Laura Trillo es terapeuta felina desde hace 12 años. Un buen día decidió abandonar el diseño gráfico para dedicarse a su pasión: los felinos. Durante una década trabajó voluntariamente en una protectora de animales en donde cada caso era diferente, “los gatos llegaban con todo tipo de traumas y comportamientos, con caracteres muy diferentes. Yo les ayudaba a adaptarse a la situación de abandono y compartir las estancias con otros gatos”, afirma. Nunca estudió veterinaria, pero asegura que el conocimiento del gato siempre fue innato en ella.

Hoy trabaja plenamente en un proyecto propio: Terapia Felina. Una página web dedicada al mundo del gato y que se ha convertido en su particular escaparate. A través de ella oferta nuevos cursos y seminarios, además de  divulgar sus publicaciones en revistas como Pelo, Pico, Pata o Veternatur. Atiende a una media de 20 clientes por mes y la mitad del año viaja por toda España impartiendo cursos sobre comportamiento felino.

  “La etología se me queda corta para ayudar a los gatos. Hay muchas cosas para comprenderles que no están escritas en los libros” afirma la terapeuta. Flores de Bach, Reiki y comunicación animal son algunos de sus métodos. Declara abiertamente que lo que ella hace “es diferente” y que los felinos han sido siempre “los grandes olvidados”.

Su trabajo funciona con visitas a domicilio, pero asegura que también es posible realizar los tratamientos de forma online, “trabajo a distancia con vídeos y fotos, luego los seguimientos los hago por teléfono o por e-mail”, dice Laura.

Entre sus perspectivas de futuro está crear su propia fundación para el tratamiento de los felinos, pero también impulsar lo que ella hace, formando a nuevos terapeutas, “no está homologado pero es una profesión muy digna y necesaria en estos momentos” afirma.

LA RESPUESTA CIENTÍFICA

Los métodos naturales se enfrentan a la etología, ciencia que estudia el comportamiento de los animales, y que, más cercano a la psiquiatría, combina la medicación con diferentes terapias.

Miguel Ibáñez es catedrático de veterinaria en la Universidad Complutense de Madrid y es uno de los pocos expertos en psiquiatría animal. “Esta especialidad no está reconocida como tal dentro de la veterinaria, pero son muchos los estudios que confirman su existencia” dice el etólogo y veterinario que en los años ‘70 trabajó junto a Felix Rodríguez de la Fuente.

En 1992 fundó la Clínica del Comportamiento Animal integrada dentro de la misma facultad y que ha atendido cientos de casos de animales con problemas de comportamiento. “Obsesiones, miedo a la separación y malas costumbres son los problemas más comunes que recibimos en la clínica” dice el doctor. Y aunque reconoce que el número de pacientes ha aumentado desde la aparición de realities como El encantador de perros, las terapias y tratamientos no tienen nada que ver con “aquella manera” en que atienden los casos “personas sin una formación científica y médica”.

Los tratamientos cuestan unos 110 euros y su duración puede ir desde meses hasta años... Al igual que en psiquiatría humana, los psicofármacos son un recurso habitual para la modificación de conductas, “El Prozac perruno existe, y se utiliza del mismo modo que para humanos, aunque siempre combinado con tratamientos de conducta”.

La entrevista se convierte en un concierto anecdotario apasionante y muy difícil de perturbar. La melodía del discurso de Ibáñez y la expresión que se cruza en su narración denotan irremediablemente lo que este maestro de la veterinaria siente por el mundo animal. Pasión.