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Madagascar: el lado oscuro del doblaje | |||
| Gonzalo G. Velasco | |||
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Es una tarea harto difícil acometer una crítica de Madagascar con un mínimo rigor profesional, al menos tan difícil como concentrarse en su historia sin que el doblaje más chocarrero, cutrón y vergonzoso en eones te nuble la vista y la percepción. Confieso, por tanto, que aunque traté con todas mis fuerzas de involucrarme en esta película aparentemente simpática, jamás llegué a formar parte de ella ni siquiera para poder echar pestes acerca de su contenido, lo cual me llena de desazón. Y es que no deja de resultar chocante que la mayor parte de la crítica haya focalizado su discurso alrededor del presunto mensaje conservador del film (los animales se muestran más partidarios de la cautividad que de la vida salvaje en libertad), el diseño anguloso y esquemático de las animaciones (supuestamente innovador) o las referencias cinéfilas autoconscientes (entre otras, a El Planeta de los Simios, American Beauty, y Naúfrago), pasando por alto algo que supone una barrera infranqueable para empatizar con el film, como es su horrendo doblaje, más propio de un programa paródico de televisión tipo El Informal que de una producción cinematográfica de calidad. Como ven, estoy bastante indignado. Y eso que no me gano el pan como actor de doblaje y puedo permitirme que el problema me la refanfinfle. Pero es que la cosa clama al cielo. Con la de buenos actores de doblaje profesionales que hay en este país… ¿por qué tenemos que aguantar las interpretaciones burdas, descreídas e insípidas de arribistas sin talento como Alexis Valdés o imitadores garbanceros como Paco León? Si de lo que se trata es de atraer gente al cine mediante voces con gancho comercial, introduzcamos ya como dobladores a los protagonistas de la prensa rosa, que están más de moda. Se me ocurre que la Duquesa de Alba tendría un timbre perfecto para doblar alienígenas borrachos, en tanto que el tipo ese de los pantalones a la altura de las glándulas suprarrenales novio de la Pantoja, daría el perfil ideal como villano de la función. Aclarado esto, les comento desde mi perspectiva claramente mediatizada por la mala leche, que Madagascar no está a la altura de los últimos hits de la animación en tres dimensiones, ni en cuanto a forma, ni en cuanto en contenido. Sobre unos personajes huecos, sin atisbo de alma o de personalidad y, para más INRI, víctimas de un diseño plástico lastrado por su excesivo afán de originalidad, resulta cuanto menos complicado levantar una película. De ahí que la única salida que se les ocurra a sus guionistas sea la de incluir guiños referenciales a troche moche, (una estrategia que ya empieza a cansar lo suyo después de que películas como Shrek 2 la hubieran llevado hasta el paroxismo), y refugiarse de vez en cuando en algún que otro personaje secundario con gracejo pero descontextualizado, como el jefe de los pingüinos. Ante la magnitud del desastre, es de agradecer que sus responsables decidan cortar por lo sano en el tramo final para, saltándose a la torera las reglas de ritmo y progresión narrativa más elementales, forzar el desenlace de la historia al menos diez minutos antes de lo que le correspondía. Un último consejo: salgan del cine en cuanto los créditos comiencen a aparecer o tendrán que sufrir un atentado musical de primera línea con la canción escogida para coronar el despropósito. |
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