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En polvo nos convertimos

Eduardo Cassano
Eduardo Cassano
sábado, 10 de febrero de 2007, 09:50 h (CET)
La muerte de Érika Ortiz ha sacudido de forma dramática la actualidad social en los últimos días. Lo ha hecho precisamente porque el silencio sobre su muerte –dicen que por extrañas circunstancias- ha levantado un misterio y una precaución inaudita por parte de todos los periodistas de prensa y televisión.

De haber muerto cualquier otra persona famosa (recordemos el caso de Carmina Ordóñez, aunque salvando las distancias) los periodistas que hoy callan estarían haciendo todo tipo de conjeturas y vendiendo morbo. Pero en esta ocasión se trata de una muerte vinculada con la Familia Real y ellos sí merecen el respeto y la prudencia que piden a los medios, y que éstos rechazan para el resto de famosos a los que acosan a diario.

Lamento profundamente la muerte de una mujer que cuando se convirtió en la ‘hermanísima’, su vida cambió para siempre. Quizás tanto silencio y tanta incógnita ante lo sucedido se deba al sentimiento de culpa que se reparten indirectamente familiares y medios de comunicación. Sólo ella sabe por lo que pudo pasar. Por lo que he podido leer estos días, Érika era una mujer que no tuvo una vida fácil y pasó de tener una vida sencilla, vendiendo libros a domicilio y ser feliz junto a su pareja y su hija, a ser vigilada por la prensa del corazón, separarse y verse sumida en una depresión.

Ningún medio de comunicación se ha atrevido a decir en voz alta que probablemente Érika se suicidó, aunque es una suposición que está en boca de todo el mundo. Únicamente dicen que en los últimos días estaba más triste de lo normal, que estuvo sola su última noche e incluso que encontraron algún bote vacío de las medicinas que tomaba.

A lo largo del año pasado murieron más de 3.000 personas por suicidio en nuestro país, más incluso que en accidentes de tráfico. El suicidio se ha convertido incomprensiblemente en un tema tabú en nuestra sociedad, algo de lo que es mejor callar y olvidar a pesar de que aumenta de forma alarmante cada año.

Espero que tras ser incinerada se recuerde a Érika Ortiz por lo que hizo en vida, y no tengamos que ver dentro de unos meses ningún libro publicando los detalles del cómo y el por qué, y salga un nuevo producto al mercado del morbo. Ojalá esta desgracia sirva para algo, y la reflexión sobre lo sucedido invite a respetar del mismo modo por parte de los medios de comunicación a todo el mundo.

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