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Tanto en una parte como en otra hacen falta mejores políticos

¿Malos y buenos en el conflicto catalán?

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Estamos soportando a través de las redes sociales un diluvio de declaraciones sobre el conflicto catalán. Me llamó la atención que el ex vicepresidente señor Junqueras dijera en forma solemne que hay que luchar para que el bien venza al mal. Estaba claro que él estaba convencido de encarnar el bien y todos los que no piensen como él son el mal.

En todo conflicto, grande o pequeño, en el que las partes terminan en los tribunales, todos piensan que llevan la razón, que el bien está de su parte y que hay que aprovechar todos los medios, legítimos o no, verdades o mentiras, para triunfar en el pleito.

Lo cierto es que el bien y el mal son conceptos que están entretejidos de forma inextricable en la vida de las personas y de las instituciones. Las personas necesitan una cura de humildad y un riguroso examen de conciencia para evitar el mal sin que logren erradicarlo completamente. Las instituciones, todas, están también aquejadas por el mal del egoísmo, la mentira, el ansia de poder.

La institución de la Generalitat de Cataluña lleva cuarenta años en el proceso de crear una nación diferente a España recurriendo a la mentira, la manipulación, el saqueo del 3% o más, desde el poco honorable Pujol.

El sistema autonómico se pensó como una forma de aproximar la administración a los ciudadanos para facilitarles con eficacia loa servicios básicos que necesitan: educación, sanidad, servicios sociales y sobre todo trabajo. Esto sería el bien a realizar pero el mal realizado ha sido obligar a los ciudadanos a usar la lengua catalana tratando de que olvidaran su lengua materna, manipular la historia hasta el ridículo e inculcar el odio a todo lo español presentándolo como zafio, incompleto, despreciable. Es el cáncer del nacionalismo.

El gobierno central, en manos siempre de partidos nacionales, fue incapaz de poner coto a las políticas nacionalistas desde el principio y toleró los desafueros de la imposición de la lengua, de la historia y de los medios de comunicación a cambio de conseguir el poder, tanto la izquierda como la derecha, con los votos de los partidos catalanes. Este es el mal que corroe al gobierno español que ha reaccionado cuando comprobó que los separatistas iban a romper España, pero no lo hizo desde el principio con decisión.

El gobierno de España tampoco ha revisado el funcionamiento de la democracia durante cuarenta años, ni ha conseguido una ley electoral más justa que la vigente de fecha anterior a la constitución, para establecer que gobierne el partido más votado que haga innecesario el mercadeo de votos.

Me pregunto si la prisa que les entró a los separatistas por declarar la independencia no estaría motivada por parecerles mejor ser acusados de independentistas que de ladrones y saqueadores del presupuesto. Ojalá paguen por ambos delitos.

La otra parte, los malos según el Sr. Junqueras, también deben de pagar por su falta de empuje, por su falta de decisión para abordar a tiempo los problemas, por haber demostrado que están muy lejos de ser los estadistas que necesitamos. Necesitamos nuevos políticos con nuevas ideas, capaces de ilusionar a los ciudadanos de toda España, incluida Cataluña, que también debe deshacerse de los que tanto daño les han causado y pueden seguir causándoles si esto no se termina.

¿Malos y buenos en el conflicto catalán?

Tanto en una parte como en otra hacen falta mejores políticos
Francisco Rodríguez
lunes, 6 de noviembre de 2017, 07:54 h (CET)
Estamos soportando a través de las redes sociales un diluvio de declaraciones sobre el conflicto catalán. Me llamó la atención que el ex vicepresidente señor Junqueras dijera en forma solemne que hay que luchar para que el bien venza al mal. Estaba claro que él estaba convencido de encarnar el bien y todos los que no piensen como él son el mal.

En todo conflicto, grande o pequeño, en el que las partes terminan en los tribunales, todos piensan que llevan la razón, que el bien está de su parte y que hay que aprovechar todos los medios, legítimos o no, verdades o mentiras, para triunfar en el pleito.

Lo cierto es que el bien y el mal son conceptos que están entretejidos de forma inextricable en la vida de las personas y de las instituciones. Las personas necesitan una cura de humildad y un riguroso examen de conciencia para evitar el mal sin que logren erradicarlo completamente. Las instituciones, todas, están también aquejadas por el mal del egoísmo, la mentira, el ansia de poder.

La institución de la Generalitat de Cataluña lleva cuarenta años en el proceso de crear una nación diferente a España recurriendo a la mentira, la manipulación, el saqueo del 3% o más, desde el poco honorable Pujol.

El sistema autonómico se pensó como una forma de aproximar la administración a los ciudadanos para facilitarles con eficacia loa servicios básicos que necesitan: educación, sanidad, servicios sociales y sobre todo trabajo. Esto sería el bien a realizar pero el mal realizado ha sido obligar a los ciudadanos a usar la lengua catalana tratando de que olvidaran su lengua materna, manipular la historia hasta el ridículo e inculcar el odio a todo lo español presentándolo como zafio, incompleto, despreciable. Es el cáncer del nacionalismo.

El gobierno central, en manos siempre de partidos nacionales, fue incapaz de poner coto a las políticas nacionalistas desde el principio y toleró los desafueros de la imposición de la lengua, de la historia y de los medios de comunicación a cambio de conseguir el poder, tanto la izquierda como la derecha, con los votos de los partidos catalanes. Este es el mal que corroe al gobierno español que ha reaccionado cuando comprobó que los separatistas iban a romper España, pero no lo hizo desde el principio con decisión.

El gobierno de España tampoco ha revisado el funcionamiento de la democracia durante cuarenta años, ni ha conseguido una ley electoral más justa que la vigente de fecha anterior a la constitución, para establecer que gobierne el partido más votado que haga innecesario el mercadeo de votos.

Me pregunto si la prisa que les entró a los separatistas por declarar la independencia no estaría motivada por parecerles mejor ser acusados de independentistas que de ladrones y saqueadores del presupuesto. Ojalá paguen por ambos delitos.

La otra parte, los malos según el Sr. Junqueras, también deben de pagar por su falta de empuje, por su falta de decisión para abordar a tiempo los problemas, por haber demostrado que están muy lejos de ser los estadistas que necesitamos. Necesitamos nuevos políticos con nuevas ideas, capaces de ilusionar a los ciudadanos de toda España, incluida Cataluña, que también debe deshacerse de los que tanto daño les han causado y pueden seguir causándoles si esto no se termina.

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