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Opinión
Etiquetas | Homofobia | Homosexualidad | Derechos
​Por muchos años, la cultura hegemónica del heterosexual construyó un discurso en el sentido de que la homosexualidad era una enfermedad

​Deslegitimando a la homofóbia: El argumento del segmento cultural para desnudarlo tal cual es

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Las presentes líneas tienen como objeto, modesto, seguir deslegitimando, desde la posibilidad de pensarlo como parte y consecuencia de una sociedad patriarcal opresiva, a la homofobia, en adelante, homo – odio. Homo odio porque, en realidad, la acepción de su término no puede ser más banal: simplemente, no se le puede imprimir a la sensación de odio la idea eufemista de opinión y/o fobia, es decir, miedo a la presencia de otro, en este caso, un otro homosexual, cuando en realidad se trata de una construcción en segmento que tiende a legitimar una idea opresiva y heredada. Vamos a desarrollar un poco más ésta idea de la construcción de un segmento.

El homo – odio es un fenómeno social y contemporáneo (Mondragón, 2009) del que es necesario identificar el elemento social que lo sigue legitimando: éste es un sistema patriarcal totalmente ideologizado y autoritario que se resiste a todo aquello que se salga, de o revele, a la norma impuesta, de allí que todo lo demás, incluida las formas de amar, sean una aversión. A ello le debemos agregar la fuerte influencia dogmática de la Iglesia Católica, que condena a la homosexualidad desde la Edad Media . Había mencionado anteriormente, que es necesario que comencemos a pensar que para que éste sistema se siga creyendo legitimado, hay una construcción de segmentos del que se nutre (institucional, familiar, laboral, escolar, etc.) pero los conjuga en uno solo: el segmento cultural. Para profundizar y tratar de llegar a una raíz que deslegitime al argumento del homo odiante es necesario ir mucho más en profundidad. El segmento cultural es un iceberg. Entonces, hay un sistema patriarcal, que se nutre de un segmento cultural, que resulta de la suma de varios segmentos. Todo ello constituye el sistema o el ambiente en que se desarrolla el ejercicio de las acciones homofóbicas y homo odiante, las que en potencia, llegan a homicidios.

La particularidad, es que aquella suma es la suma macro de micro homofobismos y odio, cuya sustancia o combustible es en realidad la praxis banal del argumento del homofóbico u homo odiante: en la mente del homófobo, y solo en su mente, su virilidad es atacada, su masculinidad es cuestionada, su hombría perfecta es destruida, porque externamente, su argumento proviene de un mandato natural que él cree que tiene que seguir legitimando y del que en realidad es víctima. Su única oportunidad, tal vez si quisiera dejar de dañar y dañarse, es de – construirse, pero no solo en este sentido, sino en toda su carga patriarcal – cultural. Aún más, esta carga patriarcal y cultural, de fuerte raigambre histórica, tiene hegemonía porque el peso simbólico de la reproducción ha sido impuesto como mandato natural por la Iglesia (Lamas, 2004).

Aquel segmento cultural, por cierto no el único, genera o facilita conductas de aversión, las que vehiculizadas en la carga histórica y cultural, modelan y crean el ambiente para el ejercicio y la vida del homofóbico y homo-odiante. En este sentido, éste mismo segmento, lo podemos definir como las normas, las actitudes, y códigos, que sin estar expresamente tipificados en una ley, funcionan en la sociedad para legitimar la opresión, pero sobre todo, para anular las formas de amor. Es una continuidad latente y viciosa que refiere a un orden. He aquí que la idea del Continuum Homofóbico, de Dieder Eribon cobra más sentido; en el sentido de que el ejercicio homofóbico es un orden desigual entre homosexuales y heterosexuales, donde el ahínco está en asegurar una división efectiva para diferenciarse.

