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Entrevista al escritor al escritor Kike Parra Veïnat

"El personaje es el elemento principal de mis cuentos, igual que para otros autores lo son el fondo o la voz"

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Kike Parra Veïnat tiene 46 años. Nació en Alzira (València), en 1971, una ciudad que se parece muy poco a los lugares a los que viaja. ‘Ninguna mujer ha pisado la luna’ es su cuarto título publicado. Es autor también de los libros de microrrelatos ‘Ningún millón de ángeles cantando’ y ‘Siempre pasan cosas’ y del volumen de cuentos ‘Me pillas en mal momento’. Kike Parra ha ganado los premios “Certamen de Cuento corto del Ayuntamiento de Laguna de Duero”, “Concurso Internacional de Cuentos Elena Soriano” y el “Antonio Villalba 2013”.

En ocasiones uno tropieza con escritores que no conoce o de los que nunca ha oído hablar, uno de esos tipos que apenas mete ruido y que, sin que tú sepas nada – tampoco tienes por qué saberlo – ya guarda en su mochila unos cuantos libros de relatos publicados, cuatro en el caso que nos ocupa. El mercado de la literatura es inabarcable y quizá por eso reserva estas recompensas para los buscadores de tesoros. En esta ocasión, la recompensa se llama Kike Parra Veïnat, que no hace mucho ha puesto en circulación por las librerías de este país su nuevo volumen de cuentos ‘Ninguna mujer ha pisado la luna’, editado por Relee Red Libre Ediciones. En los ocho relatos, un prólogo (de Jon Bilbao) y una nota final que lo integran, resuenan los ecos de John Cheever, Richard Fox, Tobias Wolff, Raymond Carver y del palentino Gonzalo Calcedo que, además, prologó su anterior entrega (‘Me pillas en mal momento’). Con Kike Parra compartí una tónica un viernes a primera hora de la tarde, mientras en una pantalla lejana algún comentarista ponderaba las virtudes y defectos de uno de los primeros partidos del Mundial de Fútbol Rusia 2018. Como nunca antes le había entrevistado, la primera pregunta de mi voluble cuestionario era obligada: Kike, ¿qué significa para ti la escritura?

Tenía diez o doce años cuando comencé a escribir. Creo que me puse a ello por mi hermana, que era muy estudiosa, sacaba siempre sobresalientes y leía sin parar. Ella tenía una gran imaginación y yo deseaba imitarla, por eso contaba cuentos, chistes y anécdotas. El hecho de vivir rodeado de muchos libros y lápices creo que me llevó a ello. A fecha de hoy, creo que escribo para saber realmente cómo soy y cómo me enfrento al día a día. Llevo una vida que es la que los demás piensan que debe tener Kike Parra, pero hay otra vida, que es la que en realidad me gusta, y escribir me ayuda a poner un poco de orden en ambas.


He leído que te reconoces a ti mismo como un mentiroso desde siempre. Onetti decía que la obligación de los escritores era mentir, ¿la escritura te ha dado patente de corso para hacerlo?

Desde que publico libros miento menos. En aquella entrevista me preguntaron por qué tenía tanta imaginación y les expliqué que mis padres eran muy protectores y que, si yo quería sacar la cabeza del nido para respirar, había de mentirles a menudo. Eso me indujo a pensar que, si tenía imaginación para mentir, también podía usarla para escribir.

¿Cómo surgen los cuentos en tu mente? ¿Los escribes de un tirón o maduras la idea durante un tiempo?

Por regla general, en mis cuentos tengo una chispa que va dando vueltas por mi cabeza. Sin embargo, me siento a escribir sólo con la primera frase y algún detalle, sin mucho más. Tengo claro el protagonista y cuál va a ser el conflicto, pero no sé si habrá un personaje secundario o dos. También desconozco el final.


Por lo tanto, lo importante es el viaje, ¿no?

Sí, claro. Muchas veces llego al final y luego lo matizo o le introduzco alguna pequeña modificación.


¿El cuento requiere de un tipo de lector específico?

Pienso que no hay un lector específico de cuentos, pero sí creo en la actitud. Siempre se ha dicho que en España el cuento está peor visto que la novela, mientras que en Estados Unidos o en Sudamérica ocurre lo contrario. Aquí los lectores están más acostumbrados al texto largo y el relato breve requiere enfrentarse con él de otro modo. Son historias cortas, que empiezan y acaban con rapidez y obligan a tener puestos todos los sentidos en la lectura. Una novela puedes fragmentarla, tomártela con mucha calma, pero si haces lo mismo con un cuento, termina perdiendo la gracia.


