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La gente paniaguada del jurado y los pelotas de la monarquía borbónica no saben lo que hacer para salvar la imagen de Felipe, Juan Carlos y familia. En esta ocasión se han aprovechado de los trabajadores y trabajadoras de la sanidad pública, convertidos oficialmente en héroes pero con contratos en precario, sueldos a la baja y recursos recortados salvajemente.
Esta característica es una de las tantas que hace a esta república algo tan sui géneris.
Bajo la presión de la crisis provocada por el coronavirus y el confinamiento generalizado estamos asistiendo a un descubrimiento sensacional: para vivir más o menos feliz no se precisa tanto, amar y ser amado, tener algo que hacer para ganarse dignamente el sustento diario y ver el porvenir razonablemente despejado de incertidumbres.
Cerca del final de la novela París, de Émile Zola, el personaje principal de la trama narrativa Pierre Frémont detiene la voluntad destructora de su hermano mayor Guillaume poco antes de intentar volar con explosivos la legendaria basílica del Sagrado Corazón parisina. Zola nos viene a decir que la violencia revolucionaria no alumbrará ningún tiempo nuevo de justicia social.
Engels nació en 1979 en Bélgica y es profesor de investigación. Es historiador. En el año 2008 es nombrado titular de la cátedra de historia romana de la Universidad Libre de Bruselas.
Desde sus comienzos, este discurso, no correspondía a la realidad o la necesidad económica de muchas regiones en las que se lo implementó, más allá de que los postulados del Consenso de Washington lo pretendieran, en la praxis y con el correr del tiempo, se demostró el fracaso.
No tiene porque ser incompatible la idea que heredamos de la globalización con la eficiencia, con el tan formulado “laissez faire”, la competencia y la justicia social. Pero tal como hoy en día están planteadas las cosas, la respuesta política clara y contundente es que hay que cambiar el modelo económico – neoliberal.
El relato oficial dice que entre la muerte de Franco en 1975 y el fallido golpe de Estado de Tejero (23 de febrero de 1981), España sería una Arcadia idílica (de apellido Transición), en la que los líderes de la oposición al régimen de Franco y los reformistas del interior pactaron una agenda para preparar al Estado español para su anhelada entrada en Europa así como garantizar la democracia y el progreso generalizado, todo ello bajo la supervisión del rey Juan Carlos I.
La sustitución de la tradicional doctrina económica del Equilibrio Presupuestario del Estado por la del déficit endémico ( práctica que por mimetismo han adoptado múltiples ayuntamientos y Comunidades Autónomas), contribuirá a que la Prima de Riesgo se dispare, se rebaje la calificación de la Deuda del Estado y se incrementen las dificultades para obtener financiación exterior, lo que podría actuar como espoleta de una metástasis recesiva en la economía española.
Es necesario ponerle un alto a la maquinaria neoliberalista capitalista, porque todo lo devora, todo lo destruye y no tiene punto de satisfacción; podemos avanzar en ese sentido siendo conscientes de su naturaleza, saliéndonos de su inercia y llevándola al punto de la indigestión a través de nuestro pensar y de nuestro actuar.
El neoliberalismo en nuestra región contó con laboratorios para la implementación de sus recetas económicas: las dictaduras. Quizás, y por la decantación que ofrece la historia a la luz de estos días, y teniendo en cuenta el escenario económico que nos asiste, los casos de argentina y Chile son los más resonantes, los más hirientes al día de hoy, y en los que la memoria debe ejercitarse como nunca.
Me surgen muchísimas dudas respecto al hecho de que parte del patrimonio histórico y cultural de cada país, sea objeto de posesión y comercio entre particulares y entidades privadas.
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