Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Tribuna de opinión
Procura vivir tiempos interesantes. Proverbio chino

Lo necesario

|

Realmente los tiempos que vivimos son emocionantes. Algunos consideran que las crisis, los cambios, son negativos, pero es la única forma que tenemos de evolucionar. Sin problemas que superar no habría evolución de ninguna clase, sino precisamente involución. En algunas de mis novelas, como “El esplendor de la miseria”, me refiero a este proceso como de fuegos y fríos, donde los fuegos de la vida vienen a ser los acontecimientos, las emociones, las mutaciones que experimenta el individuo ante los distintos avatares, de modo que su alma o su espíritu se calienta y pone al rojo como en una fragua, y luego vienen los fríos, el tiempo de asimilar los cambios, de templar el metal que fue calentado, esa alma o ese espíritu. Así evolucionamos.

Comenzamos a subir el último escalón de la pirámide del tiempo hace apenas 110 días, ese plazo que los mayas llamaban 13 Uinal, y que se corresponde figuradamente con el último tramo de las pirámides escalonadas mayas más significativas. Nueve tramos o escalones que abarcan desde el 13 Hablatún, hace nada más y nada menos que 14.6 billones de años. Toda una aventura en la que hemos ido escalando como especie peldaño a peldaño, hasta estar ya a punto de tocar la cúspide que cierra el ciclo. Estamos prácticamente a mitad del camino de ascensión del noveno y último tramo, a 150 días del final, que es en realidad un principio de una nueva era con nuevos valores.

En este camino hemos hecho de todo, partiendo de lo más brutal y salvaje hasta alcanzar cierto grado de conciencia. Nada es gratis, nada. Y, por no serlo, hemos pagado cada dosis de conciencia adquirida con ingentes cantidades de sufrimiento y sangre. Los dioses, como digo en algunas otras de mis novelas, siempre suman restando. Pero estamos aquí. Hay veces, como estos días tan agitados que vivimos, en que uno ve cómo las sociedades se yerguen sobre sí mismas y alcanzan la verticalidad de la conciencia, oponiéndose apenas con sus propias ideas a la dictadura del poder y la corrupción. Días memorables, porque uno no puede sino emocionarse, sintiendo orgullo de especie.

No hace tanto, unos meses o unos años apenas, la sociedad dormía adocenada en un supuesto bienestar que no lo era ya para millones de personas, no sólo en países lejanos, sino que la pobreza y la miseria también llenaba ya nuestros barrios. Las medidas del gobierno –no hay mal que por bien no venga-, ha tocado la sensibilidad de todos, y todos, todos, “hemos tomado conciencia”, o dicho en otras palabras, “ha crecido nuestra conciencia”. Buena cosa. Tal vez hubiera sido preferible que esta toma de conciencia hubiera surgido de forma espontánea, pero se ve que es imprescindible el dolor y el sufrimiento de una masa crítica para que la especie se incorpore de su indolencia y se yerga, cual si fuera un Lázaro al que se le dijera levántate y anda. Bueno está lo bueno. Mejor así.

Me alegro por los ciudadanos en general, incluso por aquéllos que teniendo tareas represivas están tomando conciencia de que también son miembros de la especie, de la ciudadanía, del pueblo, y que, como conjunto, debemos avanzar en este camino. Bien por ellos, bien por nosotros y bien por el conjunto de la especie. En un orden dual como el que vivimos es necesario que exista el bien y el mal, porque son ellos precisamente los mecanismos que hacen funcionar este motor de movimiento continuo que es la evolución. Los buenos están creciendo, se están haciendo cargo de la situación y están decididos a enfrentarla juntos, pase lo que pase. O todos o ninguno, parecen haber dicho. Bien por ellos, bien por nosotros, otra vez. Pero debemos considerar que el mal no va a dejarse ganar esta batalla capital sin presentar conflicto. El tiempo, como vengo diciendo desde hace muchos artículos, se acelera, y ahora va a alcanzar un ritmo vertiginoso en que los acontecimientos se van a disparar como en un Pandemonium. Van a suceder muchas cosas de aquí en más, todas ellas capitales, hasta desembocar en el salto cualitativo que supone el alzamiento de las conciencias, el paso a una nueva era no por una cuestión puramente cronológica, sino por la propia elevación de ese rango de conciencia que precisamente ha propiciado la vorágine de acontecimientos. Los fuegos y los fríos.

