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El escritor gerundense ha ganado el Premi Ramon Llull 2019 con su novela ‘El hijo del italiano’

Entrevista Rafel Nadal, escritor: «A mí los lectores me importan mucho»

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Mateu crece en una familia rota que no siente como suya. Desde niño lucha por dejar atrás los gritos, las peleas y las miserias de la Mina, su hogar, la casa más pobre de Caldes de Malavella, la población donde él vive. Para ayudar a su madre a sacar la familia adelante y labrarse su propio futuro, acepta cualquier trabajo, por modesto que sea. Pronto descubrirá que sus orígenes se ocultan detrás de un secreto del que nadie habla, pero que todos conocen. La historia se complica con un hecho real: la llegada a Caldes en 1944 de mil marinos italianos, procedentes del hundimiento del acorazado Roma de la Marina Italiana, bombardeado por la aviación del III Reich. Un día, a sus setenta años, Mateu decidirá averiguar quién es realmente su padre y visitarle para conocerlo. Con esta materia prima, Rafel Nadal (Girona, 1954) ha escrito ‘El hijo del italiano’, editada por Planeta, novela con la que ha obtenido el Premi Ramon Llull 2019.

Sobre la promoción





Hace unos días, Rafel Nadal anduvo por Valencia para presentar ‘El hijo del italiano’, porque desde siempre – Charles Dickens ya lo hacía – los escritores también promocionan sus libros, aunque algunos eso no lo llevan muy bien. «Es verdad, los escritores no debemos renunciar a ello, no podemos decir que estamos al margen y que nuestro trabajo concluye con la escritura. Al final, las librerías son un milagro, igual que las editoriales. Se lo debemos todo a libreros y editores y hay que ayudarles. Tampoco hay que olvidar a los clubes de lectura a donde acudimos para hablar de nuestras novelas. Son muy importantes. Los miembros de los clubes son personas que llevan muchos años leyendo, saben muy bien lo que buscan en un libro y lo que quieren preguntarle a su autor». En ocasiones, los mismos clubes le han facilitado su tarea a Rafel Nadal, aunque sea de modo involuntario. «A lo largo de mi carrera literaria, los lectores me han proporcionado muchas historias. No soy uno de esos escritores que dicen que no les importa el público. Yo no me escondo, a mí los lectores me importan mucho. Me encanta que se introduzcan en la historia y se sientan interpelados por lo que escribo. Sin ellos escribiría igual, porque es algo que no puedo evitar, pero mientras trabajo pienso que hay personas que se pueden emocionar con lo que les cuento y eso me produce un gran placer».





Parece claro, pues, que para el escritor gerundense el hecho de narrar es algo inevitable, algo que lleva dentro. «La literatura es una forma de dejarte ir, de interpelarte a ti mismo. Escribir me obliga a preguntarme cosas continuamente, me permite hablar conmigo mismo con mucha intensidad y, al igual que la lectura, me hace vivir otras vidas».

'El hijo del italiano': la novela





‘El hijo del italiano’ tiene un trasfondo histórico y está basada en un hecho real poco conocido, pero absolutamente cierto: la llegada de mil italianos al pueblo catalán de Caldes de Malavella. «En un club de lectura se me acercó una persona que me dijo que quería contarme la historia de mil marineros italianos que se refugiaron en Caldes de Malavella en el año 1944. El hombre empezó a darme detalles y me di cuenta en seguida de que ahí había un relato. Quedé a comer con él y me explicó que, según la rumorología, aquello podía desembocar en un asunto de hijos ilegítimos, cuyo protagonista tenía setenta años, aún vivía y estaba buscando a su padre. Sin duda era un regalo del cielo». Pero aquella dádiva celestial no era tan fácil de conseguir. El protagonista, Mateu en la novela, era un poco especial. «Mi interlocutor me advirtió de que Mateu era una persona reservada y que tal vez no querría hablar. Pero cuando lo conocí, sí me contó cosas, cosas entremezcladas con silencios muy significativos. Al principio, me costó gestionarlos, pero aprendí a respetarlos y a escucharlos. La gente que habla poco, cuando lo hace, se expresa con contundencia, sabe muy bien lo que ha de decir, sentencia, y se explica bien». En este sentido, las primeras palabras de Mateu en ‘El hijo del italiano’ son claras: “Siempre me sentí diferente. Había nacido a la casa más miserable de Caldes de Malavella, en el seno de una familia que ahora llaman rota, de la que no me sentía formar parte”».

