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Cómo pasar 48 horas en Milán como un lugareño | |||
No se trata de ver más, sino de ver mejor | |||
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Milán es más que moda, pasarelas y escaparates de lujo: es una ciudad que atrae miradas de todo el mundo. En 2023, Italia rompió récords con más de 133 millones de llegadas y 447 millones de noches en alojamientos. ¿Y Milán? Bueno, se llevó su buena parte del pastel. La ciudad se posicionó como la tercera más visitada del país, con unos 12,5 millones de personas pisando sus calles. Sólo Roma y Venecia la superan. Pero claro, con tanta gente llegando, surge una duda inevitable: ¿cómo disfrutar Milán sin caer en los lugares que todos visitan o en lo que hace todo el mundo? Cada vez más viajeros apuestan por ir despacio, literalmente. El llamado slow travel está en auge: el 84 % de los operadores turísticos italianos dicen que lo notan y el 83 % de los turistas buscan propuestas más sostenibles. Además, hay un 43 % más de personas interesadas en actividades que no abarcan el tour de siempre. Y es por esa razón que muchos arrancan su visita con un free tour en Milán. Antes de arrancar: ¿qué tiene Milán que la hace tan especial? Milán es más que una parada entre Roma y Venecia. Atrae por sus monumentos, pero también por su ritmo moderno, su energía creativa y su estilo de vida. Eso sí, para disfrutarla de verdad hay que sacarse de la cabeza la idea de que es “sólo una ciudad de negocios”. Hay otra Milán, más auténtica, una que se descubre caminando sin prisas y mezclándose con los locales. ¿Listo para vivirla en 48 horas? Vamos día por día. Día 1 – un paseo entre historia, arte y barrios alternativos Mañana: Duomo, Galleria y brunch con sabor local Empieza el día con un clásico: el Duomo. Llega temprano, tipo 8 a.m., para evitar multitudes y sube a las terrazas (eso sí, reserva antes). Las vistas valen cada escalón. De ahí, cruza la Galleria Vittorio Emanuele II. No solo es preciosa, sino que es perfecta para un café rápido en la barra de alguno de sus bares. Si te da hambre, busca un brunch local con brioches rellenos o una buena michetta, ese pan inflado tan milanés. ¿Moda? Aún no. Mejor toma un desvío hacia Brera, un barrio con aire romántico, callecitas peatonales y ese encanto que hace que parezca otra ciudad. Además de la pinacoteca, tienes talleres de arte, librerías escondidas, cafés con personalidad y músicos callejeros que le ponen banda sonora al paseo. Tarde: rascacielos, color y vida cotidiana Después de almorzar, cambia de escenario y ve a CityLife, el lado moderno de Milán. Encontrarás torres diseñadas por Zaha Hadid y Arata Isozaki, espacios verdes para picnic y hasta un castillo surrealista: el Castello Pozzi, que parece salido de un cuento. ¿Quieres ver algo distinto? Toma un tranvía hasta Vía Lincoln, el llamado “barrio arcoíris”. Casitas de colores, jardines floridos y lo mejor de todo, muy pocos turistas. Se siente más a Burano que a Milán y eso es lo lindo: te da una idea de cómo vive la gente más allá del centro. Noche: aperitivo y cultura de bar En Milán, la noche empieza con un aperitivo. Es toda una institución: negronis, martinis, y ese toque social que se vive en cada bar. Lo inventaron en los años 30 y desde entonces no paró de crecer. ¿Dónde? En Navigli, sin duda. Es el barrio de los canales, con vibra bohemia, bares por todas partes, puestos de arte y luces reflejadas en el agua. Siéntate con un Campari Spritz (Prosecco, Campari y soda) y disfruta el momento. O si tienes ganas de algo más movido, haz un tour gastronómico por la zona. Día 2 – naturaleza, arquitectura y sabores milaneses Mañana: pedalear entre árboles y casas de cuento Arranca el día con aire puro en el Parco Nord, el pulmón verde del norte de Milán. Es enorme, lleno de senderos, y perfecto para alquilar una bici y cruzarte con familias locales. Algunos lo comparan con un pequeño Central Park milanés. A pocos minutos está el Villaggio dei Giornalisti, en la zona de Maggiolina. Lo más curioso: unas casitas redondas tipo iglú que parecen sacadas de un libro infantil. Las llaman las “casas de los gnomos” y son parte de un barrio que surgió a principios del siglo XX como refugio tranquilo para periodistas. Tarde: rincones tranquilos y comida con historia Vuelve al centro y pasa por Piazza Sant’Alessandro: pequeña, barroca y escondida entre callejones cerca del Duomo. Es perfecta para un café en la terraza. Después, anda al Mercato Centrale. Ahí puedes almorzar platos tradicionales como un risotto alla milanese (con azafrán) o un ossobuco bien jugoso. ¿Más opciones locales? La cassoeula (guiso de cerdo con col) o un minestrone cargado de verduras. Para llevarte un recuerdo original, busca artesanías en tiendas de diseño de la zona de Corso Como o en las librerías de arte de Porta Venezia. Noche: despedida entre murales y panettone Cierra el viaje en un rincón poco conocido: la Piazza Governo Provvisorio, en Turro. Es una calle verde, sin asfalto, donde reina el silencio. Tiene ese aire de barrio que sorprende. Cena algo simple en un bistró del barrio, prueba un helado artesanal, y si queda espacio: panettone. Sí, ese bizcocho navideño que nació en Milán y hoy da la vuelta al mundo. Conclusión Vivir Milán en 48 horas como un local no se trata de ver más, sino de ver mejor. El slow travel y la búsqueda de experiencias reales encajan perfecto con esta Milán más cercana y humana. Porque al final, lo que queda no son sólo fotos del Duomo, sino las charlas en una plaza, los sabores compartidos y esa sensación de haber conectado con algo auténtico. |
La doctora Anita Scrivo explica que "la endometriosis se caracteriza por la presencia de tejido endometrial fuera del útero, lo que puede provocar inflamación, dolor crónico e incluso afectar órganos adyacentes" La endometriosis es una patología ginecológica crónica que, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta aproximadamente al 10% de las mujeres en edad reproductiva en todo el mundo.
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