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El mito de la revolución

Hacerla o defenderla, es igual, no sirve de nada
Iván Durán Sánchez
viernes, 22 de noviembre de 2024, 09:59 h (CET)

La idea de revolución ha trascendido hasta la actualidad convirtiéndose en una idea bastante atractiva para las mentes más desertoras. La idea de revolución significa el suceso de un cambio drástico y generalmente violento o radical en las estructuras políticas, sociales, económicas o culturales de una sociedad. Suele implicar una transformación profunda en el sistema de gobierno, en las instituciones o en la forma en que se organiza la vida social. Comúnmente, se produce porque un grupo social se impone ante otro, ya sea por su ideología o pensamiento. Esta idea está presente en varios ámbitos del conocimiento humanista, en la historia, en la filosofía, etc.


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La filósofa y revolucionaria Simone Weil trabajó en la planta de Renault en Billancourt, París durante el invierno de 1934 a 1935 como parte de su compromiso con comprender de primera mano las condiciones de vida de los trabajadores. Aunque ella procedía de una familia acomodada y había sido profesora de filosofía, Weil decidió experimentar lo que vivían los obreros para poder mejorar sus ideas filosóficas con la realidad social. En la fábrica, ella trabajó como operaria en una cadena de montaje. Su vivencia resultó sumamente compleja: relató jornadas laborales agotadoras, un estado de alienación física y mental intenso, y condiciones de trabajo inhumanas. A pesar de que sólo permaneció unos meses, Weil usó esta experiencia como base para su análisis del trabajo industrial moderno y de la explotación capitalista.


En la obra de Weil <<La gravedad y la gracia>> podemos encontrar un aforismo desalentador en su última página: "No es la religión, sino la revolución, la que es el opio del pueblo". En esta máxima, Weil nos viene a desvelar la conclusión después de años de trabajo, estudio e investigación. No sirve de nada la revolución. Hacerla o defenderla, es igual, no sirve de nada. Al final, las revoluciones, por mucho ruido que pretendan hacer, y aunque muchas de ellas lo consiguen, no alcanzan ese cambio tan deseado. Si los altos cargos gobernantes (sea de lo que sea) no deciden cambiar su ideología, una acción o ciertas normas impuestas, la revolución no lo hará por ellos. 

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