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Violeta Torrejón
Violeta Torrejón
No hay cosa más dura que contemplarse y no poder reconocerse

La mayoría de las veces no somos conscientes de cómo pasa el tiempo en nuestras vidas porque, de forma general, siempre estamos sumidos en una rutina constante que ocupa los días sin dejar momento alguno para la reflexión o para tomar conciencia sobre nuestra identidad reflejada en un espejo.

No vale de nada arrepentirse

Tenemos la tendencia a pensar de que cuando ocurre algo, reaccionamos de la mejor manera posible pero en realidad, muchas veces, si lo pensamos en frío, pudiera suceder que si volviéramos atrás, hubiéramos elegido otra reacción. La vida está formada por multitud de situaciones ante las cuales, podemos estar preparados, y otras, a las que, directamente, tenemos que hacer frente, por mucho que nos pese o porque, simplemente, no nos queda más remedio.

La vida es vivir, y eso supone pensar de forma diferente según el momento en el que nos podamos encontrar

Solemos decir muchas frases y damos bastantes discursos sobre situaciones que pensamos que nunca haremos. Estamos convencidos de nuestra palabra y seguros de no cambiar de opinión, a pesar de las diferentes experiencias por las que podemos pasar, pero puede suceder que llegue un día en el que todo aquello que dijimos cobre otro sentido, y aquello que prometimos no hacer, lo acabemos haciendo.

Ser madre te hace reflexionar, pensar en las cosas verdaderamente importantes de la vida

Cuando somos jóvenes tenemos una vida acorde a la edad con la que, en ese momento, contamos. No tenemos responsabilidades, de forma general, y nos encontramos en un estado ideal donde salir, conocer gente o disfrutar es la prioridad. Podemos quedar con los amigos, hacer planes improvisados y hacer cambios de última hora, incluso, en ciertos momentos, existen épocas de descontrol, pero nadie depende de nosotros.

La sociedad, en términos generales, parece que ha avanzado muchísimo si la comparamos con épocas anteriores, pero lo cierto es que en algunos círculos, o incluso en determinados momentos, pudiera parecer que todavía rigen diversos criterios que siguen estando vigentes a pesar de la libertad y la amplitud de miras y pensamientos que a día de hoy están presentes.

Todos en algún momento de nuestra vida nos sentimos aturdidos por algún tipo de miedo, muchos de ellos superficiales como consecuencia, a veces, de experiencias previas que hemos vivido pero que no tienen por qué volverse a repetir, y otros que pueden influir emocionalmente y que nos pueden llegar a paralizar de forma drástica.

En todas las relaciones sociales que con el tiempo acaban siendo más íntimas, los comienzos suelen ser fáciles porque existe una motivación que hace que eso prospere, que vaya avanzando porque el interés emocional es mutuo por ambas partes. Y esto es aplicable para amistades o parejas. En todas ellas, es imprescindible que haya reciprocidad, que exista una conexión que funcione como la gasolina de un automóvil que propicia que día tras día se mueva y circule.

En algunas ocasiones, tenemos momentos o situaciones estresantes que hacen que perdamos el control de nuestra vida. Es en esos instantes, cuando nos empezamos a poner nerviosos, es cuando lo que creíamos que estaba bajo nuestras riendas, de repente, salta en mil pedazos. Nuestra estabilidad pasa a una fase de no saber qué va a suceder y en donde las emociones y sensaciones se alternan de forma brusca debido a ese estado de ansiedad.

Solemos emplear el término promesa para asegurar algunos deseos que pensamos que serán eternos o que en su defecto, siempre estarán presentes en nuestra cabeza si las circunstancias siguen siendo las mismas. La vida es un cambio constante donde todos debemos adaptarnos. Algunos lo harán mejor que otros pero de una forma u otra, habrá que hacerlo, porque si no será la propia vida la que nos ponga en nuestro lugar.

En nuestro día a día nos relacionamos con muchas personas. Generalmente, aquellos que nos influyen más, serán los que conformen nuestra familia, amigos o pareja. Será con ellos con los que nos sintamos más cómodos para mostrarnos tal y como somos, pero pudiera suceder que, a veces, la sinceridad pueda sobrepasar determinados límites o la propia confianza excederse de unos rangos y dar lugar a ciertos problemas personales.

Somos seres de rutinas y estamos acostumbrados a realizar las mismas actividades día tras día o en su defecto, similares. Conocemos los lugares por los que transitamos de forma habitual, nos relacionamos con personas afines a nosotros y los trayectos suelen repetirse en el tiempo. Es decir, nos sentimos seguros en nuestro círculo de relaciones y de todo lo que tenga que ver con el entorno que nos rodea.

El amor es algo que se debe demostrar día tras día, es algo que tiene que estar presente cuando dos personas se quieren y desean tener “algo” juntas. Ya no se trata tanto de futuro, porque la vida es la que se encarga la mayoría de las veces de cambiar o modificar los destinos y sobre todo, porque no sólo el amor es suficiente para que se vaya consolidando ese proyecto.

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