Traslademos esta misma pregunta al terreno de la escritura: ¿un escritor se enfrenta igual a una novela que a un cuento?

En los cuentos se condensa igual que en una novela, pero sucede que todo ha de estar mucho más controlado, no puedes patinar, has de tener cada uno de los elementos bien cogidos por las riendas, no se te puede escapar la intensidad o la tensión, has de avanzar gradualmente, sin que se produzcan altibajos porque si no al lector la narración se le va a convertir en agua. Con relación a los personajes, en el cuento caben dos o tres como mucho y, si no los cuadras bien, la historia puede resultar inverosímil. Esos detalles son los que diferencian la escritura de un cuento de la de una novela.


Señalas que al empezar a escribir tienes claro el protagonista, ¿podemos definir tus cuentos como relatos de personaje?

Para mí el personaje es el elemento principal del cuento, igual que para otros escritores lo son el fondo o la voz. Me centro mucho en su figura y estoy muy pegado a él. Nos controlamos mutuamente y si me tiene que ganar dejo que me gane. Pero cuando acabo la escritura, el protagonista ha llegado hasta donde más o menos yo preveía que lo haría mientras maduraba la idea.


¿Hay mucho de ti en tus personajes?

El otro día presenté un libro en València, cuyo autor dijo que su novela no era autoficción, pero que en sus páginas había tantas cosas suyas que había tenido que crear una pantalla que ocultase la evidencia. A veces pienso que no se va a notar que lo que escribo es mío, pero quien me conoce bien puede rastrearme a través de mis cuentos.


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Alguien ha definido a tus personajes como seres perplejos, sin embargo, a mí me parecen tipos duros, algo despiadados y egoístas, que van muy a la suya, en ocasiones incluso un poco gilipollas.

En ‘Me pillas en mal momento’, mi anterior libro de cuentos, había algunos personajes que eran seres insensibles, auténticos psicópatas. En ‘Ninguna mujer ha pisado la luna’ más que duros creo que son tipos que se dan cuenta de que si, en un momento determinado, no emplean esa dureza no son capaces de revertir la situación en la que se encuentran inmersos. A veces, yo mismo he sido tan duro o tan gilipollas como ellos y me pregunto si lo que escribo no es sino un experimento para comprobar cómo me comportaría o qué decisión tomaría ante esas mismas situaciones. Creo que no soy como estos tipos, pero me asalta la duda de si, en caso de necesidad, no sería capaz de actuar igual y cometer sus mismas barbaridades.


Los cuentos de ‘Ninguna mujer ha pisado la luna’ no son breves, casi todos superan las veinte páginas, ¿te ha pasado por la cabeza la idea de convertir alguno de ellos en novela?

Personalmente no he pensado en eso, pero es verdad que a mi editora, el último de los cuentos del libro, ‘Tantas veces como amor’, le parecía que ofrecía posibilidades para ser una novela. Durante algunas semanas estuve reflexionando sobre esta opción, pero como había escrito todo lo que me apetecía decir sobre esa historia, decidí desestimar la idea.


Abordas la historia en un momento dado, la haces avanzar un poco y luego la sueltas, sin que parezca importar mucho el desenlace.

Es verdad que el desenlace no está muy claro, pero intento dejar algunas señales para que, cuando el final se anuncia inminente, sea el lector quien le ponga el lazo al relato o lo haga explotar.


Los temas son diversos, ¿existe algún hilo conductor entre ellos?

Bueno, creo que eso que dicen de que hay escritores que siempre repiten las mismas historias es cierto. En mi caso, los temas que me llevan a escribir son iguales: la infidelidad, el sexo, las consecuencias de traspasar ciertos límites... Todos ellos ya aparecían en mi primer libro de microrrelatos, incluso ahora que llevo una novela entre manos también están presentes.


Parece innegable que tras tus cuentos se esconde la lectura de mucha literatura norteamericana: Wolff, Carver o Cheever, ¿es así?