Como ha manifestado en más de una ocasión, Rafel Nadal no escribe novela histórica. Sin embargo, es inevitable que tenga que ambientarlas en la época que les corresponde. Como toda creación literaria, ‘El hijo del italiano’ tiene dos partes: una de documentación y otra de escritura. En este caso, el trabajo de documentación no fue solo histórico sino también una introspección, una búsqueda en los sentimientos de Mateu, algo no demasiado frecuente. «En mi época de periodista, ya me había tocado hacer algo parecido mientras cubría una catástrofe o un atentado. En esos momentos te enfrentas a situaciones muy difíciles y aprendí a ser muy respetuoso con el dolor de la gente y a contar las cosas observando y explicando tu propio pudor ante lo sucedido. Me reuní con Mateu una vez cada dos semanas durante un año, y le dejé expresarse. De este modo pude aproximarme a alguien que había tenido una existencia muy dura de la que fue capaz de sobrevivir. Me interesó mucho conocer su alma, porque era una persona sin malicia, sin resentimiento… En cuanto a la documentación, la trabajo durante un tiempo. Luego la aparto y me quedo con lo que mi memoria ha depurado. Mis novelas no son fotos, son cuadros impresionistas».

Estructura de la novela





‘El hijo del italiano’ es una novela coral. Aunque también escuchamos la voz de Mateu, son los otros personajes quienes hablan de él, al tiempo que un narrador omnisciente interviene para dar sentido a la historia. «Al principio, la escena que transcurre en el cementerio no estaba en la novela. La escribí después, cuando observé que el lector comprendería más fácilmente lo que vendría a continuación. A Mateu le puse una voz reservada, contundente. Su mujer, Neus, es lo contrario, abierta, habladora, simpática, y me dijo que ella me contaría todo lo que él no me dijera. Las hijas tienen una voz más contemporánea, se nota en la forma de hablar, en su léxico y su hermano, que le hizo de todo a lo largo de su vida, aunque se sentía muy próximo a Mateu, representa otro tono. La familia italiana habla con una sola voz muy característica, la de una familia italiana, colectiva, típica y tópica. El narrador omnisciente lo he reservado para contar los hechos puros y duros de un modo ágil. Me sirve para unir a los protagonistas con el contexto histórico». El propio Rafel Nadal aparece en la novela. Lo descubrimos enseguida. «Mi experiencia como personaje está bien, es divertida. Quería explicar un poco cómo es el trabajo del escritor. No cabe duda que algunas técnicas de mi época periodística me han ayudado para construir a los personajes».

Los marinos que llegaron a Caldes en enero de 1944 procedían del acorazado Roma, buque insignia de la marina italiana, que había sido destruido por la aviación nazi como represalia por la firma del armisticio con los aliados por parte de Italia. El pueblo tenía poco más de dos mil habitantes cuando desembarcaron, su presencia constituyó todo un fenómeno social y supuso casi una revolución en la comarca. «La convivencia fue fácil, aunque es verdad que hubo incidentes con el capellán, con la delegada de la Sección Femenina, con el gobernador civil y con algunas familias, especialmente cuando los italianos comenzaron a moverse por toda la región. Pero también hubo mucha solidaridad y mucha ayuda. Había viudas que habían perdido a sus maridos en la Guerra Civil y llevaban adelante sus granjas ellas solas. La aparición de mil hombres fuertes y con ganas de trabajar les benefició mucho. Igual ocurrió con algunos talleres y pequeños negocios regentados por personas mayores. El consulado italiano pagaba una pequeña cantidad a los marineros para sus gastos, lo que permitió revivir a los balnearios y dar actividad a las tiendas. Se estrecharon importantes lazos de amistad con los recién llegados, una amistad que hoy aún se conserva a través de correos electrónicos con sus descendientes». Las cartas que el Mateu le enviaba a Neus mientras prestaba el servicio militar juegan un papel destacado en ‘El hijo del italiano’. En ellas observamos que el encabezamiento y el final están escritos en catalán, mientras que el cuerpo del texto está redactado en correcto castellano. «Esto era así por la censura. Se conservan más de cien de estas cartas, cuyo contenido podía ser leído tanto en su origen como al llegar a destino. Los censores comprobaban si contenían maledicencias contra los militares, algo que estaba penado».

