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Malos augurios para la España del 2016

Miguel Massanet
jueves, 31 de diciembre de 2015, 00:06 h (CET)
En los primeros siglos de la Historia era común, entre aquellas primitiva comunidades, prestar atención a los que los sacerdotes les anunciaban respecto a acontecimientos que les aguardaban en el futuro. Tanto entre los romanos como entre los griegos existían oráculos o sibilas a los que, en muchas ocasiones, consultaban los reyes cuando debían emprender un viaje, tenían que tomar una decisión importante como la declaración de una guerra, la curación de una enfermedad o las posibilidades de tener un hijo, entre otras cuestiones que consideraban de importancia. Existían templos famosos en Grecia, en los que se hicieron célebres sus oráculos como el Júpiter, Elis, la gruta de Pisa y en Creta, siendo uno de los más conocidos el de Apolo en Delfos. Los romanos veneraron el de la Fuente Albúnea en Tívoli; el de la gruta de Cumas, en la que profetizaba la sibila de Cumas y el oráculo de Fauno, entre otros muchos. Aquellas gentes supersticiosas se dejaban engatusar fácilmente por la palabras equívocas e, intencionadamente, polivalentes de aquellos sacerdotes que procuraban, por la cuenta que les traía, tener siempre preparada una coartada para evitar que, algún personaje importante, disgustado por alguna de sus predicciones fallidas, se ensañara con ellos aplicándoles las torturas más horribles.

Sin duda, cada final de año todos nos preguntamos lo que nos espera para el año venidero, intentando predecir lo que nos va a acontecer basándonos en las previsiones que buenamente podemos hacer en función, no de oráculos o profecías en los que nadie o pocos confían, sino en las perspectivas que nuestra experiencia y valoración de posibilidades nos dan a entender. El año 2015 no podemos decir que, para España y sus habitantes, haya sido especialmente generoso ni en cuanto a aquellos que no han tenido trabajo ni en cuanto a los cambios políticos y cuestiones secesionistas que se han ido produciendo durante su transcurso, que han desembocado en un mes de Diciembre en el que sólo las fiestas navideñas han sido capaces de paliar en parte, la serie de malas noticias que, desde todos los ámbitos, especialmente el político, se han ido produciendo sin solución de continuidad.

Si me lo permiten y sólo a título personal, debo decir que la curación de mi hijo, desahuciado, a las puertas de la muerte y milagrosamente sanado y recobrado para nosotros, su familia; ha sido lo más maravilloso que nos ha podido ocurrir y damos por amortizados todos los malos momentos y horas de desesperanza e incertidumbre, sólo por la alegría de poder celebrar estas fiestas junto a él y en compañía de toda la familia.

Lo cierto es que, si el 2015, a pesar de todo, ha sido un año en el que España ha salido de su larga hibernación dentro de la crisis y, gracias a una política de austeridad y sacrificios, se han empezado a recolectar los frutos de la confianza que han depositado en nosotros el resto de países de la UE y se han empezado a notar los primeros síntomas de recuperación, de reavivamiento de nuestra economía y del descenso, de forma lenta pero continua, del desempleo que todavía constituye la primera preocupación para los españoles. No obstante, la aparición de un partido filocomunista, Podemos, preparado y entrenado en Venezuela, formado por universitarios muy hábiles en el momento de vender utopías que, no obstante, debido al estado de crispación y de descontento de muchas personas vapuleadas por la crisis, han encontrado el campo abonado para que hayan sido receptivas a los cantos de sirena de estos activistas vendedores de imposibles.