Quiero tomar la idea del continuum homofóbico porque, en el marco de aquel esfuerzo de un argumento que ya desnudamos, éste es en realidad – también considerando que hay opresores y violentos – un continuum que se ha sistematizado es una genealogía de ruptura y resistencia para seguir deslegitimando a la homofobia. Al argumento desnudo del homofóbico le debe seguir un devenir gay, donde la condición no es ser gay, sino seguir resistiendo y estableciendo rupturas que permitan crear un segmento cultural donde la diferencia sea hermosa y no motivo de odio.

Por muchos años, la cultura hegemónica del heterosexual construyó un discurso en el sentido de que la homosexualidad era una enfermedad. Nunca nadie documentó que alguien haya muerto de eso, y la historia dio la razón al eliminarla del catálogo de enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud (OMS); más en realidad, el argumento del segmento cultural sí ha matado a buena cantidad de homosexuales.

En otras palabras, la permanente segmentación cultural ha promocionado con ello la justificación institucional del homo-odio. No toda conducta homofóbica conduce al crimen (por cierto, la justicia y las nomenclaturas jurídicas deben trabajar por redefinir sus términos a la hora de tratar los crímenes homofóbicos: la acepción de “crimen pasional” ya es tan arcaico como diacrónico a la hora de deslegitimar el argumento homofóbico, pero sobre todo entorpece la búsqueda de justicia) pero la reproducción de todas las conductas, por más mínimas que parezcan, pone a quien lo ejerce en hostigador y potencial sujeto homicida. Es decir, y volvemos a la idea del continuum homofóbico, la sociedad misma crea y legitima al segmento cultural que de alguna manera justifica muchas acciones, pues el homofobo odiante, está inmerso en la sociedad.

La propuesta es ubicarnos en el marco del continuum homofóbico como fenómeno social contemporáneo que supera a la historia, pues la homofobia ha existido desde siempre; “en realidad no es ni una fatalidad transhistorica, imposible de combatir, ni un residuo de la historia destinado a desaparecer por si solo en el tiempo” (Georges, 2008). Pero para que resulte posible de combatir es necesario ubicar el elemento social del segmento cultural, del que se desprende cual un iceberg toda la carga homofóbica que incluso permea a otros ámbitos.

​Deslegitimando a la homofóbia: El argumento del segmento cultural para desnudarlo tal cual es

​Por muchos años, la cultura hegemónica del heterosexual construyó un discurso en el sentido de que la homosexualidad era una enfermedad
Cristian Iván Da Silva
lunes, 17 de junio de 2019, 13:30 h (CET)


Las presentes líneas tienen como objeto, modesto, seguir deslegitimando, desde la posibilidad de pensarlo como parte y consecuencia de una sociedad patriarcal opresiva, a la homofobia, en adelante, homo – odio. Homo odio porque, en realidad, la acepción de su término no puede ser más banal: simplemente, no se le puede imprimir a la sensación de odio la idea eufemista de opinión y/o fobia, es decir, miedo a la presencia de otro, en este caso, un otro homosexual, cuando en realidad se trata de una construcción en segmento que tiende a legitimar una idea opresiva y heredada. Vamos a desarrollar un poco más ésta idea de la construcción de un segmento.

El homo – odio es un fenómeno social y contemporáneo (Mondragón, 2009) del que es necesario identificar el elemento social que lo sigue legitimando: éste es un sistema patriarcal totalmente ideologizado y autoritario que se resiste a todo aquello que se salga, de o revele, a la norma impuesta, de allí que todo lo demás, incluida las formas de amar, sean una aversión. A ello le debemos agregar la fuerte influencia dogmática de la Iglesia Católica, que condena a la homosexualidad desde la Edad Media . Había mencionado anteriormente, que es necesario que comencemos a pensar que para que éste sistema se siga creyendo legitimado, hay una construcción de segmentos del que se nutre (institucional, familiar, laboral, escolar, etc.) pero los conjuga en uno solo: el segmento cultural. Para profundizar y tratar de llegar a una raíz que deslegitime al argumento del homo odiante es necesario ir mucho más en profundidad. El segmento cultural es un iceberg. Entonces, hay un sistema patriarcal, que se nutre de un segmento cultural, que resulta de la suma de varios segmentos. Todo ello constituye el sistema o el ambiente en que se desarrolla el ejercicio de las acciones homofóbicas y homo odiante, las que en potencia, llegan a homicidios.

