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La masa adquiere la forma, el color y la consistencia que el alfarero ideológico le quiera dar

Deslealtad

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Una de las bajezas más tristes en las que puede incurrir el ser humano es la deslealtad. Suele ir esta unida a la traición, pero no hay que confundirlas, ya que una precede a la otra: para traicionar hay que antes haber sido desleal a aquel que confiaba en nosotros. Y abunda tanto, que podemos encontrarla en hechos históricos (Bruto y César) referencias literarias (Otelo y Yago) o sin duda en nuestra propia vida.

Pero ¿es posible que un pueblo sea desleal consigo mismo? Por supuesto. Aunque parezca paradójico eso es algo que ha sucedido con cierta frecuencia; y el ejemplo más ilustrativo de la historia reciente es lo que ocurrió en Alemania tras la subida de Adolf Hitler al poder: una parte del pueblo alemán fue desleal con la otra parte y acabó traicionándolo. Los judíos eran tan alemanes como los segadores de Lutero, incluso muchos de ellos eran ya cristianos y sólo quedaba un vestigio israelita en su nombre, pero con un hábil aparato de propaganda que manipulaba la Historia a su antojo, el hombrezuco del bigotín logró hacerlos pasarlos por hijos de Belcebú. La masa, que nunca ha sido muy dada a pensar, adquiere la forma, el color y la consistencia que el alfarero ideológico le quiera dar. Es cuestión de insistir y no cejar en el empeño. “Verde y con asas” solían ser ciertos pucheros de antaño, y “blanco y en botella” suele ser leche, aunque, como dice un amigo mío: “a no ser que se trate de licor malibú” Hace unos pocos días me quedé pasmado con las palabras de la vicepresidenta del Gobierno, señora Sáenz de Santamaría: “He sentido vergüenza democrática ante la actitud del Gobierno catalán” Me pregunté: ¿Qué será eso de “vergüenza democrática”?¿Existirá otro tipo de vergüenza, acaso “totalitaria”, “ácrata”, “apolítica”, “atea”, “animalista” o “católica”?... Yo creo que en realidad quería decir “vergüenza ajena”, pero por aquello de lo de las “víctimas de la LOGSE” y de que puede confundirse “estar en el candelero” con “estar en el candelabro”, y, cómo no, por ser políticamente correcta optó por tan dudoso matrimonio de sustantivo con adjetivo.

Uno se queda perplejo ante lo que últimamente ve, oye o le cuentan. El trágico ridículo del Gobierno catalán después del terrible atentado yihadista en agosto, habría sido suficiente para que ese ejecutivo presidido por un fantoche tocado de mopa, que no de barretina, dimitiera al instante. Pero como en España pocos son los que renuncian a la poltrona (incluido don Mariano) y Cataluña no es otra cosa que una parte de España, con sus virtudes y defectos, a nadie parece incumbir el hecho de que quizá el atentado de las Ramblas podría haberse evitado si las autoridades hubieran hecho caso de las advertencias que la inteligencia norteamericana y la policía belga expresaran meses antes, simplemente colocando bolardos y maceteros en lugares estratégicos. Pero “pa chulo” el mayor Trapero, jefe de los Mossos, que no recibe lecciones de nadie, sino que como el maestro Ciruela (aquel que no sabía leer y puso escuela) las da. Y a barullo.

Está comprobado que esa mitad mal contada del pueblo catalán que desea la independencia está formada por muchos ciudadanos que tienen tanto de catalán en sus orígenes como de islandés; cantidad de inmigrantes que no han logrado prosperar en esa región de España y a los que se ha convencido de que el motivo de no haber cumplido sus expectativas se debe a que el Estado central roba a Cataluña. Pero con la venida de la República catalana “todo se solucionará” (¿No les recuerda a un famoso anuncio de IKEA?) Otro grupo (la CUP) está compuesto por aquellos a quienes se les ha imbuido desde la escuela una idea falsa de Cataluña y se ha presentado al resto de España como “el enemigo”. Por último y sin tratar de ser exhaustivo, ya que pueden darse varios grupos y subgrupos, está el núcleo de los verdaderos inspiradores, los ingenieros de “la cosa”, que han trabajado durante décadas para arrimar el ascua a su sardina (¿les suena de algo la familia Pujol?) y hacerse ricos a costa de amenazar y extorsionar a un Estado débil y renqueante.

Ahí están y así estamos.

El 1 de octubre van a forzar, si no se remedia a tiempo, un referendum ilegal por la independencia.

La mayoría silenciosa del pueblo catalán y el conjunto del país esperan de sus políticos, de sus jueces y de su Gobierno lealtad a la Constitución y que se aplique la ley sin titubeos ni excusas.

Deslealtad

La masa adquiere la forma, el color y la consistencia que el alfarero ideológico le quiera dar
Luis del Palacio
martes, 12 de septiembre de 2017, 08:36 h (CET)
Una de las bajezas más tristes en las que puede incurrir el ser humano es la deslealtad. Suele ir esta unida a la traición, pero no hay que confundirlas, ya que una precede a la otra: para traicionar hay que antes haber sido desleal a aquel que confiaba en nosotros. Y abunda tanto, que podemos encontrarla en hechos históricos (Bruto y César) referencias literarias (Otelo y Yago) o sin duda en nuestra propia vida.

