Si entro a matar [en un debate] con una mujer, puede parecer que soy machista”. Quien así se expresaba era el candidato del PP a las elecciones europeas, Miguel Arias Cañete, en referencia al debate televisivo aburrido y sin apenas audiencia que mantuvo con una crecida Elena Valenciano. Incidir en que Valenciano venció tanto en el off como en el online debido al encorsetamiento y los miedos del PP, sería repetir lo que desde el jueves por la noche tuvo claro el respetable. Con ello no contaban ni populares ni socialistas.
La justificación de la derrota empleada por el ministro de Agricultura de Mariano Rajoy es de lo más desafortunada. Ciertamente, por qué negarlo, de un tiempo a esta parte nuestra clase política, cuyo nivel intelectual está por los suelos, numerosas mujeres recurren a acusaciones de machismo cuando un hombre discute sus argumentos. Lo hemos visto en sede parlamentaria la legislatura pasada, cuando a las ministras de ZP, esas vacuidades intelectuales y desastres absolutos, no se las podía criticar sin ser tildado de misógino. Que es, seguramente, lo que el popular Arias Cañete quiso decir. Para eso, mejor que hubiera dicho al verdad: que hacerle caso a Arriola le ha llevado al desastre. Y es que hay quienes, como el sociólogo de cabecera de los populares, no comprenden que su tiempo, que lo tuvieron y brillante, ha pasado.
La formulación de la queja, en el fondo una denuncia contra el feminismo devenido en ideología política radical y eficaz dispensa moral, va a pasar factura. Los complejos del Partido Popular, cuya comunicación en esta campaña electoral parece haber sido diseñada por sus más feroces enemigos –lo de Mariano Rajoy en las redes sociales empieza a ser de aurora boreal-, han destrozado una campaña que los de Génova habían diseñado de perfil bajo, partiendo de la base de que tenían el mejor candidato.
Más sucede que en este siglo XXI el mejor candidato no es el más preparado. Es quien no comete errores de bulto, como los que esta semana pasada ha cometido Arias Cañete.