Me hizo gracia que Gonzalo Calcedo, que prologó ‘Me pillas en mal momento’, me dijera que en mis cuentos se notaba la influencia de Tobias Wolff, porque en realidad aún no había leído nada suyo por aquel entonces. Lo hice después. Sin embargo, sí conocía a Carver, Cheever, Richard Fox o Donald Ray Pollock y a muchos otros escritores contemporáneos, que también los han leído, claro, e imagino que por eso aparecen. A pesar de todo, he intentado desmarcarme de este tipo de ambientaciones, pero por lo visto no lo he conseguido.


Los escenarios también se me antojan muy americanos.

Al tratarse de cuentos que nacen de noticias periodísticas, que fueron portados en su momento, intento recoger el ambiente originario del hecho y llevarlo a la página. Algunas historias sucedieron en las Vegas o en Nueva York, pero no todas son así. Sin ir más lejos, la noticia que propició la escritura del cuento que da título al volumen ocurrió en el Prepirineo Aragonés. Lo que está claro es que nunca he escrito sobre naranjos ni sobre la temperatura de València, incluso mis primeros cuentos transcurrían en la Meseta, imagino que influenciado por la lectura de Cela o Delibes, autores cuya lectura frecuentaba entonces.


Comentas que estás escribiendo una novela, ¿por qué el cambio de género precisamente ahora?

Creo que por higiene literaria y también por probar. Necesito conocer cosas nuevas, llevo treinta y cinco años escribiendo historias cortas, si exceptuamos un par de novelas que tengo aparcadas, y pienso que ha llegado el momento de trabajar con tramas más largas y personajes de mayor recorrido. Antes con los cuentos tenía suficiente, pero ahora se me ocurren historias con más subtramas y eso requiere un trabajo de mayor distancia.


La última por hoy: antes has citado a Gonzalo Calcedo como prologuista de tu anterior libro de cuentos, ¿qué piensa Calcedo de tus historias?

De Calcedo conservo dos comunicaciones, que recibí cuando le propuse prologar ‘Me pillas en mal momento’. Sé que los cuentos le gustaron y me dijo que debía seguir escribiendo, porque pensaba que tenía cosas que decir y que mis libros tendrían recorrido.


"El personaje es el elemento principal de mis cuentos, igual que para otros autores lo son el fondo o la voz"

Entrevista al escritor al escritor Kike Parra Veïnat
Herme Cerezo
jueves, 5 de julio de 2018, 06:34 h (CET)



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Kike Parra Veïnat tiene 46 años. Nació en Alzira (València), en 1971, una ciudad que se parece muy poco a los lugares a los que viaja. ‘Ninguna mujer ha pisado la luna’ es su cuarto título publicado. Es autor también de los libros de microrrelatos ‘Ningún millón de ángeles cantando’ y ‘Siempre pasan cosas’ y del volumen de cuentos ‘Me pillas en mal momento’. Kike Parra ha ganado los premios “Certamen de Cuento corto del Ayuntamiento de Laguna de Duero”, “Concurso Internacional de Cuentos Elena Soriano” y el “Antonio Villalba 2013”.

En ocasiones uno tropieza con escritores que no conoce o de los que nunca ha oído hablar, uno de esos tipos que apenas mete ruido y que, sin que tú sepas nada – tampoco tienes por qué saberlo – ya guarda en su mochila unos cuantos libros de relatos publicados, cuatro en el caso que nos ocupa. El mercado de la literatura es inabarcable y quizá por eso reserva estas recompensas para los buscadores de tesoros. En esta ocasión, la recompensa se llama Kike Parra Veïnat, que no hace mucho ha puesto en circulación por las librerías de este país su nuevo volumen de cuentos ‘Ninguna mujer ha pisado la luna’, editado por Relee Red Libre Ediciones. En los ocho relatos, un prólogo (de Jon Bilbao) y una nota final que lo integran, resuenan los ecos de John Cheever, Richard Fox, Tobias Wolff, Raymond Carver y del palentino Gonzalo Calcedo que, además, prologó su anterior entrega (‘Me pillas en mal momento’). Con Kike Parra compartí una tónica un viernes a primera hora de la tarde, mientras en una pantalla lejana algún comentarista ponderaba las virtudes y defectos de uno de los primeros partidos del Mundial de Fútbol Rusia 2018. Como nunca antes le había entrevistado, la primera pregunta de mi voluble cuestionario era obligada: Kike, ¿qué significa para ti la escritura?