Pero ¿es posible que un pueblo sea desleal consigo mismo? Por supuesto. Aunque parezca paradójico eso es algo que ha sucedido con cierta frecuencia; y el ejemplo más ilustrativo de la historia reciente es lo que ocurrió en Alemania tras la subida de Adolf Hitler al poder: una parte del pueblo alemán fue desleal con la otra parte y acabó traicionándolo. Los judíos eran tan alemanes como los segadores de Lutero, incluso muchos de ellos eran ya cristianos y sólo quedaba un vestigio israelita en su nombre, pero con un hábil aparato de propaganda que manipulaba la Historia a su antojo, el hombrezuco del bigotín logró hacerlos pasarlos por hijos de Belcebú. La masa, que nunca ha sido muy dada a pensar, adquiere la forma, el color y la consistencia que el alfarero ideológico le quiera dar. Es cuestión de insistir y no cejar en el empeño. “Verde y con asas” solían ser ciertos pucheros de antaño, y “blanco y en botella” suele ser leche, aunque, como dice un amigo mío: “a no ser que se trate de licor malibú” Hace unos pocos días me quedé pasmado con las palabras de la vicepresidenta del Gobierno, señora Sáenz de Santamaría: “He sentido vergüenza democrática ante la actitud del Gobierno catalán” Me pregunté: ¿Qué será eso de “vergüenza democrática”?¿Existirá otro tipo de vergüenza, acaso “totalitaria”, “ácrata”, “apolítica”, “atea”, “animalista” o “católica”?... Yo creo que en realidad quería decir “vergüenza ajena”, pero por aquello de lo de las “víctimas de la LOGSE” y de que puede confundirse “estar en el candelero” con “estar en el candelabro”, y, cómo no, por ser políticamente correcta optó por tan dudoso matrimonio de sustantivo con adjetivo.

Uno se queda perplejo ante lo que últimamente ve, oye o le cuentan. El trágico ridículo del Gobierno catalán después del terrible atentado yihadista en agosto, habría sido suficiente para que ese ejecutivo presidido por un fantoche tocado de mopa, que no de barretina, dimitiera al instante. Pero como en España pocos son los que renuncian a la poltrona (incluido don Mariano) y Cataluña no es otra cosa que una parte de España, con sus virtudes y defectos, a nadie parece incumbir el hecho de que quizá el atentado de las Ramblas podría haberse evitado si las autoridades hubieran hecho caso de las advertencias que la inteligencia norteamericana y la policía belga expresaran meses antes, simplemente colocando bolardos y maceteros en lugares estratégicos. Pero “pa chulo” el mayor Trapero, jefe de los Mossos, que no recibe lecciones de nadie, sino que como el maestro Ciruela (aquel que no sabía leer y puso escuela) las da. Y a barullo.

Está comprobado que esa mitad mal contada del pueblo catalán que desea la independencia está formada por muchos ciudadanos que tienen tanto de catalán en sus orígenes como de islandés; cantidad de inmigrantes que no han logrado prosperar en esa región de España y a los que se ha convencido de que el motivo de no haber cumplido sus expectativas se debe a que el Estado central roba a Cataluña. Pero con la venida de la República catalana “todo se solucionará” (¿No les recuerda a un famoso anuncio de IKEA?) Otro grupo (la CUP) está compuesto por aquellos a quienes se les ha imbuido desde la escuela una idea falsa de Cataluña y se ha presentado al resto de España como “el enemigo”. Por último y sin tratar de ser exhaustivo, ya que pueden darse varios grupos y subgrupos, está el núcleo de los verdaderos inspiradores, los ingenieros de “la cosa”, que han trabajado durante décadas para arrimar el ascua a su sardina (¿les suena de algo la familia Pujol?) y hacerse ricos a costa de amenazar y extorsionar a un Estado débil y renqueante.

Ahí están y así estamos.

El 1 de octubre van a forzar, si no se remedia a tiempo, un referendum ilegal por la independencia.

La mayoría silenciosa del pueblo catalán y el conjunto del país esperan de sus políticos, de sus jueces y de su Gobierno lealtad a la Constitución y que se aplique la ley sin titubeos ni excusas.

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Al fin, el sistema educativo (aunque fundamentalmente lo es, o habría de serlo, de enseñanza-aprendizaje) está dentro de una dinámica social y en su transcurrir diario forja futuros ciudadanos con base en unos valores imperantes de los que es complicado sustraerse. Desde el XIX hasta nuestros días dichos valores han estado muy influenciados por la evolución de la ética económico-laboral, a la que Jorge Dioni López se refería afinadamente en un artículo.

Acaba de fallecer Joe Lieberman, con 82 años, senador estadounidense por Connecticut durante cuatro mandatos antes de ser compañero de Al Gore en el año 2000. Desde que se retiró en 2013 retomó su desempeño en la abogacía en American Enterprise Institute y se encontraba estrechamente vinculado al grupo político No Label (https://www.nolabels.org/ ) y que se ha destacado por impulsar políticas independientes y centristas.

Me he criado en una familia religiosa, sin llegar a ser beata, que ha vivido muy de cerca la festividad del Jueves Santo desde siempre. Mis padres se casaron en Santo Domingo, hemos vivido en el pasillo del mismo nombre, pusimos nuestro matrimonio a los pies de la Virgen de la Esperanza, de la que soy hermano, y he llevado su trono durante 25 años.

 
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