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Un altar que no debería estar ahí nos dice que los dioses de Teotihuacan se pasean por tierras mayas. Ya lo dijo alguien que sabía de imperios: los poderosos nunca llaman a la puerta, entran. Y a veces dejan cosas raras detrás. En este caso, un altar. Un bloque de piedra caliza que aparece en mitad de Tikal, bien pintado en rojo, negro y amarillo, como si fuera un souvenir dejado a propósito por los señores de Teotihuacan para que nadie olvidara que alguna vez estuvieron allí.
Aunque en teoría de dios nada se puede decir porque es inefable, de dios se ha dicho todo. ¿A qué dios nos referimos en concreto? A todos en general y a ninguno en particular, ya que todos son creaciones del ser humano basadas en la fe, que no admite prueba alguna de su existencia material.
En esta ocasión presentamos la reseña literaria del libro titulado “Mitología China: La luz de Oriente” de Javier Tapia, editado y publicado por Plutón Ediciones y perteneciente a la colección “Mythos”. El autor hace un recorrido por todo el imaginario chino. A través de sus páginas, el lector entenderá la carga espiritual que tiene la mitología china y cómo ha sido su evolución a lo largo del tiempo.
Señor presidente: si he de serle sincero, no tengo la menor esperanza de que estas reflexiones lleguen a su conocimiento, y en el supuesto de que llegase a tener noticia de ellas, puedan causar el menor efecto en sus mudables propósitos. Soy consciente de que mis palabras son una gota de agua en la inmensidad de los océanos.
Son las palabras que aprendimos cuando pequeños que la serpiente le dijo a Eva en el Paraíso. Ésta, en su enajenación, la creyó y comió la fruta, desobedeció el mandato divino, perdió el Edén y nos lo hizo perder a todos los humanos sus descendientes, cometiendo el pecado original del que todas las personas somos reos. Esto ¿es una fábula, un mito, un cuento para niños pequeños, o para seres adultos?
Que la sociedad de este nuevo siglo está sufriendo una profunda transformación en casi todos los ámbitos de nuestra vida no hay ya quien lo dude, ni tampoco quien la detenga. La era digital ha roto todas las fronteras idiomáticas, culturales, económicas y sociales que el hombre tenía hasta el pasado siglo.
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