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El buen pastor

Una persona si no es guiada por el Buen Pastor está expuesta a ser absorbida por un extremismo ideológico
Octavi Pereña
martes, 17 de octubre de 2017, 07:38 h (CET)
“Un conocido siquiatra barcelonés, que quiere conservar la identidad en el anonimato, comentaba ayer que se ha producido un aumento notable de las consultas a lo largo de esta semana relacionadas con los efectos de la situación política” (La Vanguardia 8/10/2017). El referéndum del 1 de octubre y la violencia policial han sido un hecho puntual en el incremento de las consultas siquiátricas que pueden alargarse en el tiempo debido a la inestabilidad económica, con el añadido de que un grupo de empresas importantes han trasladado sus sedes a otros lugares del Estado. Contribuye a ello también el mensaje de miedo que el Gobierno de España se ha encargado de difundir con intensidad. No deben olvidarse otros factores como los atentados de Barcelona y Cambrils, la precariedad laboral, el desempleo, la fallida de la familia y otros inconvenientes que contribuyen a que la salud mental de los españoles se deteriore, y que también contribuyen al aumento de los trastornos siquiátricos. Los millones de pastillas anti estrés, ansiolíticos, somníferos…son una señal que la sociedad actual vive en un constante estado de choque.

Los westerns, conocidos como películas del oeste, cuando alguien muere por los disparos de un forajido, en los entierros se acostumbran a leer el salmo 23. Gracias a la televisión muchas personas se familiarizan con este texto bíblico. El salmo comienza con estas palabras: “El Señor es mi Pastor, nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar”. El resto del salmo es una exposición de lo que el Pastor hace a los lectores u oyentes del poema. Una pregunta a los espectadores de westerns: ¿Les dice alguna cosa el salmo? El impacto que se recibe es muy parecido al que hace leer un poema de Martí Miquel i Pol o de Màrius Torres. La causa de ello se debe a que se desconoce quién es “el Señor (que) es mi Pastor.” En el momento que se sepa que el Señor no es otro que Jesús de Nazaret, el Buen Pastor que da su vida por las ovejas, el salmo adquiere sentido.

Henry Bosch les dice a todos aquellos que las circunstancias les son adversas: “Si estás pasando por una gran prueba de aflicción, recuerda esto: Por este motivo tienes a Jesús”. El salmo 23 es una oración que el orante eleva a Jesús, que es el Buen Pastor que suple sus necesidades: “No te desampararé ni te dejaré” (Hebreos 13: 5), lo dice el Buen Pastor.

El Buen Pastor que ha dado su vida por todo aquel que clama a Él, ¿cómo no lo conducirá “a lugares de delicados pastos (donde) junto a aguas me pastoreará”? La vida del creyente no se distingue en nada de la del incrédulo. Ambos caminan por un “valle de sombra de muerte” (v.4). La diferencia se halla en que el incrédulo no encuentra regazo en el que descargar sus frustraciones y desengaños que marchitan su alma. El creyente que tiene al Buen Pastor a su lado, puede decir: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno porque tú estarás conmigo, tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (v.4)

El salmista emplea un lenguaje bucólico, metafórico, que es necesario saber traducir para que la enseñanza que contiene se pueda aplicar en las personas. Su autor, que fue rey de Israel en su adolescencia fue pastor de ovejas. Cuando se presentó en el campamento del ejército de Israel para llevar víveres a sus hermanos, el rey le dijo que era demasiado joven para enfrentarse a Goliat. Para hacerle entender que sí podía le describe su experiencia como pastor: “Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre, y cuando venía un león o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca. …y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano, de la quijada, y lo hería y lo mataba” (1 Samuel 11: 34,35). David actuaba como propietario, no como “el asalariado, y el que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas” (Juan 10: 12,13).

David exponía su vida para arrebatar de la boca del león o del oso la oveja porque era un buen pastor y no un asalariado. Jesús “que es el Buen Pastor…su vida da por las ovejas” (Juan 10:10). Reconocido Jesús como el Buen Pastor, el creyente que sufre le podrá dirigir esta plegaria: “Escucha, oh Dios, mi oración, y no te escondas de mi súplica. Está atento, y respóndeme, clamo en mi oración, y me conmuevo” (Salmo 55: 1,2). El mismo salmista afirma: “En cuanto a mí, a Dios clamaré, y el Señor me salvará” (v.16). Con Jesús como Pastor ninguna oveja se extravía y se pierde.

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Hay noticias que rayan el insulto y el desprecio hacia quienes se dirigen. Que son asumidas como una verdad irrefutable y que en ese globo sonda enviado no tiene la menor respuesta indignada de quienes las reciben. El problema, por tanto, no es la noticia en sí, sino la palpable realidad de que han convertido al ciudadano en un tipo pusilánime. En un mendigo de migajas a quien los grandes poderes han decidido convertirle, toda su vida, en un esclavo del trabajo.

La sociedad española respira hoy un aire denso, cargado de indignación y desencanto. La sucesión de escándalos de corrupción que salpican al partido en el Gobierno, el PSOE, y a su propia estructura ejecutiva, investigados por la Guardia Civil, no son solo casos aislados como nos dicen los voceros autorizados. Son síntomas de una patología profunda que corroe la confianza ciudadana.

Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

 
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