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La responsabilidad de los que tienen poder

Una situación que exige decisiones

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Al mismo tiempo que resonaban alegres los aleluyas celebrando la resurrección de Cristo, llegaban hasta nosotros los tristes clamores que informan que la situación económica de España empeora por momentos.

Un país se hunde en poco tiempo pero hacen falta varias generaciones para ponerlo otra vez a flote. Con dinero prestado hemos gastado y despilfarrado alegremente por encima de nuestras posibilidades. Los prestamistas quieren asegurarse que les devolveremos su dinero, incrementado con la usura de sus intereses y presionan con toda su fuerza financiera. Nos consideran una nación poco de fiar.

Tampoco merecemos confianza para la Comunidad Europea. Nos señalan como socios incumplidores que ponemos en peligro la estabilidad de la moneda única. Entre asombrados y coléricos descubren que bajo el rótulo de España hay un mosaico de gobiernos díscolos, corruptos y gastosos, que no es seguro que el gobierno central pueda disciplinar.

Las regiones españolas en lugar de aportar su variedad para hacer una España más rica, al dotarlas de gobiernos autónomos, se han vuelto insolidarias hasta extremos delirantes. Unas quieren ser independientes, alegando fantasiosas identidades, otras quieren blindar los ríos que pasan por sus campos, para no ceder parte de sus aguas. Todas quieren tener aeropuertos, líneas de alta velocidad, universidades, palacios de congresos, de deportes, de cualquier cosa, para no ser menos que las limítrofes, aunque muchas de estas obras sean ruinosas e insostenibles.

En una situación de emergencia como la actual sería necesario que todos dejaran a un lado sus intereses partidarios, mejor sectarios, para unirse a un esfuerzo solidario. El bien común, el bien de todos los españoles, no coincide con las ansias de poder, de dominación, de ningún partido, sindicato o banco.

En lugar de atizar el odio de todos contra todos, la crítica sistemática, el juego sucio, la compra de voluntades, es necesario que los adversarios se respeten, pacten una tregua democrática para sacarnos del atolladero en el que se encuentra este atribulado país que se llama España. Si la situación se hace ingobernable la Comunidad Europea puede tomar decisiones drásticas como ha hecho con Italia, al defenestrar a Berlusconi, o expulsarnos del euro, como parece puede hacer con Grecia.

Es una enorme responsabilidad la que recae sobre todos políticos que nos representan. Sus acciones y sus omisiones serán juzgadas por la historia, cosa que quizás les importe poco, pero aunque muchos no se lo crean, también serán juzgadas por Dios.

Hay mucho sufrimiento y dolor causado por los políticos que no buscaron el bien común, por los sindicatos que defendieron sus prebendas antes que a los trabajadores, por los agitadores profesionales, sempiternos sembradores de odio, por los financieros codiciosos de ganancias, por los corruptos que se aprovecharon de la situación para sus robos y rapiñas, por los que no aplicaron la justicia con imparcialidad, etc.

Quizás piensen que pueden escapar de rositas, lo que puede ocurrir por desgracia en este mundo, pero yo estoy seguro de que serán juzgados por el tribunal inapelable de Dios.

Una situación que exige decisiones

La responsabilidad de los que tienen poder
Francisco Rodríguez
miércoles, 11 de abril de 2012, 06:52 h (CET)
Al mismo tiempo que resonaban alegres los aleluyas celebrando la resurrección de Cristo, llegaban hasta nosotros los tristes clamores que informan que la situación económica de España empeora por momentos.

Un país se hunde en poco tiempo pero hacen falta varias generaciones para ponerlo otra vez a flote. Con dinero prestado hemos gastado y despilfarrado alegremente por encima de nuestras posibilidades. Los prestamistas quieren asegurarse que les devolveremos su dinero, incrementado con la usura de sus intereses y presionan con toda su fuerza financiera. Nos consideran una nación poco de fiar.

Tampoco merecemos confianza para la Comunidad Europea. Nos señalan como socios incumplidores que ponemos en peligro la estabilidad de la moneda única. Entre asombrados y coléricos descubren que bajo el rótulo de España hay un mosaico de gobiernos díscolos, corruptos y gastosos, que no es seguro que el gobierno central pueda disciplinar.

Las regiones españolas en lugar de aportar su variedad para hacer una España más rica, al dotarlas de gobiernos autónomos, se han vuelto insolidarias hasta extremos delirantes. Unas quieren ser independientes, alegando fantasiosas identidades, otras quieren blindar los ríos que pasan por sus campos, para no ceder parte de sus aguas. Todas quieren tener aeropuertos, líneas de alta velocidad, universidades, palacios de congresos, de deportes, de cualquier cosa, para no ser menos que las limítrofes, aunque muchas de estas obras sean ruinosas e insostenibles.

En una situación de emergencia como la actual sería necesario que todos dejaran a un lado sus intereses partidarios, mejor sectarios, para unirse a un esfuerzo solidario. El bien común, el bien de todos los españoles, no coincide con las ansias de poder, de dominación, de ningún partido, sindicato o banco.

En lugar de atizar el odio de todos contra todos, la crítica sistemática, el juego sucio, la compra de voluntades, es necesario que los adversarios se respeten, pacten una tregua democrática para sacarnos del atolladero en el que se encuentra este atribulado país que se llama España. Si la situación se hace ingobernable la Comunidad Europea puede tomar decisiones drásticas como ha hecho con Italia, al defenestrar a Berlusconi, o expulsarnos del euro, como parece puede hacer con Grecia.

Es una enorme responsabilidad la que recae sobre todos políticos que nos representan. Sus acciones y sus omisiones serán juzgadas por la historia, cosa que quizás les importe poco, pero aunque muchos no se lo crean, también serán juzgadas por Dios.

Hay mucho sufrimiento y dolor causado por los políticos que no buscaron el bien común, por los sindicatos que defendieron sus prebendas antes que a los trabajadores, por los agitadores profesionales, sempiternos sembradores de odio, por los financieros codiciosos de ganancias, por los corruptos que se aprovecharon de la situación para sus robos y rapiñas, por los que no aplicaron la justicia con imparcialidad, etc.

Quizás piensen que pueden escapar de rositas, lo que puede ocurrir por desgracia en este mundo, pero yo estoy seguro de que serán juzgados por el tribunal inapelable de Dios.

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