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Extraordinaria película de 1963 en donde se narran dos historias paralelas, una la juventud y adolescencia con su ímpetu y otra la senectud y soledad con su experiencia, tanto una como otra demuestra que el amor unifica los extremos y hace feliz a las personas sin importar la edad que se tenga.
Cientos de jueces y fiscales se manifiestan a las puertas del Tribunal Supremo para mostrar su disconformidad con la ley que al parecer pretende sacar el Gobierno con la poca virtuosa intención de controlar [también] el poder judicial, de tal manera que ya tendría el muñeco vestido a su gusto y a nuestro disgusto.
Sin corruptores oligárquicos y estadounidenses, no habría corruptos en las altas instancias del Estado. Obviamente hay un claro objetivo de los corruptores: que solamente se persiga a los corruptos. Porque, enriqueciendo la frase de Groucho Marx sobre los principios, “estos son mis corruptos, si no le gustan, tengo otros”.
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