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Etiquetas | Nacionalismo
Desde los medios del sistema blanden un tan anacrónico como falso patriotismo de pandereta y castañuelas

El cinismo y la estolidez

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De no creérselo. Iba uno en el coche con la radio puesta, y el superfamoso comentarista de radio –ése que gana millones y que conoce la crisis por los periódicos y la pobreza por Callejeros- va y se larga todo un sainete patriotero a costa de esos delirantes nacionalistas catalanes que ayer blandieron la senyera de la estrella, la independentista, en el parlamento catalán. Y, lo que es aún más cínico, vino más o menos a decir que por estas cosas tenemos la fama que tenemos por esos mundos de Dios, gracias a estos… “cretinos con carné profesional”, dicho en sus propias palabras. Vamos, que para este ilustre señor de las ondas radiofónicas todos los males de España pasan porque algún desubicado ondea la senyera, y en el desmadre que vivimos nada tienen que ver los gobiernos, la corrupción e incluso mentes privilegiadas como la de este protohombre que difunde noticias con tan profundo calado. España: sol y moscas, aunque seamos una colonia –pestífera, eso sí- alemana.

Somos así, qué le vamos a hacer. A los frikis e imbéciles les aupamos al poder, y luego echamos la culpa de que las cosas vayan mal a que algunos dinosaurios del cretácico anterior flameen una bandera independentista. Lo mismo que pasó con los famosos trajes del señor Camps y ahora sucede con la cosa esa de los viajes de ligue del señor juez ése que, según se parece, se gastó como quince mil euros del Erario para cuestiones particulares en viajes de relax y compañía. El país cayéndose a pedazos como si tuviera la lepra, y todo lo que se nos ocurre son arengas contra las banderas independentistas, trajes de mucha sisa y viajes que sisan también lo suyo. Estamos, en fin, mejor que queremos.

No le escuché yo a este señor de las ondas, o a los voceros -o boceras- de esos partidos que se rasgaron las vestiduras por turnos, decir ni mu cuando se rindió España y se entregó sin condiciones como colonia a Alemania al modificar por el artículo 33 –con la anuencia de todos los demás grupos parlamentarios- el ídem 135 de la Constitución española, convirtiendo de facto a España en un Estado fallido y renunciando a la soberanía nacional, ya que esta modificación pone por delante de los derechos ciudadanos los intereses de los tiburones internacionales que se inventaron esta crisis para quedarse con España sin presentar batalla siquiera. Ni dijeron tampoco ni mu cuando entramos en ese euro que sólo y exclusivamente le beneficia a Alemania y nos perjudica a todos los demás. Ni aún les he escuchado ser la mitad de severos no con quienes se han quedado con unos trajes por cortesía de la corrupción o con unos viajes de mucha comilona y hotel de lujo, sino contra todos los directivos y consejeros de los bancos y cajas, sin excepción, que los han convertido en auténticos agujeros negros de infinito latrocinio, siendo que además se premian a sí mismos con una jubilación dorada y unas indemnizaciones multimillonarias. Ni contra esas instituciones financieras que, aprovechándose de la edad, la inocencia o la llana ignorancia de sus clientes, les colocaron –a veces falsificando firmas- las acciones “preferentes” merced a las cuales les han robado la totalidad de los ahorros de toda su vida, hasta una cantidad que superará en varias veces los 39000 millones de euros que van registrados hasta la fecha. Ni contra la totalidad de los ayuntamientos, con especial hincapié en las alcaldías y concejalías de urbanismo, que han hecho su agosto durante años aplicando la corrupción institucional como fórmula de gobierno y el “todo para la saca” como pauta de conducta personal. Ni siquiera les he escuchado levantar una voz contra los partidos políticos que tenían el deber de vigilar y denunciar todo esto y llevar a todos estos delincuentes a los tribunales, en vez de lo cual, se han dedicado también, por privado y partidista, a su particular “al talego”, como en el cuento de Juan Sinmiedo.