Otra de las causas de preocupación que venimos arrastrando desde hace unos años ha sido, sin duda, el tema del separatismo catalán, que se ha ido emponzoñando a medida que se les ha permitido, durante demasiado tiempo, hacer la propaganda de su invento político que, por desidia de los gobernantes, se les ha dejado que lo pudieran desarrollar desde las propias escuelas, ante la pasividad y culpa “in vigilando” de aquellos que debieron detectar el problema desde el momento en que se empezó a producir. El hecho es que nos encontramos a las puertas del nuevo año 2016, como quien dice, huérfanos de gobierno, abandonados a nuestra suerte, a merced de una serie de partidos que parecen que han perdido el sentido de la realidad, que carecen del más mínimo sentido común, que se enzarzan en unos momentos en que sería preciso dar una buena imagen ante Europa, en una serie de discusiones bizantinas, reyertas de barrio, cuestiones de antipatías personales y falta completa de respeto para la ciudadanía que, lo que verdaderamente ha querido al acudir a las urnas, es que todos sean capaces de entenderse para el bien de España y de los españoles.

Dos partido perdedores, dos formaciones políticas excesivamente dependientes de sus líderes y una tercera que utiliza su buen resultado en las urnas para sembrar cizaña y buscar crear enemistad entre el resto para sacar ventaja de la enmarañada situación política que nos dejaron las elecciones del pasado 20D; un panorama verdaderamente endiablado en el que, sin la ayuda de Dios, es muy posible que lo que al final ocurra, si no es la celebración de nuevas elecciones, tanto en España como en la comunidad catalana; sea que acabemos en manos de un nuevo Frente Popular, similar a aquel que en 1936 se hizo cargo de la II República y que fue capaz de descomponerla para dejar al país en manos de los comunistas soviéticos que fueron los que, estando al frente del gobierno el señor Negrín, se negaron a negociar un armisticio con el general Franco, claro vencedor de la contienda, haciendo que la guerra se prolongase, en una larga agonía, durante un año más con el consiguiente peaje de víctimas de uno y otro bando en liza.

El horizonte de la nación, que apenas unos meses atrás se presentaba optimista y que hacía pensar que estábamos en el buen camino para mantener nuestro puesto privilegiado dentro de la CE, que éramos el país que más crecía dentro de Europa y que recibíamos las cuantiosas aportaciones de los inversores foráneos que, en algunos casos, pagaban en lugar de recibir intereses por el dinero que invertían en nuestra deuda pública; ha sufrido de pronto un brusco parón. Las pasada elecciones han causado estupor en nuestros vecinos de la CE y la desconfianza, el recelo, la incertidumbre han empezado a cundir entre aquellos que no saben como va a acabar este desbarajuste, impensado pero real, que afecta de una forma sustancial a la confianza que cualquier inversor ha de tener antes de confiar su dinero en manos de quienes no se sabe el destino que le van a dar ni, en realidad, se tiene la seguridad de volverlo a recuperar, juntamente con los intereses devengados.

España, en estos momento, a las vísperas de un año nuevo, está sumida en la máxima inestabilidad a causa de la incertidumbre creada sobre la clase de gobierno que va a salir de todo este panel de consultas, descalificaciones, tiras y aflojas y, especialmente, por los vaivenes con los que se comportan partidos como el de Ciudadanos que, primero se ofrecen a formar parte de una coalición con socialistas y populares, luego dicen que van a votar no y no se sabe si formarían o no parte de la posible alianza entre tres. Una cosa es cierta: ni a los socialistas ni a los del partido de Rivera les interesan unas nuevas elecciones, porque ambos saben que iban a perder más votos. Algo que, en el caso de Podemos, puede resultarles muy favorable dada la remontada que, en las últimas semanas anteriores a lasa elecciones, experimentaron en las encuestas y que les han proporcionado 69 escaños en el Parlamento.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos que aceptar que el panorama que se presenta para España y los españoles de cara al 2016, no puede ser más negro, inestable y preocupante en lo que respeta a nuestro futuro económico, a nuestra forma de convivencia, a nuestro estatu quo, como españoles residentes en Cataluña, a nuestras relaciones con Europa, al cobro de nuestras pensiones, a la preservación de la propiedad privada (tal y como se establece en nuestra Constitución) y a los posibles recortes de nuestras libertades personales, como suele ocurrir en todas aquellas naciones gobernadas por regímenes autoritarios y totalitarios. A pesar de todo, permítanme que, haciendo una elipsis de todo lo que he comentado, les desee de todo corazón: ¡Un feliz año nuevo!

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