La particularidad, es que aquella suma es la suma macro de micro homofobismos y odio, cuya sustancia o combustible es en realidad la praxis banal del argumento del homofóbico u homo odiante: en la mente del homófobo, y solo en su mente, su virilidad es atacada, su masculinidad es cuestionada, su hombría perfecta es destruida, porque externamente, su argumento proviene de un mandato natural que él cree que tiene que seguir legitimando y del que en realidad es víctima. Su única oportunidad, tal vez si quisiera dejar de dañar y dañarse, es de – construirse, pero no solo en este sentido, sino en toda su carga patriarcal – cultural. Aún más, esta carga patriarcal y cultural, de fuerte raigambre histórica, tiene hegemonía porque el peso simbólico de la reproducción ha sido impuesto como mandato natural por la Iglesia (Lamas, 2004).

Aquel segmento cultural, por cierto no el único, genera o facilita conductas de aversión, las que vehiculizadas en la carga histórica y cultural, modelan y crean el ambiente para el ejercicio y la vida del homofóbico y homo-odiante. En este sentido, éste mismo segmento, lo podemos definir como las normas, las actitudes, y códigos, que sin estar expresamente tipificados en una ley, funcionan en la sociedad para legitimar la opresión, pero sobre todo, para anular las formas de amor. Es una continuidad latente y viciosa que refiere a un orden. He aquí que la idea del Continuum Homofóbico, de Dieder Eribon cobra más sentido; en el sentido de que el ejercicio homofóbico es un orden desigual entre homosexuales y heterosexuales, donde el ahínco está en asegurar una división efectiva para diferenciarse.

Quiero tomar la idea del continuum homofóbico porque, en el marco de aquel esfuerzo de un argumento que ya desnudamos, éste es en realidad – también considerando que hay opresores y violentos – un continuum que se ha sistematizado es una genealogía de ruptura y resistencia para seguir deslegitimando a la homofobia. Al argumento desnudo del homofóbico le debe seguir un devenir gay, donde la condición no es ser gay, sino seguir resistiendo y estableciendo rupturas que permitan crear un segmento cultural donde la diferencia sea hermosa y no motivo de odio.

Por muchos años, la cultura hegemónica del heterosexual construyó un discurso en el sentido de que la homosexualidad era una enfermedad. Nunca nadie documentó que alguien haya muerto de eso, y la historia dio la razón al eliminarla del catálogo de enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud (OMS); más en realidad, el argumento del segmento cultural sí ha matado a buena cantidad de homosexuales.

En otras palabras, la permanente segmentación cultural ha promocionado con ello la justificación institucional del homo-odio. No toda conducta homofóbica conduce al crimen (por cierto, la justicia y las nomenclaturas jurídicas deben trabajar por redefinir sus términos a la hora de tratar los crímenes homofóbicos: la acepción de “crimen pasional” ya es tan arcaico como diacrónico a la hora de deslegitimar el argumento homofóbico, pero sobre todo entorpece la búsqueda de justicia) pero la reproducción de todas las conductas, por más mínimas que parezcan, pone a quien lo ejerce en hostigador y potencial sujeto homicida. Es decir, y volvemos a la idea del continuum homofóbico, la sociedad misma crea y legitima al segmento cultural que de alguna manera justifica muchas acciones, pues el homofobo odiante, está inmerso en la sociedad.

La propuesta es ubicarnos en el marco del continuum homofóbico como fenómeno social contemporáneo que supera a la historia, pues la homofobia ha existido desde siempre; “en realidad no es ni una fatalidad transhistorica, imposible de combatir, ni un residuo de la historia destinado a desaparecer por si solo en el tiempo” (Georges, 2008). Pero para que resulte posible de combatir es necesario ubicar el elemento social del segmento cultural, del que se desprende cual un iceberg toda la carga homofóbica que incluso permea a otros ámbitos.

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Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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