Sin embargo, y aunque se escuchan rumores de golpe de Estado en España como consecuencia de esta crisis que necesariamente es irresoluble porque es el fallo terminal de sistema, que se escuchan tambores de guerra en Oriente Medio y que es posible que el Mal lleve a cabo actos de falsa bandera, todo ello obedece a la propia aceleración del tiempo, de modo que muchos más acontecimientos –y tanto más trágicos, en consecuencia- se van a producir en cada vez un lapso menor de tiempo hasta que por fin nos engullan a todos. No supondrá esto ningún final, sin embargo, sino un principio esplendoroso. Ya no nos conformamos con la televisión idiotizante o las películas exultadoras de los instintos humanos más bajos y miserables –violencia, venganza, odio, etc.-, ni aún nos satisface la literatura basura o la música basura. De hecho, cada vez más personas en todo el mundo ven en todo esto una especie de hipnosis colectiva que ha tenido adormecido al género humano para poder ser saqueado por las bandas políticas y financieras.

El orden de los valores está cambiando, por suerte o por evolución. Vuelven las ideologías y los credos, pero ahora revitalizados por la conciencia colectiva que se está adueñando de las calles de todos los países casi al mismo tiempo. Los malos, los perversos, llamaron a estas sucias maniobras “primavera”, y como hasta los malos sirven al plan divino, resulta que efectivamente es una primavera en la que, o ellos cambian, o ellos no caben.

Sin duda los detractores de esta teoría –hartamente confirmada por los hechos (revisen mis artículos)- aducirán que todo esto de la aceleración del tiempo y de los mayas y tal, es cosa de cierto tipo de milenarismo o así, y nada que ver. McKenna, Calleman y otros, no llegaron a la Teoría de la Aceleración del Tiempo a través de los mayas (no estaban entonces de moda), sino curiosamente a través de cálculos matemáticos inspirados en el I Ching, el Libro de las Mutaciones. Curioso, ¿verdad? Me refiero al título del I Ching, porque de mutación de la conciencia se trata todo esto, ya que es precisamente la conciencia la que nos hace percibir el entorno –y por lo tanto la realidad- de una u otra forma. Se equivocan los poderes actuales si creen que esto se puede detener de forma alguna con métodos que pertenecen al pasado, como matanzas, golpes de Estado, guerras, dictaduras o lo que sea. The old dogs can´t lear new tricks, dicen los ingleses (los perros viejos no pueden aprender nuevos trucos), y los poderes actuales pertenecen a una era que ya expira. Probablemente con dolor y sufrimiento, pero son éstos, precisamente, los fuegos y los fríos que nos hacen evolucionar.

Pase lo que pase, en fin, sólo sucede lo que es necesario que suceda. Estamos viviendo tiempos muy, pero que muy interesantes. Tengo más de cincuenta años, y he vivido la transformación del mundo. Nada tiene que ver lo que hoy es con lo que era, porque las personas hemos evolucionado. Viví la dictadura y luché contra ella con mi juventud; viví la Transición, y por vivir la dictadura, supe que nos estaban traicionando; vivo la democracia, y sé que nos han engañado, aunque ya no soy el único que lo sabe. Hoy somos muchos los que sabemos que el sistema se ha agotado porque ya no puede ofrecer lo que deseamos. El tiempo se está acelerando para cambiarnos, y ahora vamos a vivir la vorágine final de un orden que expira. Requiescat in pace.

Lo necesario

Procura vivir tiempos interesantes. Proverbio chino
Ángel Ruiz Cediel
martes, 24 de julio de 2012, 15:32 h (CET)
Realmente los tiempos que vivimos son emocionantes. Algunos consideran que las crisis, los cambios, son negativos, pero es la única forma que tenemos de evolucionar. Sin problemas que superar no habría evolución de ninguna clase, sino precisamente involución. En algunas de mis novelas, como “El esplendor de la miseria”, me refiero a este proceso como de fuegos y fríos, donde los fuegos de la vida vienen a ser los acontecimientos, las emociones, las mutaciones que experimenta el individuo ante los distintos avatares, de modo que su alma o su espíritu se calienta y pone al rojo como en una fragua, y luego vienen los fríos, el tiempo de asimilar los cambios, de templar el metal que fue calentado, esa alma o ese espíritu. Así evolucionamos.

