Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | La linterna de diógenes

Deslealtad

La masa adquiere la forma, el color y la consistencia que el alfarero ideológico le quiera dar
Luis del Palacio
martes, 12 de septiembre de 2017, 08:36 h (CET)
Una de las bajezas más tristes en las que puede incurrir el ser humano es la deslealtad. Suele ir esta unida a la traición, pero no hay que confundirlas, ya que una precede a la otra: para traicionar hay que antes haber sido desleal a aquel que confiaba en nosotros. Y abunda tanto, que podemos encontrarla en hechos históricos (Bruto y César) referencias literarias (Otelo y Yago) o sin duda en nuestra propia vida.

Pero ¿es posible que un pueblo sea desleal consigo mismo? Por supuesto. Aunque parezca paradójico eso es algo que ha sucedido con cierta frecuencia; y el ejemplo más ilustrativo de la historia reciente es lo que ocurrió en Alemania tras la subida de Adolf Hitler al poder: una parte del pueblo alemán fue desleal con la otra parte y acabó traicionándolo. Los judíos eran tan alemanes como los segadores de Lutero, incluso muchos de ellos eran ya cristianos y sólo quedaba un vestigio israelita en su nombre, pero con un hábil aparato de propaganda que manipulaba la Historia a su antojo, el hombrezuco del bigotín logró hacerlos pasarlos por hijos de Belcebú. La masa, que nunca ha sido muy dada a pensar, adquiere la forma, el color y la consistencia que el alfarero ideológico le quiera dar. Es cuestión de insistir y no cejar en el empeño. “Verde y con asas” solían ser ciertos pucheros de antaño, y “blanco y en botella” suele ser leche, aunque, como dice un amigo mío: “a no ser que se trate de licor malibú” Hace unos pocos días me quedé pasmado con las palabras de la vicepresidenta del Gobierno, señora Sáenz de Santamaría: “He sentido vergüenza democrática ante la actitud del Gobierno catalán” Me pregunté: ¿Qué será eso de “vergüenza democrática”?¿Existirá otro tipo de vergüenza, acaso “totalitaria”, “ácrata”, “apolítica”, “atea”, “animalista” o “católica”?... Yo creo que en realidad quería decir “vergüenza ajena”, pero por aquello de lo de las “víctimas de la LOGSE” y de que puede confundirse “estar en el candelero” con “estar en el candelabro”, y, cómo no, por ser políticamente correcta optó por tan dudoso matrimonio de sustantivo con adjetivo.

Uno se queda perplejo ante lo que últimamente ve, oye o le cuentan. El trágico ridículo del Gobierno catalán después del terrible atentado yihadista en agosto, habría sido suficiente para que ese ejecutivo presidido por un fantoche tocado de mopa, que no de barretina, dimitiera al instante. Pero como en España pocos son los que renuncian a la poltrona (incluido don Mariano) y Cataluña no es otra cosa que una parte de España, con sus virtudes y defectos, a nadie parece incumbir el hecho de que quizá el atentado de las Ramblas podría haberse evitado si las autoridades hubieran hecho caso de las advertencias que la inteligencia norteamericana y la policía belga expresaran meses antes, simplemente colocando bolardos y maceteros en lugares estratégicos. Pero “pa chulo” el mayor Trapero, jefe de los Mossos, que no recibe lecciones de nadie, sino que como el maestro Ciruela (aquel que no sabía leer y puso escuela) las da. Y a barullo.

Está comprobado que esa mitad mal contada del pueblo catalán que desea la independencia está formada por muchos ciudadanos que tienen tanto de catalán en sus orígenes como de islandés; cantidad de inmigrantes que no han logrado prosperar en esa región de España y a los que se ha convencido de que el motivo de no haber cumplido sus expectativas se debe a que el Estado central roba a Cataluña. Pero con la venida de la República catalana “todo se solucionará” (¿No les recuerda a un famoso anuncio de IKEA?) Otro grupo (la CUP) está compuesto por aquellos a quienes se les ha imbuido desde la escuela una idea falsa de Cataluña y se ha presentado al resto de España como “el enemigo”. Por último y sin tratar de ser exhaustivo, ya que pueden darse varios grupos y subgrupos, está el núcleo de los verdaderos inspiradores, los ingenieros de “la cosa”, que han trabajado durante décadas para arrimar el ascua a su sardina (¿les suena de algo la familia Pujol?) y hacerse ricos a costa de amenazar y extorsionar a un Estado débil y renqueante.

Ahí están y así estamos.

El 1 de octubre van a forzar, si no se remedia a tiempo, un referendum ilegal por la independencia.

La mayoría silenciosa del pueblo catalán y el conjunto del país esperan de sus políticos, de sus jueces y de su Gobierno lealtad a la Constitución y que se aplique la ley sin titubeos ni excusas.

Noticias relacionadas

La enseñanza de la filosofía nunca ha sido tan urgente como hoy. En un mundo dominado por datos, algoritmos y exigencias laborales que no dejan espacio al sosiego, la filosofía se alza como ese faro necesario para recordarnos que la educación no es solo instrucción, sino el camino hacia la libertad y la autonomía personal.

El 1 de julio de 1938, a la hora 20, el delegado norteamericano en la Conferencia para la Paz en el Chaco, Spruille Braden, informaba desde Buenos Aires al secretario de estado Cordel Hull que el delegado paraguayo Efraim Cardozo le había llamado para decirle que estaba tratando de convencer al presidente de la Delegación paraguaya, Gerónimo Zubizarreta, del plan para finiquitar el problema de límites entre Paraguay y Bolivia.

Dando por cierto que en este país la envidia es el deporte nacional, los españoles somos muy dados a la cerrazón, pero la obstinación y la porfía no le quedan a la zaga. Aquí, como decía Antonio Machado, “de diez cabezas, nueve embisten y una piensa”.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto