La televisión nos regala puntualmente en verano y Navidad con imágenes espeluznantes de las hambrunas que azotan el continete africano. Sabido es que la labor de los misioneros evangelizadores se cuenta en siglos. Pero Africa es un continente que continúa igual, sin valor ninguno con la vida de una persona, con una riqueza incalculable regentada por empresarios europeos, con unas guerras fraticidas que dejan muertos por cientos de miles, después de abusos dramáticos a las mujeres, niños, ancianos incluso dentro del círculo familiar.
Cuando se presentan estos ciclos, con la influencia decisiva de la TV, nuestras conciencias se remueven y las acallamos con unos cuantos euros para colaborar con los que les procuran alimentos.
Siempre se ha dicho que no se tiene que dar un pescado, sino enseñar a pescar. Esto es algo que parece inútil en África, más bien por la corrupción de todos los Gobiernos africanos que impiden en un principio que toda ayuda llegue a sus destinatarios, para destinar el ingreso a la compra de Armas que endeudan al país por muchas generaciones de súbditos.
Además, aparecen las enfermedades mortales como la malaria o el sida que está mermando la población africana de forma alarmante. Sus brujos o sanadores utilizan las técnicas más increibles para combatir estas enfermedades, y así, en Sudáfrica, el país más desarrollado de todo el continente, los gurús hacen pócimas para curar el sida con los órganos genitales de niños vírgenes, a los que mutilan sin el más mínimo recelo. Junto a ello, los maestros de la brujería, someten a las mujeres subsaharianas al rito vudú a fin de que cuando sean "exportadas" a Europa se sometan dócilmente a los indivíduos que controlan la prostitución de todas ellas.
Tal vez debieramos mirar un poco a Historia y ver cómo se crearon las naciones africanas. Estas fueron delimitadas en un mapa encima de una mesa y con una regla se rotularon las fronteras entre los países africanos sin contar con la historia del continente en absoluto; ni con la formación de tribus, reyes o príncipes de territorios concretos, razas diferenciadas, e incluso con diferentes religiones que iban desde las animistas, pasando por Católicos, Anglicanos, Calvinistas, musulmanes o brujerías influyentes en todos los miembros de cualquier tribu.
Hoy en día, las guerras internas del continente africano se cuentan por decenas desde principios del siglo XX, sin encontrar soluciones, y con una deuda externa a los países desarrollados realmente inalcanzable para las paupérrimas economías africanas.
Por todo ello, no es cuestión de paliar mínimamente los efectos de una hambruna, sino de una política general rediseñadora del Continente Africano al mando de la Comunidad Internacional, que elimine las falsas fronteras africanas, reduzca las guerras religiosas y tribales, y devuelva, conforme a su historia y naturaleza, un nuevo continente al estilo australiano, con unidad de todas sus naciones y posiblidad de desarrollo económico mediante ayudas económicas de los países desarrollados, junto con la explotación de los recursos económicos y riquezas naturales que poseen gerenciados por los mismos africanos que hayan sido capaces de desarrollar aptitudes reconocidas por las universidades, así como impartir una educación a la población infantil para erradicar el analfabetismo y cuidarse en aseo personal, medidas sanitarias junto con una educación sexual acorde con las familias tradicionales.
No es cuestión de aliviar una hambruna. Es cuestión universal de toda la tierra el volver a hacer un continente sin influencias exteriores, las cuales permitan el desarrollo normal de su economía, de su educación, de su sanidad y de sus fundamentos sociales. Las imágenes de los medios televisivos no ayudan realmente a África. Creo más bien la perjudican si continúan los males que la constituyeron de raíz.
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