Tenía diez o doce años cuando comencé a escribir. Creo que me puse a ello por mi hermana, que era muy estudiosa, sacaba siempre sobresalientes y leía sin parar. Ella tenía una gran imaginación y yo deseaba imitarla, por eso contaba cuentos, chistes y anécdotas. El hecho de vivir rodeado de muchos libros y lápices creo que me llevó a ello. A fecha de hoy, creo que escribo para saber realmente cómo soy y cómo me enfrento al día a día. Llevo una vida que es la que los demás piensan que debe tener Kike Parra, pero hay otra vida, que es la que en realidad me gusta, y escribir me ayuda a poner un poco de orden en ambas.


He leído que te reconoces a ti mismo como un mentiroso desde siempre. Onetti decía que la obligación de los escritores era mentir, ¿la escritura te ha dado patente de corso para hacerlo?

Desde que publico libros miento menos. En aquella entrevista me preguntaron por qué tenía tanta imaginación y les expliqué que mis padres eran muy protectores y que, si yo quería sacar la cabeza del nido para respirar, había de mentirles a menudo. Eso me indujo a pensar que, si tenía imaginación para mentir, también podía usarla para escribir.

¿Cómo surgen los cuentos en tu mente? ¿Los escribes de un tirón o maduras la idea durante un tiempo?

Por regla general, en mis cuentos tengo una chispa que va dando vueltas por mi cabeza. Sin embargo, me siento a escribir sólo con la primera frase y algún detalle, sin mucho más. Tengo claro el protagonista y cuál va a ser el conflicto, pero no sé si habrá un personaje secundario o dos. También desconozco el final.


Por lo tanto, lo importante es el viaje, ¿no?

Sí, claro. Muchas veces llego al final y luego lo matizo o le introduzco alguna pequeña modificación.


¿El cuento requiere de un tipo de lector específico?

Pienso que no hay un lector específico de cuentos, pero sí creo en la actitud. Siempre se ha dicho que en España el cuento está peor visto que la novela, mientras que en Estados Unidos o en Sudamérica ocurre lo contrario. Aquí los lectores están más acostumbrados al texto largo y el relato breve requiere enfrentarse con él de otro modo. Son historias cortas, que empiezan y acaban con rapidez y obligan a tener puestos todos los sentidos en la lectura. Una novela puedes fragmentarla, tomártela con mucha calma, pero si haces lo mismo con un cuento, termina perdiendo la gracia.


Traslademos esta misma pregunta al terreno de la escritura: ¿un escritor se enfrenta igual a una novela que a un cuento?

En los cuentos se condensa igual que en una novela, pero sucede que todo ha de estar mucho más controlado, no puedes patinar, has de tener cada uno de los elementos bien cogidos por las riendas, no se te puede escapar la intensidad o la tensión, has de avanzar gradualmente, sin que se produzcan altibajos porque si no al lector la narración se le va a convertir en agua. Con relación a los personajes, en el cuento caben dos o tres como mucho y, si no los cuadras bien, la historia puede resultar inverosímil. Esos detalles son los que diferencian la escritura de un cuento de la de una novela.


Señalas que al empezar a escribir tienes claro el protagonista, ¿podemos definir tus cuentos como relatos de personaje?

Para mí el personaje es el elemento principal del cuento, igual que para otros escritores lo son el fondo o la voz. Me centro mucho en su figura y estoy muy pegado a él. Nos controlamos mutuamente y si me tiene que ganar dejo que me gane. Pero cuando acabo la escritura, el protagonista ha llegado hasta donde más o menos yo preveía que lo haría mientras maduraba la idea.


¿Hay mucho de ti en tus personajes?

El otro día presenté un libro en València, cuyo autor dijo que su novela no era autoficción, pero que en sus páginas había tantas cosas suyas que había tenido que crear una pantalla que ocultase la evidencia. A veces pienso que no se va a notar que lo que escribo es mío, pero quien me conoce bien puede rastrearme a través de mis cuentos.


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Alguien ha definido a tus personajes como seres perplejos, sin embargo, a mí me parecen tipos duros, algo despiadados y egoístas, que van muy a la suya, en ocasiones incluso un poco gilipollas.

En ‘Me pillas en mal momento’, mi anterior libro de cuentos, había algunos personajes que eran seres insensibles, auténticos psicópatas. En ‘Ninguna mujer ha pisado la luna’ más que duros creo que son tipos que se dan cuenta de que si, en un momento determinado, no emplean esa dureza no son capaces de revertir la situación en la que se encuentran inmersos. A veces, yo mismo he sido tan duro o tan gilipollas como ellos y me pregunto si lo que escribo no es sino un experimento para comprobar cómo me comportaría o qué decisión tomaría ante esas mismas situaciones. Creo que no soy como estos tipos, pero me asalta la duda de si, en caso de necesidad, no sería capaz de actuar igual y cometer sus mismas barbaridades.


Los cuentos de ‘Ninguna mujer ha pisado la luna’ no son breves, casi todos superan las veinte páginas, ¿te ha pasado por la cabeza la idea de convertir alguno de ellos en novela?

Personalmente no he pensado en eso, pero es verdad que a mi editora, el último de los cuentos del libro, ‘Tantas veces como amor’, le parecía que ofrecía posibilidades para ser una novela. Durante algunas semanas estuve reflexionando sobre esta opción, pero como había escrito todo lo que me apetecía decir sobre esa historia, decidí desestimar la idea.


Abordas la historia en un momento dado, la haces avanzar un poco y luego la sueltas, sin que parezca importar mucho el desenlace.

Es verdad que el desenlace no está muy claro, pero intento dejar algunas señales para que, cuando el final se anuncia inminente, sea el lector quien le ponga el lazo al relato o lo haga explotar.


Los temas son diversos, ¿existe algún hilo conductor entre ellos?

Bueno, creo que eso que dicen de que hay escritores que siempre repiten las mismas historias es cierto. En mi caso, los temas que me llevan a escribir son iguales: la infidelidad, el sexo, las consecuencias de traspasar ciertos límites... Todos ellos ya aparecían en mi primer libro de microrrelatos, incluso ahora que llevo una novela entre manos también están presentes.


Parece innegable que tras tus cuentos se esconde la lectura de mucha literatura norteamericana: Wolff, Carver o Cheever, ¿es así?

Me hizo gracia que Gonzalo Calcedo, que prologó ‘Me pillas en mal momento’, me dijera que en mis cuentos se notaba la influencia de Tobias Wolff, porque en realidad aún no había leído nada suyo por aquel entonces. Lo hice después. Sin embargo, sí conocía a Carver, Cheever, Richard Fox o Donald Ray Pollock y a muchos otros escritores contemporáneos, que también los han leído, claro, e imagino que por eso aparecen. A pesar de todo, he intentado desmarcarme de este tipo de ambientaciones, pero por lo visto no lo he conseguido.


Los escenarios también se me antojan muy americanos.

Al tratarse de cuentos que nacen de noticias periodísticas, que fueron portados en su momento, intento recoger el ambiente originario del hecho y llevarlo a la página. Algunas historias sucedieron en las Vegas o en Nueva York, pero no todas son así. Sin ir más lejos, la noticia que propició la escritura del cuento que da título al volumen ocurrió en el Prepirineo Aragonés. Lo que está claro es que nunca he escrito sobre naranjos ni sobre la temperatura de València, incluso mis primeros cuentos transcurrían en la Meseta, imagino que influenciado por la lectura de Cela o Delibes, autores cuya lectura frecuentaba entonces.


Comentas que estás escribiendo una novela, ¿por qué el cambio de género precisamente ahora?

Creo que por higiene literaria y también por probar. Necesito conocer cosas nuevas, llevo treinta y cinco años escribiendo historias cortas, si exceptuamos un par de novelas que tengo aparcadas, y pienso que ha llegado el momento de trabajar con tramas más largas y personajes de mayor recorrido. Antes con los cuentos tenía suficiente, pero ahora se me ocurren historias con más subtramas y eso requiere un trabajo de mayor distancia.


La última por hoy: antes has citado a Gonzalo Calcedo como prologuista de tu anterior libro de cuentos, ¿qué piensa Calcedo de tus historias?

De Calcedo conservo dos comunicaciones, que recibí cuando le propuse prologar ‘Me pillas en mal momento’. Sé que los cuentos le gustaron y me dijo que debía seguir escribiendo, porque pensaba que tenía cosas que decir y que mis libros tendrían recorrido.


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