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Ni puestos, ni colocados

Rafael Pérez Ortolá
Rafael Pérez Ortolá
lunes, 26 de septiembre de 2005, 02:06 h (CET)
"El lenguaje es usado cada vez más de manera aproximativa, casual, negligente". Italo Calvino.

Es frecuente, casi habitual, que se pierda el interés por la precisión de las palabras. No ocurre de manera exclusiva en el lenguaje coloquial, alcanza las ediciones impresas de los medios informativos, falletos, libros; sin que se libren los medios audiovisuales. En esta tendencia se ven involucradas intervenciones de copetes más elevados, políticos o universitarios. ¡Cuántos "dardos" escribió Lázaro Carreter destacando estas minusvalías lingüísticas! Unas veces se achacaban a los móviles y a los internautas, otras a la desidia social; pero como denominador común reflejaban una dejadez preocupante de los hablantes. ¿Por que carecían del esquema mental adecuado? Esa inquietud no mengua.

Ocasionalmente surge una tendencia esnobista encaminada a la defensa de una pronunciación, o propugnando un uso determinado para una palabra. Diego Marín destaca en artículo reciente, la de aquellos que pretenden defender el uso del verbo COLOCAR frente a PONER. Nos corregirían si dijéramos "poner ahí esas sillas", por colocarlas, y así expresiones similares. El citado autor defiende las expresiones con el verbo poner que se han venido consolidando en el uso cotidiano, dándoles un valor lingüístico adquirido. Esos usos fraguan una entidad significante.

La RAE no se anda con chiquitas a la hora de diferenciar estos vocablos. COLOCAR: "Es poner a una persona o casa en su debido lugar" y PONER: "Es colocar en su sitio a una persona o cosa". Basados en el diccionario no tenemos alternativa, no hay disyuntiva, estamos ante dos significados idénticos. Voy y vengo con el mismo sentido. Mas, efectivamente, son expresiones de matices y usos con evidentes diferencias.

A pesar de esa similitud en la calibración académica, apreciaremos como a la hora de colocar, nos estamos refiriendo por regla general a conceptos de ubicación. Está colocado, se coloca, en un determinado sitio o posición. Si esa colocación se consolida puede referirse al empleo que uno desempeña. Hay un claro referente espacial, donde se sitúa la persona o cosa de referencia.

En cuanto al poner, la expresión conlleva la actividad del agente, este realiza una función, podrá ser fisiológica -las gallinas ponen, uno se pone colorado-, otras veces mentales -se pone como un energúmeno-, o bien centradas en otras actividades -ponerse de pie-; poner, poner, y no colocar. La matización se va clarificando, se está desarrollando una acción, independientemente del lugar donde se coloque el mencionado agente.

Siempre surgen acepciones usadas habitualmente. Cuando uno conoce muy a fondo una materia, suele afirmarse que está muy puesto; aquí la acción ya pasó, los estudios y los conocimientos se incrementaron anteriormente, pero también se recurre al participio PUESTO. En el ámbito del verbo colocar tenemos eso de estar COLOCADO, en una carrera, en una clasificación, pero resalta más cuando lo entendemos como drogado o navegando en esos viajes peculiares. Existen muchas variaciones y usos que pudiéramos traer a colación.

Es decir, cuando tratamos de colocar o de poner, la aplicación práctica de los términos ha ido fraguando unas diferenciaciones que no son recogidas por el órgano de la RAE. Esto puede resultar chocante porque suele aducirse aquello del lenguaje pobre e impreciso, de la pérdida de matices a la hora de expresarse. Con los vocablos mencionados ocurre a la inversa, se amplía y enriquece su valoración.

Italo Calvino llega a escribir: "La inconsistencia no está sólo en las imágenes o en el lenguaje, está en el mundo... vuelve informes, casuales, confusas, sin principio ni fin, todas las historias. Mi malestar se debe a la pérdida de forma que compruebo en la vida". Esa inconsistencia es tan obvia a la hora de observar las expresiones emitidas, que se le pueden poner pocas objeciones a su idea. Eso sí, no para regodearse en una lamentación; más bien al contrario, intenta estimularnos para concebir una acción enriquecedora y vital.

Hemos de procurar no perder la capacidad de poner, unas y otras cosas, donde hagan falta; de no conseguirlo, nuestra escasa laboriosidad será aprovechada por los mangoneadores de turno que nunca faltan. En parecidos términos habremos de mencionar la necesidad de mantenernos en una colocación favorable, la mejor posible. Es imperioso el requerimiento de mantener los estímulos; sobre todo porque por todas partes nos vienen con limitaciones, en aras de pretendidas eficacias, estadísticas, economias o globalidades.

No es de ahora, en épocas muy distintas se desdeñaba al grueso de la gente, se hacia poco caso de las actitudes individuales. Quizá en nuestros ambientes se sufre con más saña esa tendencia a mantenernos con unos lavados de cerebro, embruteciéndonos, precisamente a base de atosigarnos con múltitud de datos que pueden no significar nada.

La disyuntiva se plantea nítida, o bien el estímulo nos mantiene tensos; o francamente mal, no vamos a quedar ni puestos, ni colocados. ¿O sí? y en ese acaso ¿En qué? ¿De qué manera?

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