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Opinión
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Wonder

M. Martínez, Barcelona
Lectores
jueves, 25 de enero de 2018, 06:40 h (CET)
Últimamente he visto esta película. Me pareció que puede sernos muy útil. En casa y en la escuela. Puede ser una buena manera de enfocar el tema del acoso. La persona acosada o maltratada suele ser una persona diferente. Diferente por sus aspecto físico, por su manera de hablar, o por su manera de caminar. El protagonista de la película es una persona diferente, tiene una cara poco agraciada.

Esta obra también puede servir para reflexionar sobre los maltratadores. Personas poco empáticas, es decir, personas que tienen dificultades para ponerse en el lugar de los demás. La obra nos hace pensar en las relaciones humanas, en la convivencia, en las actitudes que valen para convivir, es decir, en los valores. Y en las actitudes que no valen: El egoísmo. La grosería. La violencia. Y la mentira.

Hay muchas películas que nos pueden ayudar a adoptar las actitudes que valen. Es decir, películas que nos pueden ayudar a ser valerosos, a tener valores.

El control de las emociones y los valores se han de vivir. El aprendizaje de las buenas conductas, básicamente se produce por imitación y la interiorización profunda se produce, muchas veces, si se disfruta. Y si el entorno refuerza la práctica. La amabilidad se debe premiar y el abuso se debe perseguir, no sólo por los daños anímicos que produce, sino también porque es una conducta que fácilmente se imita.

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Hay noticias que rayan el insulto y el desprecio hacia quienes se dirigen. Que son asumidas como una verdad irrefutable y que en ese globo sonda enviado no tiene la menor respuesta indignada de quienes las reciben. El problema, por tanto, no es la noticia en sí, sino la palpable realidad de que han convertido al ciudadano en un tipo pusilánime. En un mendigo de migajas a quien los grandes poderes han decidido convertirle, toda su vida, en un esclavo del trabajo.

La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

 
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