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Violeta Torrejón
Violeta Torrejón es sociologa, especialista en necesidades específicas del entorno de la salud y del trabajo en mujeres y hombres, también en coaching e inteligencia emocional. Ha trabajado realizando análisis de prensa y como documentalista. También en residencia de ancianos realizando talleres y seguimiento de la adaptación al centro. Cuenta con experiencia en el ámbito educativo en el que ha puesto en práctica todos sus conocimientos. |
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Cuando comienza una relación tenemos la sensación de que los dos integrantes tienen las mismas miras de futuro, ilusión y cimientos. Cada uno de ellos tendrá valores y ambiciones que irán saliendo con el tiempo. Y eso es porque no nos hemos preocupado demasiado en saber qué quiere el otro o porque nos han mostrado otra cara diferente a la real. Pero, llega un momento en las relaciones en el que uno de los miembros puede plantearse el hecho de querer tener descendencia.
Tenemos la mala costumbre de pensar que aquello que en un momento determinado tenemos o albergamos, será para siempre. Pensamos que nuestra vida no puede cambiar como sí que les sucede a otros. La falta de recursos, de salud, las separaciones, las custodias…, todo eso les sucede a otros, pero no a nosotros. No valoramos las cosas tal y como debiéramos hasta que un día lo perdemos de verdad.
Hoy en día, vivimos en una sociedad plagada de medios informáticos, artilugios electrónicos y sobre todo, exceso de información que se visualiza rápidamente a través de los diferentes navegadores. Sabemos a la perfección la vida de los demás, ya sean personas anónimas con las que jamás hablaremos o conocidos. Vivimos en un mundo donde el consumo es el mayor valor que tenemos, porque si no nos sentiremos apartados e incluso menospreciados.
Todos recordamos los inicios y contactos del primer noviazgo donde la inexperiencia estaba presente, donde existían los nervios y las emociones auténticas ante cualquier suceso. Con ese primer amor, se fue formando parte de la personalidad que influirá, después, en la forma de comportarnos con otros, en la edad adulta.
En estos meses de calor, la vestimenta cambia de forma drástica y los complejos salen a la luz de forma disimulada. Habrá personas que lo lleven mejor y no se dejen influenciar por la estética social no importándoles lo que otros digan o vean, pero en otros casos existirá un gran grupo que sí que se sentirá avergonzado o incluso obsesionado por mostrar el mejor cuerpo posible para la llegada de esta época.
Dentro de poco llegarán los meses de calor y sol, donde millones de parejas y amigos se irán de vacaciones a lugares que no conocían o repetirán en aquellos que más les han gustado. Otros, con menos suerte o menos dinero, se irán a los pueblos o casas en la sierra, la playa o similares. Y es que, en todos ellos, existe un denominador común que es el de la convivencia durante esas épocas en las que, se supone, que uno sale para desconectar y olvidarse de todo.
Los comienzos son siempre fáciles cuando se habla de relaciones de pareja, porque ambos dan lo mejor de sí mismos. Se esfuerzan y muestran la mejor cara. Es al principio cuando los dos integrantes se preocupan el uno por el otro, cuando se forjan los cimientos y se genera la confianza. Se establecen unos vínculos que parecen indestructibles y el cuidado está siempre presente, llegando incluso, a admirar a la otra persona.
La mayoría de las veces no somos conscientes de cómo pasa el tiempo en nuestras vidas porque, de forma general, siempre estamos sumidos en una rutina constante que ocupa los días sin dejar momento alguno para la reflexión o para tomar conciencia sobre nuestra identidad reflejada en un espejo.
Tenemos la tendencia a pensar de que cuando ocurre algo, reaccionamos de la mejor manera posible pero en realidad, muchas veces, si lo pensamos en frío, pudiera suceder que si volviéramos atrás, hubiéramos elegido otra reacción. La vida está formada por multitud de situaciones ante las cuales, podemos estar preparados, y otras, a las que, directamente, tenemos que hacer frente, por mucho que nos pese o porque, simplemente, no nos queda más remedio.
Solemos decir muchas frases y damos bastantes discursos sobre situaciones que pensamos que nunca haremos. Estamos convencidos de nuestra palabra y seguros de no cambiar de opinión, a pesar de las diferentes experiencias por las que podemos pasar, pero puede suceder que llegue un día en el que todo aquello que dijimos cobre otro sentido, y aquello que prometimos no hacer, lo acabemos haciendo.
Cuando somos jóvenes tenemos una vida acorde a la edad con la que, en ese momento, contamos. No tenemos responsabilidades, de forma general, y nos encontramos en un estado ideal donde salir, conocer gente o disfrutar es la prioridad. Podemos quedar con los amigos, hacer planes improvisados y hacer cambios de última hora, incluso, en ciertos momentos, existen épocas de descontrol, pero nadie depende de nosotros.
La sociedad, en términos generales, parece que ha avanzado muchísimo si la comparamos con épocas anteriores, pero lo cierto es que en algunos círculos, o incluso en determinados momentos, pudiera parecer que todavía rigen diversos criterios que siguen estando vigentes a pesar de la libertad y la amplitud de miras y pensamientos que a día de hoy están presentes.
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