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La metáfora del GPS o el despiste de Pedro Sánchez

José Sarria
lunes, 19 de enero de 2015, 08:08 h (CET)
Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, ha concluido su ronda americana. El líder socialista ha mantenido encuentros con la directora gerente del FMI, Christine Lagarde y con el asesor económico de la Casa Blanca, Jason Furman en un intento de reforzar su imagen como entendido de la cosa de las perras y, de camino (¡ay los caminos!), añadir a su perfil el carácter de paladín internacional emergente, capaz de dialogar de tú a tú con Madeleine Albright o con los sesudos del “think tank” del Center for American Progress.

Pero ya se sabe que los caminos del Señor son inescrutables. Y ahí, en el camino que va desde Washington al Estado vecino de Virginia, es donde Sánchez ha dilapidado casi todo el patrimonio americano que traía en su mochila. En un alarde de descontrol, impropio de quien pretende dar la imagen de capacidad y solvencia, se perdía por esas trochas de Dios y de “Pilgrim Fathers”, malogrando llegar a tiempo a un encuentro organizado con estudiantes de la Universidad George Mason, al que asistía el embajador español en Estados Unidos, Ramón Gil Casares, y el rector del centro educativo, el español Ángel Cabrera. El cabreado Cabrera sentenciaba así lo ocurrido en las redes sociales: "Espero que Sánchez pueda dirigir mejor un país que un GPS”.

Pedro Sánchez se encontró con un auditorio vacío tras más de una hora de retraso. El despiste o la metáfora del GPS, como ya se califica al incidente, es una alegoría de la línea de trabajo seguida hasta ahora por el líder socialista, a quien se le acusa de pilotar la nave de Ferraz a la deriva y sin un rumbo concreto, mientras los Pablos Iglesias y compañía van echándole el aliento en el cogote. Por si fuera poco Albert Rivera amenaza con dinamitar el voto del centro social.

Sin embargo, los gurús que le asesoran afirman que Pedro Sánchez ha sabido construir en pocos meses una imagen. A estas alturas alguien tenía que haberle recordado que no solo de imágenes viven nuestros paisanos. Sánchez necesita, además de imagen, hilvanar un discurso político adecuado con el que entusiasmar y conmover a los parroquianos: esos mismos que siguen esperándole, como lo hacían los alumnos de la George Mason. A ver si esta vez llega a tiempo.

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