Comenzamos a subir el último escalón de la pirámide del tiempo hace apenas 110 días, ese plazo que los mayas llamaban 13 Uinal, y que se corresponde figuradamente con el último tramo de las pirámides escalonadas mayas más significativas. Nueve tramos o escalones que abarcan desde el 13 Hablatún, hace nada más y nada menos que 14.6 billones de años. Toda una aventura en la que hemos ido escalando como especie peldaño a peldaño, hasta estar ya a punto de tocar la cúspide que cierra el ciclo. Estamos prácticamente a mitad del camino de ascensión del noveno y último tramo, a 150 días del final, que es en realidad un principio de una nueva era con nuevos valores.

En este camino hemos hecho de todo, partiendo de lo más brutal y salvaje hasta alcanzar cierto grado de conciencia. Nada es gratis, nada. Y, por no serlo, hemos pagado cada dosis de conciencia adquirida con ingentes cantidades de sufrimiento y sangre. Los dioses, como digo en algunas otras de mis novelas, siempre suman restando. Pero estamos aquí. Hay veces, como estos días tan agitados que vivimos, en que uno ve cómo las sociedades se yerguen sobre sí mismas y alcanzan la verticalidad de la conciencia, oponiéndose apenas con sus propias ideas a la dictadura del poder y la corrupción. Días memorables, porque uno no puede sino emocionarse, sintiendo orgullo de especie.

No hace tanto, unos meses o unos años apenas, la sociedad dormía adocenada en un supuesto bienestar que no lo era ya para millones de personas, no sólo en países lejanos, sino que la pobreza y la miseria también llenaba ya nuestros barrios. Las medidas del gobierno –no hay mal que por bien no venga-, ha tocado la sensibilidad de todos, y todos, todos, “hemos tomado conciencia”, o dicho en otras palabras, “ha crecido nuestra conciencia”. Buena cosa. Tal vez hubiera sido preferible que esta toma de conciencia hubiera surgido de forma espontánea, pero se ve que es imprescindible el dolor y el sufrimiento de una masa crítica para que la especie se incorpore de su indolencia y se yerga, cual si fuera un Lázaro al que se le dijera levántate y anda. Bueno está lo bueno. Mejor así.

Me alegro por los ciudadanos en general, incluso por aquéllos que teniendo tareas represivas están tomando conciencia de que también son miembros de la especie, de la ciudadanía, del pueblo, y que, como conjunto, debemos avanzar en este camino. Bien por ellos, bien por nosotros y bien por el conjunto de la especie. En un orden dual como el que vivimos es necesario que exista el bien y el mal, porque son ellos precisamente los mecanismos que hacen funcionar este motor de movimiento continuo que es la evolución. Los buenos están creciendo, se están haciendo cargo de la situación y están decididos a enfrentarla juntos, pase lo que pase. O todos o ninguno, parecen haber dicho. Bien por ellos, bien por nosotros, otra vez. Pero debemos considerar que el mal no va a dejarse ganar esta batalla capital sin presentar conflicto. El tiempo, como vengo diciendo desde hace muchos artículos, se acelera, y ahora va a alcanzar un ritmo vertiginoso en que los acontecimientos se van a disparar como en un Pandemonium. Van a suceder muchas cosas de aquí en más, todas ellas capitales, hasta desembocar en el salto cualitativo que supone el alzamiento de las conciencias, el paso a una nueva era no por una cuestión puramente cronológica, sino por la propia elevación de ese rango de conciencia que precisamente ha propiciado la vorágine de acontecimientos. Los fuegos y los fríos.

