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Etiquetas | El mono con dos pistolas

El peligro de la ignorancia

Guillem Salvador
Redacción
jueves, 21 de abril de 2005, 00:43 h (CET)
Por mucho que se luche contra ello, parece ser que los gritos racistas de los campos de fútbol no acaban de apagarse. Decenas de descerebrados siguen insultando sin razón en cada partido embruteciendo el ambiente.

Desconozco si lo harán por provocar, ignoro si insultan por puro mimetismo, o para desconcentrar a los jugadores del equipo oponente, pero la verdad es que a mi personalmente lo único que consiguen darme es asco.
No hay que confundirse, el racismo no se concentra solamente en los sectores de ultras de las gradas, ese sentimiento desfasado e incompresible salpica todas las zonas del estadio, desde el conserje del campo hasta los empleados de seguridad.

La xenofobia es un mal que hay que erradicar, pero por mucho que pienses que es algo de círculos muy reducidos, cuando menos te lo esperas, un amigo tuyo o un compañero de trabajo te suelta uno de esos comentarios tan vulgares que suelen emplear del estilo de “corren tanto porque en áfrica les persiguen los leones”. Es más, probablemente, si me pongo a pensar, me cuesta encontrar a gente que no haya dicho alguna vez en su vida una incongruencia del estilo de “yo no soy racista, pero a mi los gitanos...”.

El otro día en el Levante-Real Madrid mi indignación llegó a sus niveles máximos, cada vez que Congo o Ettien tocaban el balón, los energúmenos de los Ultras Sur se ponían a imitar a un mono. Sin comentarios. Como estaba cerca de su posición me dediqué a observarlos para estudiar su comportamiento y observe muchas cosas curiosas.

Me llamó la atención su forma de actuar, no hacían más que mirarse mutuamente, como preocupados de estar haciendo bien su papel; mantener la pose de hincha violento conllevaba un cierto esfuerzo para ellos. Todos imitaban como loros a un par de cabecillas que disfrutaban como enanos de su posición de liderazgo, esos cabecillas al mismo tiempo daban las ordenes con naturalidad, como si la situación fuera de su día a día.

Antes de entrar al estadio también me había cruzado con ellos, y como no, esos cabecillas iban en las primeras filas de la expedición con la cabeza bien alta presumiendo de sus pupilos. La manada de borregos no parecía rezumar cultura, de vez en cuando coreaba lemas del estilo de “alarma soy fascista, terror del comunista”, “siempre fascista, siempre madridista” o “sin heil, sin heil”. La vergüenza ajena invadía mi cuerpo al ver esas caras tan jóvenes gritando semejantes barbaridades, seguramente, si Hitler levantara la cabeza y viera que tipo de salvajes son los que siguen su doctrina, se arrepentiría de muchas cosas. Tengo la teoría de que esta gente simplemente quiere ser radical y diferente, perfectamente, si en lugar de rodearse de nazis se hubieran rodeado de anarquistas en estos momentos sus proclamas rezarían frases como “anarquía y cerveza fría” o “no votes, haz la anarquía”.

Creo que la solución no es atacarles con penas de cárcel o multas, la solución empieza por acabar con esas pequeñas “bromas” que sueltan algunos a la ligera cuando le dicen al “negro” de su equipo que corra más. Tenemos que hacer que se queden solos, para que se den cuenta de que los únicos retrogradas desequilibrados son ellos, y que en el deporte no hay sitio para sus cuerpos insulsos y carentes de ideología seria. Hagamos el esfuerzo de no permitir que nadie trate mal a nadie por su raza o por su condición social, no le riamos las gracias al listillo de turno, acabemos con esta escoria.

El comportamiento de los aficionados del Levante U.D. fue ejemplar. Cada vez que los jóvenes “rebeldes” insultaban a un jugador con frases racistas, la gente empezaba a silbar para callarlos, incluso Roberto Carlos mostró su desagrado con semejante falta de educación y civismo.
Menudos rebeldes, que pena de chavales, la única forma que tienen de sentirse bien es llamando la atención y metiendo miedo al personal decente.

Me gustaría ver que le decía cualquiera de esos pajarracos a Ettien si se lo encontraban a solas por la calle, me parece que si hace falta hasta le limpiaba los zapatos con la lengua.

 
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