Deberían saber estos señores, y sus oyentes o seguidores, que España dejó de existir de facto cuando se modificó esa Constitución que hoy es papel mojado, perpetrándose lo que a mi entender es un simple y llano delito de traición. Pero todavía se desvaneció aún más cuando no hace muchos días pidió socorro el señor presidente delegado de Alemania para España, el señor Rajoy, y pidió más euro y más Europa, lo que es decir menos España, sabiendo de sobra, como sin duda sabe, que permanecer un solo minuto en el euro y en Europa es contrario a los intereses soberanos de ciudadanos españoles. Debían saberlo, sí, como deberían saber que cargar tintas contra un delirante que exhibe banderas independentistas a estas alturas de película, o contra un señor que se ha hecho tres trajes por todo el corrupto morro, o aun contra quien sin ninguna justificación fuera de su rostro maquillado con cementos Portland, no es sino marear la perdiz o, como dicen en Argentina, gastar pólvora en chimangos. Lo enjundioso del tema, lo que de verdad facilitaría que la cosa comenzara a redimirse, sería perseguir judicialmente a banqueros, directivos y consejeros de todos y cada uno de los bancos, a alcaldes y concejales de urbanismo de todos y cada uno de los pueblos y ciudades, y a los políticos -435000 en números redondos, Dios mío- de todos y cada uno de los partidos, y comenzar a repartir leña en forma de sentencias severísimas que llevaran aparejadas la expropiación de la totalidad de sus bienes presentes y futuros. Todo lo demás, en fin, no es que sea circense o cosa de comedieta, sino un cinismo tan extremo que ya se haya dentro del ámbito de la estolidez más siniestra.

La semana pasada regresé de un viaje de trabajo por algunos países fuera de la Europa esta de mis pecados, y mejor no les cuento lo que dicen de España por esos mundos libres, aunque están como unas pascuas porque de los casi cien mil millones de euros -la misma cantidad de ese rescate que nos dan a cambio del país- que se escaparon de España en el primer trimestre, buena parte de ellos han ido a parar a esos países; pero sí les diré que las noticias de España las difunden en esas áreas de “desengrase” o noticias tragicómicas que tienen los diarios y telediarios. Con eso es bastante. No es extraño, así la cosa, que más del 30% de los españoles haya decidido sacar sus dineros de los bancos y ponerse a cubierto de chorizos banqueros y políticos, haciendo ya la guerra por su cuenta. Es lo que pasa cuando nos salimos del cinismo y entramos de lleno en la estolidez. Así está España, un Estado Fantasma que vaga entre la quiebra y el “Viergencita que me quede como estaba”, podrido por la corrupción (jamás se investigará lo de Bankia o demás cajas y bancos, por ejemplo, y, si investigara, no pasaría nada, como que hay Dios), pero profundamente preocupado por unos trajes, una senyera o los quince mil euros que se ha gastado un juez. El patriotismo, así las cosas, es que la bandera sirva al menos para que la usen como distintivo los aficionados que vitorean a los multimillonarios que viven de dar patadas a las pelotas. España: sol y moscas.

Puedes conocer toda la obra de Ángel Ruiz Cediel: Un autor que no escribe para todos (Sólo para los muy entendidos)

El cinismo y la estolidez

Desde los medios del sistema blanden un tan anacrónico como falso patriotismo de pandereta y castañuelas
Ángel Ruiz Cediel
miércoles, 13 de junio de 2012, 07:54 h (CET)
De no creérselo. Iba uno en el coche con la radio puesta, y el superfamoso comentarista de radio –ése que gana millones y que conoce la crisis por los periódicos y la pobreza por Callejeros- va y se larga todo un sainete patriotero a costa de esos delirantes nacionalistas catalanes que ayer blandieron la senyera de la estrella, la independentista, en el parlamento catalán. Y, lo que es aún más cínico, vino más o menos a decir que por estas cosas tenemos la fama que tenemos por esos mundos de Dios, gracias a estos… “cretinos con carné profesional”, dicho en sus propias palabras. Vamos, que para este ilustre señor de las ondas radiofónicas todos los males de España pasan porque algún desubicado ondea la senyera, y en el desmadre que vivimos nada tienen que ver los gobiernos, la corrupción e incluso mentes privilegiadas como la de este protohombre que difunde noticias con tan profundo calado. España: sol y moscas, aunque seamos una colonia –pestífera, eso sí- alemana.

Somos así, qué le vamos a hacer. A los frikis e imbéciles les aupamos al poder, y luego echamos la culpa de que las cosas vayan mal a que algunos dinosaurios del cretácico anterior flameen una bandera independentista. Lo mismo que pasó con los famosos trajes del señor Camps y ahora sucede con la cosa esa de los viajes de ligue del señor juez ése que, según se parece, se gastó como quince mil euros del Erario para cuestiones particulares en viajes de relax y compañía. El país cayéndose a pedazos como si tuviera la lepra, y todo lo que se nos ocurre son arengas contra las banderas independentistas, trajes de mucha sisa y viajes que sisan también lo suyo. Estamos, en fin, mejor que queremos.

