prueba de ello es la asfixia económica de universidades como la Complutense, la Autónoma, o la Carlos III, frente a la proliferación descontrolada de centros privados que no son la primera opción de los que aprueban la EVAU. Se comprende perfectamente que el profesorado esté hasta las narices. Y saben muy bien quién es la responsable. También, esta semana, han recuperado protagonismo público los problemas con la Justicia de su compañero sentimental Alberto González Amador, quien ha declarado como testigo ante el Supremo, en la investigación por la filtración de su carta de aceptación de delitos fiscales. Por último, y lo más grave, la imputación de dos altos cargos de Ayuso por el denominado "protocolo de la vergüenza" que condenó a muerte a miles de ancianos a los que se prohibió trasladar a los hospitales en la epidemia de Covid. Esas 7.291 muertes, la mayoría en soledad y abandonados en sus habitaciones de los asilos, y de los que Díaz Ayuso dijo en la Asamblea de Madrid "no se hubieran salvado en ningún sitio", son ahora una causa penal de incierto recorrido y que el Gobierno de Madrid confiaba en su prescripción. Además, un informe del hospital Ramón y Cajal desmiente a la presidenta al asegurar que, entre el 40 y el 70 por ciento de los ancianos trasladados a los hospitales si se salvaron. Así es que se tendrá que tragar sus palabras de: "siempre están criticándonos con lo mismo, siempre nos están llevando con las mismas mierdas". Este tono arrogante y faltón es el que utiliza en los debates con la oposición en la cámara madrileña y que ahora le va a resultar difícil seguir usando. Es una pena que la portavoz de Más Madrid, Manuela Bergerot, utilice la soflama y la provocación, que le vienen como anillo al dedo a la presidenta madrileña. Su convicción de impunidad, de poder, y de ascendiente ante la cúpula de Feijóo, ya no está tan clara, cuando su gobernanza se convierte en un problema para sus propias siglas. No conviene al aspirante a Moncloa que los madrileños se cansen de su chulería.
|