Repercusiones y desenlace





Cuando una novela está ubicada en un lugar real y además el personaje principal vive, siempre es interesante conocer cuál es la reacción que se produce tras publicarse el libro. «Tenía un cierto miedo, porque en las poblaciones pequeñas como Caldes, si la gente detecta algún cambio en la fisonomía del entorno, siempre acaban diciendo que este tío no tiene ni idea de lo que habla. Sin embargo, el día de la presentación en el pueblo había cuatrocientas personas en la sala y me cuentan que la autoestima de sus habitantes ha crecido, como se refleja en las redes sociales. También Mateu está contento. A veces viene a presentaciones del libro e incluso ha llegado a firmar ejemplares él mismo».





La permanencia de los marinos en Caldes de Malavella estuvo a punto de ocasionar un conflicto político. «Llegó un momento que no sabían qué hacer con ellos. Franco tiró por el camino del medio. Llamó a su amigo el general Moscardó, Capitán General de Catalunya, para que le quitase de encima el problema. La II Guerra Mundial ya había concluido y no sabían si enviarlos al Norte, a la República de Saló con Mussolini, o al Sur con el rey de Italia. Franco se inventó un referéndum, algo lógico, histórico y documentado. Poseo incluso las actas de la votación que se efectuó en la caserna de la Guardia Civil. Tres italianos decidieron quedarse en Caldas para regresar a su tierra un tiempo después. El resto se marchó antes».

Bien pasado el mediodía concluyó nuestra conversación. Rafel Nadal tenía el tiempo justo para atender las entrevistas de la sobremesa. A última hora de la tarde debía presentar ‘El hijo del italiano’ en Castellón, así que no era cuestión de entretenerle más. Fotos, dedicatoria y un fuerte apretón de manos.

Entrevista Rafel Nadal, escritor: «A mí los lectores me importan mucho»

El escritor gerundense ha ganado el Premi Ramon Llull 2019 con su novela ‘El hijo del italiano’
Herme Cerezo
viernes, 14 de junio de 2019, 14:47 h (CET)

Mateu crece en una familia rota que no siente como suya. Desde niño lucha por dejar atrás los gritos, las peleas y las miserias de la Mina, su hogar, la casa más pobre de Caldes de Malavella, la población donde él vive. Para ayudar a su madre a sacar la familia adelante y labrarse su propio futuro, acepta cualquier trabajo, por modesto que sea. Pronto descubrirá que sus orígenes se ocultan detrás de un secreto del que nadie habla, pero que todos conocen. La historia se complica con un hecho real: la llegada a Caldes en 1944 de mil marinos italianos, procedentes del hundimiento del acorazado Roma de la Marina Italiana, bombardeado por la aviación del III Reich. Un día, a sus setenta años, Mateu decidirá averiguar quién es realmente su padre y visitarle para conocerlo. Con esta materia prima, Rafel Nadal (Girona, 1954) ha escrito ‘El hijo del italiano’, editada por Planeta, novela con la que ha obtenido el Premi Ramon Llull 2019.

Sobre la promoción





Hace unos días, Rafel Nadal anduvo por Valencia para presentar ‘El hijo del italiano’, porque desde siempre – Charles Dickens ya lo hacía – los escritores también promocionan sus libros, aunque algunos eso no lo llevan muy bien. «Es verdad, los escritores no debemos renunciar a ello, no podemos decir que estamos al margen y que nuestro trabajo concluye con la escritura. Al final, las librerías son un milagro, igual que las editoriales. Se lo debemos todo a libreros y editores y hay que ayudarles. Tampoco hay que olvidar a los clubes de lectura a donde acudimos para hablar de nuestras novelas. Son muy importantes. Los miembros de los clubes son personas que llevan muchos años leyendo, saben muy bien lo que buscan en un libro y lo que quieren preguntarle a su autor». En ocasiones, los mismos clubes le han facilitado su tarea a Rafel Nadal, aunque sea de modo involuntario. «A lo largo de mi carrera literaria, los lectores me han proporcionado muchas historias. No soy uno de esos escritores que dicen que no les importa el público. Yo no me escondo, a mí los lectores me importan mucho. Me encanta que se introduzcan en la historia y se sientan interpelados por lo que escribo. Sin ellos escribiría igual, porque es algo que no puedo evitar, pero mientras trabajo pienso que hay personas que se pueden emocionar con lo que les cuento y eso me produce un gran placer».





