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Juan Antonio Freije Gayo
Juan Antonio Freije Gayo
Se podrá mostrar un mundo perfecto en las apariencias colectivas, pero no servirá para librarnos de las viejas zozobras humanas que pueblan la realidad de cada día

Aunque criticada por su nivel de simplificación, la teoría del cerebro reptiliano, difundida por el neurólogo Paul D. MacLean en la década de 1960, se presenta atrayente para los legos en la materia, como es el caso de quien suscribe, pues nos retrotrae a otros esquematismos explicativos, verbigracia, el de infraestructura/superestructura.

Cada vez en mayor medida, actúan quienes nos gobiernan como propagandistas más que como gestores, lo que va en detrimento de la calidad de sus acciones

Se advierte muy en boga la referencia a la guerra cultural, bastante relacionada con la propaganda de siempre que, como los viejos rockeros, nunca muere y solo se adapta a las circunstancias; es sabido que adquiere especial relevancia durante los conflictos bélicos, pero también inunda los tiempos de paz, en el marco de la contienda política diaria, ligada a la dinámica del Poder.

Presiento que, cada vez más, el turista se impone al viajero, tal vez porque viajar es más difícil cada día, pues el mundo se iguala y los territorios ignotos desparecen

Afirmó Heidegger que “el hombre es un ser de lejanías”. Conocí dicha aseveración, ya hace muchos años, a través de Francisco Umbral, que la embutía con frecuencia en sus escritos; incluso hay una obra, entiendo que póstuma, del vallisoletano titulada así (“Un ser de lejanías”). La frase puede ser descifrada de maneras muy diversas pero, en todo caso, creo que se refiere a nuestra fascinación, como humanos, por lo lejano en el espacio o en el tiempo.

¿Constituirá ella el motor que agita nuestro mundo? Podría muy bien formar un cuarteto junto con el sexo, la codicia y el odio, que superan con mucho al amor como candidatos a “primus movens”

Allá por los años sesenta del siglo XX, en el contexto de la España del desarrollismo, publicó Díaz Plaja un ensayo de éxito, titulado “El español y los siete pecados capitales”. Al de la envidia se le dio el papel de intérprete principal. El autor relacionaba, según se desprende de su obra, la aludida pulsión con una supuesta idiosincrasia española, y temo que se trata de una índole asaz universal.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Tras su inicial construcción provisional, el Muro de Berlín acabó por convertirse en una pared de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura, reforzado en su interior por cables de acero para así acrecentar su firmeza. Se organizó, asimismo, la denominada "franja de la muerte", formada por un foso, una alambrada, una carretera, sistemas de alarma, armas automáticas, torres de vigilancia y patrullas acompañadas por perros las 24 horas del día.

Alberga la voz protocolo acepciones varias. La cuarta de ellas, siguiendo al DRAE, define esta palabra como ”secuencia detallada de un proceso de actuación científica, técnica, médica, etc.”. Al parecer, todo protocolo supone una garantía para evitar decisiones improvisadas en los distintos ámbitos y tranquilizar, de paso, a los destinatarios de la actuación, que pueden ser los miembros de un colectivo concreto o, en algunos casos, toda la población.

Existen las banderas desde tiempos lejanos. Se presume que, ya en la antigüedad, tribus y pueblos las usaban para distinguir amigos de enemigos en el campo de batalla. Conocemos que las legiones romanas portaban estandartes a la manera de distintivo o identificación pero, en todo caso, relacionados con la guerra. Y ya en la Edad Media, se emprendió, según afirman los especialistas, la tarea de concebir las banderas como emblemas de poder y soberanía.

Define nuestro diccionario el pluralismo como “sistema por el cual se acepta o reconoce la pluralidad de doctrinas o posiciones”. Por otro lado, la voz diversidad se precisa como “variedad, desemejanza, diferencia” y, en una segunda acepción, como “abundancia, gran cantidad de varias cosas distintas”.

En estos días de  Semana Santa, me viene a la memoria, ignoro el porqué, la cuestión de las reliquias, objetos esenciales a lo largo de nuestra historia.  Su apariencia y rasgos se ofrecen variados, desde recortes del cuerpo de un santo, como huesos o cabello, hasta lugares considerados sacros y devenidos destino de peregrinación, pasando por artefactos asociados a eventos significativos o a la propia divinidad, como la túnica de Jesucristo.

Nació el Barón de Münchhausen, noble alemán, allá por 1720, y pervive su recuerdo por la manera en la que, al parecer, narraba supuestas gestas bélicas mediante relatos excesivos en cuanto a ausencia de verosimilitud. Incluían esas fábulas episodios tan exagerados como aquel en el que aseguraba haber viajado a la luna montado en un proyectil.

Se maneja con frecuencia, en el argumentario de cualquier debate con cierto contenido político, el vocablo “progresista”, expelido habitualmente a modo de arma arrojadiza para satisfacción argumental de quien lo esgrime. El término tiene su origen etimológico, latino, en “progressus”, que designa la acción de moverse hacia adelante.

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