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Mientras todas las miradas se centran en la electricidad, la cesta de la compra o el alquiler, la conexión que sostiene nuestro sueldo apenas se cuestiona. Sin embargo, la calidad —y el precio— de la fibra dicta cuántos proyectos entregamos a tiempo, cómo nos perciben los clientes y qué tan competitivos somos frente a colegas remotos de medio mundo.
La soberanía IT de Europa respecto de Estados Unidos es nula. La estadística sitúa en prácticamente un 90% el porcentaje de datos europeos que están en posesión de empresas estadounidenses. Por si fuera poco, las compañías americanas son quienes dominan el mercado del cloud sin ninguna oposición con cerca del 85% gracias a Azure, AWS y Google Cloud. Y a ello se suma una normativa muy laxa en cuanto a licitaciones para las empresas extranjeras en todo el territorio europeo.
En muchas zonas rurales, tener internet sigue siendo una lotería. Si no hay fibra y la señal del móvil entra como el hilo de una aguja, la frustración está garantizada. Y no es solo una cuestión de ver series sin cortes: hablamos de estudiantes que no pueden conectarse a clase, agricultores que no pueden usar sus sensores, o pequeños negocios que no pueden ni enviar una factura.
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