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El 2 de febrero de cada año es el Día Mundial de los Humedales y en él se conmemora la fecha en que se adoptó la Convención sobre los Humedales, el 2 de febrero de 1971, en la ciudad iraní de Ramsar, a orillas del mar Caspio. Una efeméride significativa orientada a generar conciencia colectiva acerca de la importancia de los humedales para la biodiversidad, el medio ambiente y el planeta.
La mayor iniciativa jamás hecha para restaurar ríos, lagos y humedales degradados ha sido propuesta por seis países de América Latina y África, en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua. Colombia, Ecuador, Gabón, México, la República Democrática del Congo y Zambia encabezan el Desafío del Agua Dulce, cuyo objetivo es restaurar 300 000 kilómetros de ríos y 350 millones de hectáreas de humedales, desde ahora hasta el año 2030.
Cuando aún olisqueamos la negrura de los recientes incendios y su asimilación genera las reflexiones oportunas; se ponen de manifiesto también el resto de las manifestaciones vitales de la comarca. Hoy me detengo en la espléndida imagen de los humedales arroceros, de indudable sentido antropológico para sus habitantes, fraguado tras los avatares de muchas personas involucradas en diferentes épocas. Las espigas doradas embellecen la comarca en estos días.
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