Sin embargo, y aunque se escuchan rumores de golpe de Estado en España como consecuencia de esta crisis que necesariamente es irresoluble porque es el fallo terminal de sistema, que se escuchan tambores de guerra en Oriente Medio y que es posible que el Mal lleve a cabo actos de falsa bandera, todo ello obedece a la propia aceleración del tiempo, de modo que muchos más acontecimientos –y tanto más trágicos, en consecuencia- se van a producir en cada vez un lapso menor de tiempo hasta que por fin nos engullan a todos. No supondrá esto ningún final, sin embargo, sino un principio esplendoroso. Ya no nos conformamos con la televisión idiotizante o las películas exultadoras de los instintos humanos más bajos y miserables –violencia, venganza, odio, etc.-, ni aún nos satisface la literatura basura o la música basura. De hecho, cada vez más personas en todo el mundo ven en todo esto una especie de hipnosis colectiva que ha tenido adormecido al género humano para poder ser saqueado por las bandas políticas y financieras.

El orden de los valores está cambiando, por suerte o por evolución. Vuelven las ideologías y los credos, pero ahora revitalizados por la conciencia colectiva que se está adueñando de las calles de todos los países casi al mismo tiempo. Los malos, los perversos, llamaron a estas sucias maniobras “primavera”, y como hasta los malos sirven al plan divino, resulta que efectivamente es una primavera en la que, o ellos cambian, o ellos no caben.

Sin duda los detractores de esta teoría –hartamente confirmada por los hechos (revisen mis artículos)- aducirán que todo esto de la aceleración del tiempo y de los mayas y tal, es cosa de cierto tipo de milenarismo o así, y nada que ver. McKenna, Calleman y otros, no llegaron a la Teoría de la Aceleración del Tiempo a través de los mayas (no estaban entonces de moda), sino curiosamente a través de cálculos matemáticos inspirados en el I Ching, el Libro de las Mutaciones. Curioso, ¿verdad? Me refiero al título del I Ching, porque de mutación de la conciencia se trata todo esto, ya que es precisamente la conciencia la que nos hace percibir el entorno –y por lo tanto la realidad- de una u otra forma. Se equivocan los poderes actuales si creen que esto se puede detener de forma alguna con métodos que pertenecen al pasado, como matanzas, golpes de Estado, guerras, dictaduras o lo que sea. The old dogs can´t lear new tricks, dicen los ingleses (los perros viejos no pueden aprender nuevos trucos), y los poderes actuales pertenecen a una era que ya expira. Probablemente con dolor y sufrimiento, pero son éstos, precisamente, los fuegos y los fríos que nos hacen evolucionar.

Pase lo que pase, en fin, sólo sucede lo que es necesario que suceda. Estamos viviendo tiempos muy, pero que muy interesantes. Tengo más de cincuenta años, y he vivido la transformación del mundo. Nada tiene que ver lo que hoy es con lo que era, porque las personas hemos evolucionado. Viví la dictadura y luché contra ella con mi juventud; viví la Transición, y por vivir la dictadura, supe que nos estaban traicionando; vivo la democracia, y sé que nos han engañado, aunque ya no soy el único que lo sabe. Hoy somos muchos los que sabemos que el sistema se ha agotado porque ya no puede ofrecer lo que deseamos. El tiempo se está acelerando para cambiarnos, y ahora vamos a vivir la vorágine final de un orden que expira. Requiescat in pace.

Noticias relacionadas

’A porta gayola’. Entre taurinos, forma de recibir al toro cuando sale al ruedo. Wikipedia añade que es el lance en el que el torero espera al toro de rodillas enfrente de la puerta de toriles; antes de que el animal salga, y cuando se produce la embestida, lo burla con una larga cambiada. Espectacular y peligrosa, pues el animal puede salir deslumbrado y arrollar al torero sin ver ni obedecer al capote.

Vivimos en un país cainita que lleva toda la vida con sus habitantes tirándose los trastos a la cabeza. Desde que dimos el vuelco hacia la democracia, ya hace casi setenta años, vivimos en un ambiente político que se preocupa más de resaltar lo que nos separa, que de poner en marcha lo que nos une.

Está visto que nos necesitamos unos a otros. Además, cuidado con la hoguera que actives contra tu análogo, no sea que se extienda el fuego contra ti mismo. Al mismo tiempo, custodia tu codicia, puedes ascender pero también descender hasta arrastrarte. Únicamente quien sabe preservar lo ajeno puede salvaguardar lo propio.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto