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Dos políticos de países diferentes y con ambages políticos muy distintos salían a la palestra esta semana

Poner buena fama a los políticos

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WASHINGTON -- . Los dos dijeron verdades difíciles y nos recordaron que no deberíamos de utilizar la palabra "político" con desprecio rutinario.

La historia más amable es la jubilación del congresista Barney Frank, el Demócrata por Massachusetts que nunca tuvo miedo de enfurecer a la gente -- ni de hacerla reír. Pero hay más sobre Frank dentro de poco. Muy poca atención se ha prestado en estas costas al notable discurso pronunciado en Berlín el lunes por el ministro de exteriores polaco, Radoslaw Sikorski.

Ofrecía lo que puede sonar a gancho del año: "Seré probablemente el primer ministro polaco de exteriores de la historia que lo dice, pero así son las cosas: temo menos al poder alemán de lo que empiezo a temer a la inactividad alemana".

No hay que saber gran cosa de la historia polaca (basta con recordar la invasión Nazi de 1939) para darse cuenta de la extraordinaria alocución que se trata. El centroderechista Sikorski se valió del lenguaje más dramático que supo encontrar para describir sus temores por el colapso del euro y para difundir su "exigencia" de que Alemania utilice su fortaleza económica para ayudar a "sobrevivir y prosperar" a la eurozona.

También dijo una verdad que para Alemania es inconveniente: "que es el mayor beneficiario de los acuerdos en vigor y que por tanto tiene la obligación mayor de hacerlos sostenibles". Alemania "no es víctima inocente del despilfarro ajeno". He de destacar que Sikorski está casado con mi colega del Washington Post Anne Applebaum, aunque no es ésa la razón de que yo escriba esto.

Siendo justos, nada de esto es fácil para la Canciller alemana Angela Merkel. El mundo necesita que Alemania ponga en circulación un montón de dinero para ayudar a Europa a superar esta crisis. Pero esto será comprensiblemente impopular entre el electorado alemán, que piensa que se le está pidiendo financiar los errores de los demás países. A esos países, a su vez, se les está pidiendo que acepten estrictos límites a sus propias decisiones democráticas al acceder por fuerza a políticas dictadas por los que tienen la liquidez para afrontar sus facturas. Es un caos desagradable que amenaza a la prosperidad de todo el mundo.

Y es la razón de que admire lo que hizo Sikorski. Dijo abiertamente lo que hay que decir abiertamente, y de una forma que llamó la atención de todo el mundo. Hizo bien en decir a los alemanes que a pesar de todas sus quejas, se han beneficiado más que ningún otro país europeo de la existencia de la moneda única. También hizo bien en subrayar los peligros de la duda. Si el poder corrompe, la indefensión también. Sólo Alemania tiene el poder para arreglar las cosas, y tiene la obligación de darle uso.

Un político que entenderá la extravagante franqueza de Sikorski es Barney Frank, que nunca rehusó un enfrentamiento y nunca dejó nada en el tintero. Mucho se ha dicho de las habilidades retóricas de Frank, de su personalidad irritable -- "Ni siquiera tengo que simular que intento ser agradable con personas que no me caen bien", decía al describir una de las alegrías de abandonar la política -- y de su orientación sexual. Pero lo que hay que subrayar es que se toma en serio el proceso de la administración pública, a todos los niveles. La suya no es una variante en boga del progresismo, sino el tipo de la vieja escuela que considera que el estado existe para solucionar problemas y ayudar a aquéllos a los que se les acabó la suerte.

"Tenemos una cantidad muy grande de personas que, aunque no han cometido falla, han perdido todo lo que tienen", ha dicho. "Bien, soy un gran incondicional del sistema de libre mercado, pero también estoy convencido de que hay valores importantes que sólo pueden reivindicarse si actuamos juntos a través del estado".

Esta es la razón de que encuentre al Partido Republicano actual escorado a la derecha tan difícil de tratar. Frank es presentado a menudo como ultrapartidista, pero no es él quien lo es. En 1978 cabreó a muchos Demócratas al apoyar a dos Republicanos de izquierdas, el Senador Edward Brooke y el candidato a la gobernación de Massachusetts Frank Hatch.

Los Republicanos así, no obstante, no tienen nada en común con la actual Cámara de Representantes Republicana, que Frank describe con precisión meridiana. "Consta de una mitad de gente que piensa como la candidata conservadora Michele Bachmann", dice, "y de gente que tiene miedo a perder unas primarias frente a los que piensan como la candidata conservadora Michele Bachmann".

Estoy impaciente porque Frank debute como tertuliano. Pero debería de ser recordado como el político que nos recordó que la primera definición de política que aparece en el diccionario es "arte o ciencia de la administración pública". Ésa es la pasión que Sikorski y él tienen en común.

Poner buena fama a los políticos

Dos políticos de países diferentes y con ambages políticos muy distintos salían a la palestra esta semana
E. J. Dionne
miércoles, 7 de diciembre de 2011, 07:54 h (CET)

WASHINGTON -- . Los dos dijeron verdades difíciles y nos recordaron que no deberíamos de utilizar la palabra "político" con desprecio rutinario.

La historia más amable es la jubilación del congresista Barney Frank, el Demócrata por Massachusetts que nunca tuvo miedo de enfurecer a la gente -- ni de hacerla reír. Pero hay más sobre Frank dentro de poco. Muy poca atención se ha prestado en estas costas al notable discurso pronunciado en Berlín el lunes por el ministro de exteriores polaco, Radoslaw Sikorski.

Ofrecía lo que puede sonar a gancho del año: "Seré probablemente el primer ministro polaco de exteriores de la historia que lo dice, pero así son las cosas: temo menos al poder alemán de lo que empiezo a temer a la inactividad alemana".

No hay que saber gran cosa de la historia polaca (basta con recordar la invasión Nazi de 1939) para darse cuenta de la extraordinaria alocución que se trata. El centroderechista Sikorski se valió del lenguaje más dramático que supo encontrar para describir sus temores por el colapso del euro y para difundir su "exigencia" de que Alemania utilice su fortaleza económica para ayudar a "sobrevivir y prosperar" a la eurozona.

También dijo una verdad que para Alemania es inconveniente: "que es el mayor beneficiario de los acuerdos en vigor y que por tanto tiene la obligación mayor de hacerlos sostenibles". Alemania "no es víctima inocente del despilfarro ajeno". He de destacar que Sikorski está casado con mi colega del Washington Post Anne Applebaum, aunque no es ésa la razón de que yo escriba esto.

Siendo justos, nada de esto es fácil para la Canciller alemana Angela Merkel. El mundo necesita que Alemania ponga en circulación un montón de dinero para ayudar a Europa a superar esta crisis. Pero esto será comprensiblemente impopular entre el electorado alemán, que piensa que se le está pidiendo financiar los errores de los demás países. A esos países, a su vez, se les está pidiendo que acepten estrictos límites a sus propias decisiones democráticas al acceder por fuerza a políticas dictadas por los que tienen la liquidez para afrontar sus facturas. Es un caos desagradable que amenaza a la prosperidad de todo el mundo.

Y es la razón de que admire lo que hizo Sikorski. Dijo abiertamente lo que hay que decir abiertamente, y de una forma que llamó la atención de todo el mundo. Hizo bien en decir a los alemanes que a pesar de todas sus quejas, se han beneficiado más que ningún otro país europeo de la existencia de la moneda única. También hizo bien en subrayar los peligros de la duda. Si el poder corrompe, la indefensión también. Sólo Alemania tiene el poder para arreglar las cosas, y tiene la obligación de darle uso.

Un político que entenderá la extravagante franqueza de Sikorski es Barney Frank, que nunca rehusó un enfrentamiento y nunca dejó nada en el tintero. Mucho se ha dicho de las habilidades retóricas de Frank, de su personalidad irritable -- "Ni siquiera tengo que simular que intento ser agradable con personas que no me caen bien", decía al describir una de las alegrías de abandonar la política -- y de su orientación sexual. Pero lo que hay que subrayar es que se toma en serio el proceso de la administración pública, a todos los niveles. La suya no es una variante en boga del progresismo, sino el tipo de la vieja escuela que considera que el estado existe para solucionar problemas y ayudar a aquéllos a los que se les acabó la suerte.

"Tenemos una cantidad muy grande de personas que, aunque no han cometido falla, han perdido todo lo que tienen", ha dicho. "Bien, soy un gran incondicional del sistema de libre mercado, pero también estoy convencido de que hay valores importantes que sólo pueden reivindicarse si actuamos juntos a través del estado".

Esta es la razón de que encuentre al Partido Republicano actual escorado a la derecha tan difícil de tratar. Frank es presentado a menudo como ultrapartidista, pero no es él quien lo es. En 1978 cabreó a muchos Demócratas al apoyar a dos Republicanos de izquierdas, el Senador Edward Brooke y el candidato a la gobernación de Massachusetts Frank Hatch.

Los Republicanos así, no obstante, no tienen nada en común con la actual Cámara de Representantes Republicana, que Frank describe con precisión meridiana. "Consta de una mitad de gente que piensa como la candidata conservadora Michele Bachmann", dice, "y de gente que tiene miedo a perder unas primarias frente a los que piensan como la candidata conservadora Michele Bachmann".

Estoy impaciente porque Frank debute como tertuliano. Pero debería de ser recordado como el político que nos recordó que la primera definición de política que aparece en el diccionario es "arte o ciencia de la administración pública". Ésa es la pasión que Sikorski y él tienen en común.

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