Parece claro, pues, que para el escritor gerundense el hecho de narrar es algo inevitable, algo que lleva dentro. «La literatura es una forma de dejarte ir, de interpelarte a ti mismo. Escribir me obliga a preguntarme cosas continuamente, me permite hablar conmigo mismo con mucha intensidad y, al igual que la lectura, me hace vivir otras vidas».

'El hijo del italiano': la novela





‘El hijo del italiano’ tiene un trasfondo histórico y está basada en un hecho real poco conocido, pero absolutamente cierto: la llegada de mil italianos al pueblo catalán de Caldes de Malavella. «En un club de lectura se me acercó una persona que me dijo que quería contarme la historia de mil marineros italianos que se refugiaron en Caldes de Malavella en el año 1944. El hombre empezó a darme detalles y me di cuenta en seguida de que ahí había un relato. Quedé a comer con él y me explicó que, según la rumorología, aquello podía desembocar en un asunto de hijos ilegítimos, cuyo protagonista tenía setenta años, aún vivía y estaba buscando a su padre. Sin duda era un regalo del cielo». Pero aquella dádiva celestial no era tan fácil de conseguir. El protagonista, Mateu en la novela, era un poco especial. «Mi interlocutor me advirtió de que Mateu era una persona reservada y que tal vez no querría hablar. Pero cuando lo conocí, sí me contó cosas, cosas entremezcladas con silencios muy significativos. Al principio, me costó gestionarlos, pero aprendí a respetarlos y a escucharlos. La gente que habla poco, cuando lo hace, se expresa con contundencia, sabe muy bien lo que ha de decir, sentencia, y se explica bien». En este sentido, las primeras palabras de Mateu en ‘El hijo del italiano’ son claras: “Siempre me sentí diferente. Había nacido a la casa más miserable de Caldes de Malavella, en el seno de una familia que ahora llaman rota, de la que no me sentía formar parte”».

Como ha manifestado en más de una ocasión, Rafel Nadal no escribe novela histórica. Sin embargo, es inevitable que tenga que ambientarlas en la época que les corresponde. Como toda creación literaria, ‘El hijo del italiano’ tiene dos partes: una de documentación y otra de escritura. En este caso, el trabajo de documentación no fue solo histórico sino también una introspección, una búsqueda en los sentimientos de Mateu, algo no demasiado frecuente. «En mi época de periodista, ya me había tocado hacer algo parecido mientras cubría una catástrofe o un atentado. En esos momentos te enfrentas a situaciones muy difíciles y aprendí a ser muy respetuoso con el dolor de la gente y a contar las cosas observando y explicando tu propio pudor ante lo sucedido. Me reuní con Mateu una vez cada dos semanas durante un año, y le dejé expresarse. De este modo pude aproximarme a alguien que había tenido una existencia muy dura de la que fue capaz de sobrevivir. Me interesó mucho conocer su alma, porque era una persona sin malicia, sin resentimiento… En cuanto a la documentación, la trabajo durante un tiempo. Luego la aparto y me quedo con lo que mi memoria ha depurado. Mis novelas no son fotos, son cuadros impresionistas».

