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Idolatría moderna

Octavi Pereña
Octavi Pereña
miércoles, 11 de julio de 2007, 23:13 h (CET)
Epicuro define así idolatría: “Es verdad que hay dioses, pero lo que la multitud cree de ellos no es cierto, pues lo que la muchedumbre cree de ellos cambia con el tiempo”. Cuando nos referimos a idolatría automáticamente lo relacionamos con la práctica religiosa de adorar imágenes. Pero no se limita forzosamente a este ámbito. También se considera ídolo a una persona a la que se le otorga una devoción excesiva.

Nuestra sociedad es experta en fabricar personas a las que se les rinde devoción excesiva. En el campo del deporte, limitándonos exclusivamente al fútbol se ensalzan a aquellas figuras que haciendo filigranas con el balón nos hacen sentir bien y olvidar momentáneamente nuestras preocupaciones. Cada vez que tocan la pelota con estilo, 70.000 mil voces resuenan en el estadio. La euforia que provoca aquella jugada maestra llena a la multitud enfervorizada. Detrás del ídolo se mueve un ingente negocio publicitario que mueve miles de millones de euros.

Los ídolos llega un momento que deben jubilarse y, con la jubilación se presenta el olvido. Epicuro tenía razón: “Lo que la multitud cree de ellos no es cierto, cambia con el tiempo”. Los ídolos del deporte, del espectáculo, de la política y de la religión, finalmente caen del pedestal en el que habían sido encumbrados porque la muchedumbre es muy voluble. Siguen dócilmente a quienes les hacen sentir bien. Se giran en contra suya cuando no les producen sentimientos de satisfacción. Ronaldinho, en sus momentos bajos tuvo que recordar a sus fans que le silbaban: “sólo soy un hombre”.

El ser humano en su rebeldía contra Dios sigue siendo incurablemente religioso y busca satisfacer este instinto haciéndose sus propias divinidades mudables. En el campo religioso, la muerte pone fin al ídolo que se venera por sus valores espirituales y humanos. Con su desaparición se crea un vacío de poder y, quienes ostentan momentáneamente la autoridad se apresuran, siguiendo reglas ancestrales establecidas, a poner en el pedestal agrietado a una nueva figura que será recibida con los clamores de la multitud.

La política no se diferencia en nada del espectáculo, el deporte y la religión. En el ámbito político las multitudes quieren sentirse protegidas. Esperan que los dirigentes resolverán sus problemas económicos, sanitarios, educativos……Los aparatos publicitarios se las ingenian para crear una nueva figura que substituya a la que ha sido defenestrada. Como por arte de magia hacen aparecer a un nuevo salvador que proporcionará pan y circo a la muchedumbre hambrienta de seguridad. ¿Quién se acuerda de los presidentes Suárez, Calvo Sotelo, Felipe González, Aznar? Muy pocas personas y, cuando Zapatero se vea obligado a dejar la presidencia del gobierno, ¿quién se acordará de él?

Un examen superficial a la mitología nos descubre que los dioses que se fabrica el hombre los hace a su imagen y semejanza, es decir, con todos sus defectos y virtudes. Dicho de otra manera: imperfectos. De la imperfección no puede salir la perfección. He aquí porque el político encumbrado y que ha sido revestido de numerosa excelencias por sus asesores de imagen, no hace las cosas bien. Aun cuando se lo proponga, no lo consigue. El desencanto se apodera de la multitud. Las manifestaciones desaprobando su política, menudean. Las encuestas avisan de la pérdida de popularidad. Es cierto lo que dice el salmista: “Mas el hombre no permanece en honra, es semejante a las bestias que perecen” (Salmo,49:13). Se acerca el momento en que nadie se acordará de su nombre. Se precisa el relevo. El aparato publicitario del partido nuevamente vuelve a ponerse en acción y, como siempre, en el momento crítico, aparece el hombre providencial que resolverá todos los problemas que afectan a los ciudadanos. Y así sucesivamente hasta la saciedad.

La Biblia hace muy bien en avisarnos para que no pongamos la esperanza en las cosas de la tierra, las políticas son terrenales, porque son inestables. Nos dan una confianza que no es de fiar ya que en el momento que han de demostrar su valía, nos fallan. Pero no podemos permanecer en el vacío. No hemos sido creados para permanecer en esta situación. Hemos de apoyarnos en algo. Por ello, el Libro de Dios, la Biblia, nos avisa de que hemos de poner los ojos en las cosas celestiales que son permanentes y estables porque de ellas nos proviene el socorro que necesitamos urgentemente. Esta ayuda nos viene del Dios eterno y todopoderoso en quien no hay sombra de variación. Es en Él donde encontramos la estabilidad que no nos da un mundo sacudido por continuos terremotos que zarandean nuestra existencia.

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Introducen esa chispa dubitativa de obligada atención a la hora de tomar las decisiones. Salir de ese atolladero no siempre resulta fácil, las opciones se multiplican. La falta de resoluciones de carácter absoluto se convierte en un potente estímulo para continuar con la mente abierta en busca del verdadero progreso.

Acudo a la 33ª edición de “Arte Santander” y me dejo llevar. Me enfrento a las obras que allí se exponen: pintura, escultura, fotografía... Desmenuzo una para ver qué me trasmite e intento comunicarme, en ausencia, con el artista desde mi óptica de la recepción. Una vez analizada, busco el nombre que se le ha puesto en la cartela para completar lo sentido con el valor emitido desde la palabra y, entonces, surge el anodino e insustancial “Sin título”.

 
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