No le escuché yo a este señor de las ondas, o a los voceros -o boceras- de esos partidos que se rasgaron las vestiduras por turnos, decir ni mu cuando se rindió España y se entregó sin condiciones como colonia a Alemania al modificar por el artículo 33 –con la anuencia de todos los demás grupos parlamentarios- el ídem 135 de la Constitución española, convirtiendo de facto a España en un Estado fallido y renunciando a la soberanía nacional, ya que esta modificación pone por delante de los derechos ciudadanos los intereses de los tiburones internacionales que se inventaron esta crisis para quedarse con España sin presentar batalla siquiera. Ni dijeron tampoco ni mu cuando entramos en ese euro que sólo y exclusivamente le beneficia a Alemania y nos perjudica a todos los demás. Ni aún les he escuchado ser la mitad de severos no con quienes se han quedado con unos trajes por cortesía de la corrupción o con unos viajes de mucha comilona y hotel de lujo, sino contra todos los directivos y consejeros de los bancos y cajas, sin excepción, que los han convertido en auténticos agujeros negros de infinito latrocinio, siendo que además se premian a sí mismos con una jubilación dorada y unas indemnizaciones multimillonarias. Ni contra esas instituciones financieras que, aprovechándose de la edad, la inocencia o la llana ignorancia de sus clientes, les colocaron –a veces falsificando firmas- las acciones “preferentes” merced a las cuales les han robado la totalidad de los ahorros de toda su vida, hasta una cantidad que superará en varias veces los 39000 millones de euros que van registrados hasta la fecha. Ni contra la totalidad de los ayuntamientos, con especial hincapié en las alcaldías y concejalías de urbanismo, que han hecho su agosto durante años aplicando la corrupción institucional como fórmula de gobierno y el “todo para la saca” como pauta de conducta personal. Ni siquiera les he escuchado levantar una voz contra los partidos políticos que tenían el deber de vigilar y denunciar todo esto y llevar a todos estos delincuentes a los tribunales, en vez de lo cual, se han dedicado también, por privado y partidista, a su particular “al talego”, como en el cuento de Juan Sinmiedo.

Deberían saber estos señores, y sus oyentes o seguidores, que España dejó de existir de facto cuando se modificó esa Constitución que hoy es papel mojado, perpetrándose lo que a mi entender es un simple y llano delito de traición. Pero todavía se desvaneció aún más cuando no hace muchos días pidió socorro el señor presidente delegado de Alemania para España, el señor Rajoy, y pidió más euro y más Europa, lo que es decir menos España, sabiendo de sobra, como sin duda sabe, que permanecer un solo minuto en el euro y en Europa es contrario a los intereses soberanos de ciudadanos españoles. Debían saberlo, sí, como deberían saber que cargar tintas contra un delirante que exhibe banderas independentistas a estas alturas de película, o contra un señor que se ha hecho tres trajes por todo el corrupto morro, o aun contra quien sin ninguna justificación fuera de su rostro maquillado con cementos Portland, no es sino marear la perdiz o, como dicen en Argentina, gastar pólvora en chimangos. Lo enjundioso del tema, lo que de verdad facilitaría que la cosa comenzara a redimirse, sería perseguir judicialmente a banqueros, directivos y consejeros de todos y cada uno de los bancos, a alcaldes y concejales de urbanismo de todos y cada uno de los pueblos y ciudades, y a los políticos -435000 en números redondos, Dios mío- de todos y cada uno de los partidos, y comenzar a repartir leña en forma de sentencias severísimas que llevaran aparejadas la expropiación de la totalidad de sus bienes presentes y futuros. Todo lo demás, en fin, no es que sea circense o cosa de comedieta, sino un cinismo tan extremo que ya se haya dentro del ámbito de la estolidez más siniestra.

La semana pasada regresé de un viaje de trabajo por algunos países fuera de la Europa esta de mis pecados, y mejor no les cuento lo que dicen de España por esos mundos libres, aunque están como unas pascuas porque de los casi cien mil millones de euros -la misma cantidad de ese rescate que nos dan a cambio del país- que se escaparon de España en el primer trimestre, buena parte de ellos han ido a parar a esos países; pero sí les diré que las noticias de España las difunden en esas áreas de “desengrase” o noticias tragicómicas que tienen los diarios y telediarios. Con eso es bastante. No es extraño, así la cosa, que más del 30% de los españoles haya decidido sacar sus dineros de los bancos y ponerse a cubierto de chorizos banqueros y políticos, haciendo ya la guerra por su cuenta. Es lo que pasa cuando nos salimos del cinismo y entramos de lleno en la estolidez. Así está España, un Estado Fantasma que vaga entre la quiebra y el “Viergencita que me quede como estaba”, podrido por la corrupción (jamás se investigará lo de Bankia o demás cajas y bancos, por ejemplo, y, si investigara, no pasaría nada, como que hay Dios), pero profundamente preocupado por unos trajes, una senyera o los quince mil euros que se ha gastado un juez. El patriotismo, así las cosas, es que la bandera sirva al menos para que la usen como distintivo los aficionados que vitorean a los multimillonarios que viven de dar patadas a las pelotas. España: sol y moscas.

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