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Hace poco hablé de los dichos y refranes como una forma de expresión y condensación de la sabiduría popular. Una forma de prevenir y expresar, en pocas palabras, una situación o circunstancia. Tomando en cuenta que este tema surgió, no como una idea al aire, sino, como una forma de ver la sabiduría de la vida.
¿Cuántos de nosotros no hemos escuchado en nuestras familias algún dicho o refrán para alguna situación? Desde niños, en la asignatura de lenguaje y comunicación, hemos estudiado los dichos y refranes. La diferencia entre ambos términos no es abismal, pero sí significativa. Aunque ahora se toman como sinónimos, en realidad no lo son; tienen pequeñas diferencias.
Los dichos, refranes y expresiones populares son mucho más que simples palabras. Son un reflejo de la identidad, de la cultura y de la historia de los pueblos que los crean y los usan. En cada rincón del mundo hispanohablante, desde las calles empedradas de Toledo hasta las montañas de los Andes, estos fragmentos de sabiduría popular son una parte vital de la comunicación.
En época tan movidita como la actual, no vamos a negar los magníficos adelantos conseguidos; al tiempo, es patente y nos inquieta la proliferación simultánea de irresponsabilidades sin parangón. Incluso aquellos logros de buen ver, se desvirtúan por una serie de prácticas intempestivas.
El poder de las palabras es muy notable y por eso los procesos de comunicación hablada y escrita son esenciales en la convivencia humana y en la sociedad. La psicología cognitiva analiza las funciones cerebrales que hacen posible las conductas racionales humanas y todas las capacidades que nos caracterizan como sujetos pensantes.
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