Como entidad pequeña, reducida a su mínima expresión, el reducto tiende a confundirse con la idea de residual. Sin embargo, sus posibilidades son decisivas en el devenir de las vivencias personales y en las oscilaciones de los ambientes de cada cultura. Porque además, por su propia lógica, sujetos y culturas asumen la interpretación de los reductos según su manera de valorar las situaciones, el panorama es de lo más diverso.
En los ambientes revueltos habituales, nadie dudará de las dificultades para comprenderlos; enrevesados como están, muestran de manera simultánea las experiencias contradictorias y favorecen así el despiste general. En dichos lances, el reducto esencial del INDIVIDUO es crucial. Aquel que no se deja absorber por los predicados venidos de fuera, como definió Duns Scoto. En especial, cuando los predicados acumulados alardean con el desprecio absoluto a los particulares, con el dominio de las esferas públicas. El clamor por una actitud crítica contundente, exige el recurso mencionado; agente a disposicón de cualquier persona que comprenda la necesidad de ponerlo en activo.
Al hilo de lo anterior, fijémonos ahora en aquello que pueden representar los hilos en el manejo de las personas; al estilo de los populares títeres propensos al humor, los cuentos, la crítica, la melancolía, la tragedia. La clave no se nos escapa, radica en quien los manipule. Aquí sale a colación el reducto de los HILOS poco visibles, que darán la razón de los protagonistas en movimiento. Junto a cuestiones inabordables, son múltiples las opciones asequibles para que los hilos no sean dirigidos sólo desde fuera, aunque las apariencias en contrario lo afirmen reforzando sus intereses. Visto el curso de los tiempos, habremos de acostumbrarnos a competir contra corriente. En nuestro favor, el embrollo existencial deja hilos sueltos a nuestra disposición.
La globalización mentada hasta la saciedad, está enfrascada en disputas con los localismos, sin trazas de ninguna resolución operativa. Los BANDAZOS se suceden en ambas direcciones. Mientras tanto, se pierde la noción de aquellos reductos universales, de todos, que testifican de las auténticas presencias como humanos. Voy a citar a cuatro de ellos, tan olvidados como esenciales; como queda bien demostrado a la vista de los desvarios reiterativos.
Acaso sin darnos cuenta, progresamos hacia una Humanidad devaluada por la escasa entidad asignada a un buen número de sus propios individuos; los oprimidos por el subdesarrollo, escandalosa acumulación de víctimas, incluso el trato despectivo prodigado desde cualquier desavenencia o poderío. Es importante la salvaguarda de la DIGNIDAD de la persona, el núcleo a partir del cual debieran articularse los proyectos. Bien es cierto, que el mismo sujeto es desconsiderado con sus propias cualidades, hasta el extremo de constituir su peor enemigo con cierta frecuencia. El reto para todos es gigantesco. Sin la puesta en valor de la dignidad, será inverosímil la idea de las conductas satisfactorias, con la consiguiente estridencia de las alarmas.
El olvido, el mal uso o el desprestigio, no deben enturbiar la consideración de otro de los reductos constitutivos de la peculiaridad humana. Cómo no asignar a la RAZÓN su lugar predominante. Su potencial es capaz de logros insospechados. Como agente principal de la autonomía personal, ofrece capacidades desiguales, alienta orientaciones divergentes, así como los acordes armónicos. Los excesos cometidos con sus características, no descalifican a la razón en sí misma. Si la tratamos como un valor absoluto, con el desprecio hacia lo que no alcanza, iremos directos hacia el desguace, porque sus limitaciones son “razonadas”. Cuando no la tenemos en cuenta, nos deslizamos como irresponsables. Su valor es decisivo para los equilibrios.
Las conductas sectarias, las banderías, las simples perspectivas discordantes, repercuten de manera áspera o cordial sobre otras personas; sus bondades o malicias plantean interrogantes vitales. Ese motivo agranda la importancia de una orientación benefactora para el conjunto de los humanos. Esa distinción viene reflejada en la MORAL, con los rasgos básicos para soslayar los perjuicios innecesarios, malestares, dramatismos o tragedias. Partiendo de nociones de mínimos, abre los horizontes a las máximas aspiraciones, para todos, sin imposiciones. Quizá como tarea inacabada, exige niveles participativos constantes en busca de mejores metas, Tarea fácil o compleja, según la disposición de los protagonistas.
El siguiente desplazamiento de los conceptos es muy ladino, empleado por gente poco escrupulosa y comodona. Gira en torno a una de las piezas fundamentales para la convivencia de los humanos entre sí y con el resto del mundo. Sería el cuarto elemento anunciado, el de la LEGALIDAD, como instrumento corrector de las controversias originadas. La injusticia es notoria, natural o provocada, ante la que el talante jurídico intenta un posible arreglo de los desajustes. Con el se elabora un punto de apoyo sensacional que no debiéramos perder de vista. No obstante, cuando pretendemos que las leyes resuelvan al completo los dislates, llegamos tarde por lo general, fuimos permisivos durante la gestación de los desajustes.
A lo anterior añadiremos el inevitable componente desplegado en cualquier actividad humana, del cual no podemos escaparnos por ser un constituyente terco, que no permite componendas. No es otro que la PLURALIDAD expresada en la desigualdad radical entre los individuos. La biología entera, los caprichos, los proyectos parten desde esa realidad controvertida. Por consiguiente, la coherencia de las actitudes no debiera ser otra que la diversidad, el establecimiento de buenas relaciones con esa circunstancia existencial. También pudiera servirnos de elemento disuasorio para el discernimiento, Aquello que no la tenga en cuenta es falso desde el inicio. Es un fundamento, pero en pleno combate con otras actitudes.
Son muchas las ocasiones en las cuales debieran ser suficientes los dictados del simple sentido común, sin mayores complicaciones. Pero también nos ha quedado patente la duda de si existe dicho sentido. Por lo tanto, el escamoteo de los variados recursos nos sacude a través de las intervenciones de unos y otros; con la indolencia propia, todo hay que decirlo, una presencia indeseada que suele proliferar. Es decir, la SENCILLEZ es un reducto nada despreciable y disponible para quien acuda a sus bondades, sin que pida grandes requisitos. Si bien tendemos a complicar las cosas con un frenesí estúpido que nos envuelve, perdemos con facilidad la noción de los factores más elementales.
Solemos acogernos a un pragmatismo contradictorio, servido por la recua de técnicas complejas, pero desdeñoso con aquellos componentes básicos a disposición de todo el mundo. Suena a una ESTRATAGEMA manipuladora, la de promover todo tipo de triquiñuelas para que el personal olvide e incluso desprecie sus buenos recursos. ¿Para qué? Siempre surgen pájaros mal encarados para aprovecharse de los descuidos de la gente desprevenida. Y esos buenos reductos disponibles para cada persona determinarán la convivencia.
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