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Allá por el siglo V d. C., sin entrar en más pormenores, Europa se vio invadida por los hunos. En el año 420 un jefe llamado Octar comenzó a reunir a todas las tribus hunas, que se encontraban separadas bajo su mandato, logrando así una especie de confederación de estas. Le sucedió su hermano Rugila que consiguió su total cohesión a las que proporcionó un objetivo común: la derrota del Imperio Romano de Occidente, cuyo ejército comandaba el general Aecio.
“Los tiempos adelantan que es una barbaridad”, la famosa frase de don Hilarión, el personaje de la zarzuela “La verbena de la paloma”, aparte de ser de una realidad incuestionable, nos sitúa en la tesitura de ver en retrospectiva esta parte de nuestra vida que parece que ha transcurrido a mayor velocidad que aquella otra parcela de nuestra existencia que la precedió, visto en perspectiva.
Pedro Sánchez se ha convertido en un escaqueador. Lo hace siempre que puede y lo ha hecho conscientemente del funeral religioso de las víctimas del coronavirus, celebrado en la catedral de la Almudena. Acabo de escuchar que si no asistió al funeral fue porque los muertos como consecuencia de la covid-19 son para él un problema político, sin más, pero también la constatación de su reconocida y negligente gestión de la crisis sanitaria.
La incertidumbre de los compradores a la hora de adquirir un vehículo crece ante la velocidad del cambio tecnológico en el sector del automóvil, las políticas públicas que restringen el acceso a las principales ciudades y las nuevas formas de movilidad que se presentan como alternativas.
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