Estructura de la novela





‘El hijo del italiano’ es una novela coral. Aunque también escuchamos la voz de Mateu, son los otros personajes quienes hablan de él, al tiempo que un narrador omnisciente interviene para dar sentido a la historia. «Al principio, la escena que transcurre en el cementerio no estaba en la novela. La escribí después, cuando observé que el lector comprendería más fácilmente lo que vendría a continuación. A Mateu le puse una voz reservada, contundente. Su mujer, Neus, es lo contrario, abierta, habladora, simpática, y me dijo que ella me contaría todo lo que él no me dijera. Las hijas tienen una voz más contemporánea, se nota en la forma de hablar, en su léxico y su hermano, que le hizo de todo a lo largo de su vida, aunque se sentía muy próximo a Mateu, representa otro tono. La familia italiana habla con una sola voz muy característica, la de una familia italiana, colectiva, típica y tópica. El narrador omnisciente lo he reservado para contar los hechos puros y duros de un modo ágil. Me sirve para unir a los protagonistas con el contexto histórico». El propio Rafel Nadal aparece en la novela. Lo descubrimos enseguida. «Mi experiencia como personaje está bien, es divertida. Quería explicar un poco cómo es el trabajo del escritor. No cabe duda que algunas técnicas de mi época periodística me han ayudado para construir a los personajes».

Los marinos que llegaron a Caldes en enero de 1944 procedían del acorazado Roma, buque insignia de la marina italiana, que había sido destruido por la aviación nazi como represalia por la firma del armisticio con los aliados por parte de Italia. El pueblo tenía poco más de dos mil habitantes cuando desembarcaron, su presencia constituyó todo un fenómeno social y supuso casi una revolución en la comarca. «La convivencia fue fácil, aunque es verdad que hubo incidentes con el capellán, con la delegada de la Sección Femenina, con el gobernador civil y con algunas familias, especialmente cuando los italianos comenzaron a moverse por toda la región. Pero también hubo mucha solidaridad y mucha ayuda. Había viudas que habían perdido a sus maridos en la Guerra Civil y llevaban adelante sus granjas ellas solas. La aparición de mil hombres fuertes y con ganas de trabajar les benefició mucho. Igual ocurrió con algunos talleres y pequeños negocios regentados por personas mayores. El consulado italiano pagaba una pequeña cantidad a los marineros para sus gastos, lo que permitió revivir a los balnearios y dar actividad a las tiendas. Se estrecharon importantes lazos de amistad con los recién llegados, una amistad que hoy aún se conserva a través de correos electrónicos con sus descendientes». Las cartas que el Mateu le enviaba a Neus mientras prestaba el servicio militar juegan un papel destacado en ‘El hijo del italiano’. En ellas observamos que el encabezamiento y el final están escritos en catalán, mientras que el cuerpo del texto está redactado en correcto castellano. «Esto era así por la censura. Se conservan más de cien de estas cartas, cuyo contenido podía ser leído tanto en su origen como al llegar a destino. Los censores comprobaban si contenían maledicencias contra los militares, algo que estaba penado».

Repercusiones y desenlace





Cuando una novela está ubicada en un lugar real y además el personaje principal vive, siempre es interesante conocer cuál es la reacción que se produce tras publicarse el libro. «Tenía un cierto miedo, porque en las poblaciones pequeñas como Caldes, si la gente detecta algún cambio en la fisonomía del entorno, siempre acaban diciendo que este tío no tiene ni idea de lo que habla. Sin embargo, el día de la presentación en el pueblo había cuatrocientas personas en la sala y me cuentan que la autoestima de sus habitantes ha crecido, como se refleja en las redes sociales. También Mateu está contento. A veces viene a presentaciones del libro e incluso ha llegado a firmar ejemplares él mismo».





La permanencia de los marinos en Caldes de Malavella estuvo a punto de ocasionar un conflicto político. «Llegó un momento que no sabían qué hacer con ellos. Franco tiró por el camino del medio. Llamó a su amigo el general Moscardó, Capitán General de Catalunya, para que le quitase de encima el problema. La II Guerra Mundial ya había concluido y no sabían si enviarlos al Norte, a la República de Saló con Mussolini, o al Sur con el rey de Italia. Franco se inventó un referéndum, algo lógico, histórico y documentado. Poseo incluso las actas de la votación que se efectuó en la caserna de la Guardia Civil. Tres italianos decidieron quedarse en Caldas para regresar a su tierra un tiempo después. El resto se marchó antes».

Bien pasado el mediodía concluyó nuestra conversación. Rafel Nadal tenía el tiempo justo para atender las entrevistas de la sobremesa. A última hora de la tarde debía presentar ‘El hijo del italiano’ en Castellón, así que no era cuestión de entretenerle más. Fotos, dedicatoria y un fuerte apretón de manos.

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