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Jorge Hernández Mollar
Jorge Hernández Mollar
Nuestro clima psicológico y social es el más infectado de superstición y de irracionalismo de todo tipo, desde el declinar de la Edad Media”

Resulta sorprendente que sea la juventud de dos emblemáticas Universidades como son las de Granada y Salamanca las más transgresoras de las normas que intentan proteger su salud y la de sus familiares o conciudadanos. Puedo entender que sean los jóvenes los más intrépidos, arriesgados y valerosos ante situaciones límite que se presentan a lo largo de nuestra existencia: guerras, manifestaciones, actividades deportivas etc.

No me cabe duda que solo un mal espíritu es el que puede inspirar tanto desatino y despropósito en la gobernabilidad de una nación como España

No deja buen sabor de boca arremeter contra los defectos o los estigmas de una persona, ya se encargan otros de adjetivarlos y airearlos, pero nada me detiene combatir con firmeza y sin ambages las ideas y decisiones que son destructoras del bienestar y la dignidad de la persona y por ende de la sociedad en la que vivimos.

Manuel Castells, Ministro de Universidades: “yo creo que el mundo está en peligro tal y como lo hemos conocido, y no digo que se acabe, pero este mundo sí, este mundo se acaba”

No me cabe duda que algún historiador, con el mejor estilo galdosiano, inmortalizará los recientes episodios de la vida nacional de este siglo. Resulta inaudito la trascendencia que están teniendo para esta España aturdida y maltratada, los dos personajes de la izquierda más revolucionaria y agresiva que hemos conocido desde el régimen franquista.

“Si alguno en quien el pueblo tenga confianza no le persuade, demostrándole que eso es un mal y donde está el auténtico bien, traerá sobre la república infinitos peligros y daños”

Nada de lo que estamos viviendo y soportando los españoles durante estos ya largos meses de pandemia sigue las reglas de la lógica y de la razón: un virus extraño y desconocido que ha cambiado de raíz nuestros usos, costumbres e incluso nuestros hábitos sociales, culturales o religiosos; un vertiginoso derrumbe de nuestra economía que ha originado ya una peligrosa caída del 18,5 % del PIB durante el segundo trimestre de este año.

Los que ayer vivimos bajo la cruel amenaza del terrorismo y sufrimos el terrible zarpazo de su mano asesina hemos de aceptar que, ni siquiera en el territorio donde se gestó, su recuerdo e invocación produce ya ningún efecto de reclamo electoral. La educación de nuevas generaciones en el olvido o incluso la justificación de esa violencia criminal hace indiferente su memoria.

Lo que nos preocupa y mucho Señor, es que estos ataques a la institución monárquica se dirijan desde el seno del propio gobierno, encabezados por el Vicepresidente segundo Pablo Iglesias y varios de sus Ministros/as

“Trabajé siempre para mi patria poniendo voluntad, no incertidumbre; método no desorden; disciplina, no caos; constancia no improvisación; firmeza, no blandura; magnanimidad, no condescendencia.“ Estas acertadas palabras del político, abogado y militar argentino del siglo XIX, Manuel Belgrano, resumen sin duda las cualidades que deben adornar a todo buen gobernante que se precie.


“Pero razón de sobra tenemos para temer que la maldad destructora no tardará en acercarse adonde estamos, de la misma manera que sabemos por experiencia cuan grande e impetuosa es la fuerza devastadora de un incendio, o cuan terrible el contagio de una peste al extenderse.” (Santo Tomás Moro)


Libertades como la de pensamiento o expresión, están siendo sutilmente cercenadas mediante la invasión, sin pudor alguno, del vasto campo de la información y comunicación


El Vicepresidente del Gobierno de España está obligado por la alta representación que ostenta a reconducir el clima de crispación y miedo que originan sus constantes amenazas y agresiones verbales a la oposición y otras instituciones, cuanto antes lo haga mejor.


Pero es la primera vez que en este siglo, millones de ciudadanos de todo el mundo nos hemos visto obligados a refugiarnos “voluntariamente” en nuestros hogares para defendernos de un enemigo dañino y cruel que la propia naturaleza ha creado.Presidente Sánchez, no deseamos una “nueva normalidad”, deseamos recuperar la normalidad social de la que veníamos disfrutando desde el ejercicio de nuestros derechos y libertades constitucionales sin dirigismo ni intromisión del poder político; deseamos recuperar la normalidad política y que los poderes del Estado se sometan de nuevo a las reglas de juego de un Estado democrático y de derecho; deseamos recuperar la normalidad institucional y el respeto a la independencia y profesionalidad de los funcionarios y servidores públicos y deseamos recuperar también nuestra economía floreciente de antaño, desde los principios de libre mercado que rigen en la Unión Europea y que son el sostén del empleo y de nuestro estado de bienestar social.Decía Jean Monnet, uno de los padres fundadores de la Unión Europea, que “los hombres solo aceptan el cambio resignados por la necesidad y solo ven la necesidad durante la crisis”.

Que nuestra querida España está paralizada, deprimida, angustiada y abrumada por los incontables errores, falsedades y vaivenes de un gobierno prisionero de su propia incompetencia y de su ideología ultra comunista, es un hecho fácilmente constatable.

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