A nuestros deportistas no se les da bien disputar competiciones en Alemania. En la historia reciente de los campeonatos disputados en el país germano nos hemos vuelto a casa, con cara de tontos y sin pasar de los cuartos de final, habiendo llegado con vitola de favorito.
En esta ocasión la Selección de balonmano era una de las favoritas. El potencial del equipo, el entrenador y el último título mundial conseguido en Túnez, colocaban las expectativas y las ilusiones muy altas.
Pero la suerte no ha sido la misma, y ya se sabe que en balonmano hay muchas potencias mundiales y cualquiera puede ganar. Ayer la Selección no jugó bien, supo remontar cuando debía hacerlo y probablemente fuimos muy perjudicados por las caseras decisiones arbitrales, pero en ningún momento se puede echar la culpa a lo fácil.
Estaba claro que los árbitros iban a mirar casi siempre hacia los de casa. Y si ya se sabía, es incomprensible que España salga a jugar con una empanada mental que le lleve a un parcial de 5 a 1. Aún así, se veía que el juego de los españoles no era el que les llevó a proclamarse campeones del mundo en 2005. Ser los defensores del título siempre lleva sus inconvenientes, y a España le ha pasado factura a la primera de cambio. Desde el primer partido, la Selección sufrió. Sólo Uríos y Romero han brillado, jugando al máximo nivel. Dos derrotas antes llegar a los cuartos de final no es buena señal y menos cuando una de ellas es frente a Croacia, otra de las potencias.
Nada, que de nuevo nos quedamos sin un título disputado en Alemania. Lo peor de todo es que España siempre ha estado en o cerca de las medallas, mientras que esta vez tendrá que ver las semifinales por la televisión.
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