Recuerdo una clase de literatura en mi colegio concertado (en el que pagabas poco y tenías mucho). Tenía diecisiete años y entendía más bien poco de poesía. Ahora entiendo solo un poco más, por lo que sigue quedándome un largo camino hasta entender mucho.
Bien, hubo en aquellos maravillosos años, una clase de lengua y literatura que me hizo interesarme por la poesía, mi profesor consiguió lo que todo profesor sueña, que una clase suya interesase tanto a alguien como para que buscase información adicional (y si es un profesor muy poético incluso espera algún tipo de reconocimiento como en “el club de los poeta muertos”).
Manuel Machado fue el autor que me llamó tanto la atención que tuve que buscar entre los libros de la estantería de mi madre hasta dar con uno repleto de versos suyos.
Yo, como todo hijo de vecino, había oído hablar de Antonio Machado, pero nunca de Manuel. Al oír sus poesías en clase me pareció totalmente injusto.
Ambos hermanos fueron dos grandes poetas que España debería de reconocer. Sus obras son diferentes pero tienen algún que otro parecido. Ambos son pesimistas, melancólicos y en sus poemas reconoces el carácter típico español.
Manuel, como muchos hermanos mayores, influyó sobre el menor, Antonio. Eran mujeriegos, trasnochadores, borrachos y encima, poetas.
La guerra separó sus caminos sin enfrentarlos. Manuel se “aburguesa” ya que gracias a la poesía “Al sable del Caudillo” es acogido por el régimen franquista y consigue escapar de la muerte o del exilio al que tuvo que huir su hermano.
Antonio y su madre mueren en Francia. Manuel queda desolado y se ensimisma en su trabajo de bibliotecario. Más tarde morirá en Madrid. Silenciado. Olvidado.
Desde mi punto de vista resulta intolerable el hecho de que el trabajo literario de una persona sea juzgado según su ideología moral o de las decantaciones políticas que ha tomado por unos motivos u otros.
El arte está libre de todo juicio moral. Es libertad. Libertad para expresar lo que se siente o se piensa mediante prosa, poesía, pintura, escultura…
La poesía de Antonio Machado tiene un tono nostálgico propio de la ensoñación y hace alusión a la naturaleza en muchos de sus poemas.
Sin embargo, Manuel Machado me parece mucho más sensible sin ser sensiblero. Es directo, sincero, desgarrador y con un sentir andaluz propio de la tierra donde nació.
Por ello, os dejo finalmente con uno de sus poemas que en mi opinión es más grandilocuente. Espero que con este mísero homenaje que le hago, al menos algunos de vosotros recordéis de vez en cuando al poeta olvidado, Manuel Machado.
Yo, poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente...,
y la noche de Madrid,
y los rincones impuros,
y los vicios más oscuros
de estos bisnietos del Cid:
de tanta canallería
harto estar un poco debo;
ya estoy malo, y ya no bebo
lo que han dicho que bebía.
Porque ya
una cosa es la poesía
y otra cosa lo que está
grabado en el alma mía...
Grabado, lugar común.
Alma, palabra gastada.
Mía... No sabemos nada.
Todo es conforme y según.
|