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Etiquetas | Paraguay | Fernando Lugo
La reivindicación de la dictadura de Stroessner sigue avanzando en el Paraguay gobernado por el cura presidente Fernando Lugo

Fernando Lugo reivindica a Industrial del Odio de Stroessner

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Se ha dicho que la insurrección no es rebeldía, sino reivindicación. Tal parece la interpretación que mejor define a la insurrección que encabezara en Paraguay el falso teólogo de la liberación Fernando Lugo, dado que desde que llegó al poder, sólo se ha pasado reivindicando a los hombres y las obras del desaparecido dictador Alfredo Stroessner.

Luego de haberse rodeado de los principales colaboradores del dictador, tales como sus propagandistas e incluso el animador de sus cumpleaños, el cura Fernando Lugo prosigue con su labor de reivindicación en la persona de su más sanguinario ministro del Interior.

En ese contexto, varios grupos de activistas por los Derechos Humanos protestaron el lunes contra el gobierno del presidente Fernando Lugo por distribuir un libro del fallecido ex ministro del Interior Edgar Ynsfrán (1956-1966), quien dirigió la sangrienta represión contra la oposición que arrojó miles de desaparecidos por aquellos años.

Edgar Ynsfrán se ganó por aquellos años el mote de “industrial del odio”, que le endilgara el fallecido dirigente febrerista Juan G. Granada.

Un grupo crítico señaló en un manifiesto que el hombre de confianza de Lugo, Efraín Enriquez Gamón, director local de la usina paraguayo-brasileña Itaipú, repartió varios cientos de ejemplares del libro escrito por Insfrán sobre la fundación de Ciudad del Este, en la frontera con la ciudad brasileña Foz de Yguazú.

“Ynsfrán fue el cerebro de la más cruel represión contra nuestro pueblo, con centenares de apresados, torturados y asesinados por los escuadrones de la muerte bajo su mando directo y del sanguinario general Patricio Colmán, subordinados ambos incondicionalmente al terrorismo de Estado de la época dictatorial”, señalaron los críticos.

El ex ministro ejerció sus funciones entre 1956 y 1966 durante los primeros años de la dictadura del general Alfredo Stroessner (1954-1989) dirigiendo las operaciones contra los opositores, militantes no sólo del comunismo sino también del Partido Liberal en el exilio.

Itaipú aclaró en su página web que Insfrán fue fundador de Ciudad del Este, capital del departamento Alto Paraná, y el libro “es una contribución con la cultura y el conocimiento en las instituciones educativas de Ciudad del Este”, en un claro tono reivindicativo.

Sin embargo, para importantes referentes de la cultura paraguaya, entre ellos el intelectual Juan G. Granada, Ynsfrán sólo aporto dolor, luto y odio a la política paraguaya.

El Industrial del Odio

“El Industrial del Odio” es el mote que el recientemente desaparecido pensador febrerista Juan G. Granada endilgó, en artículos que hicieron historia dentro de la prensa militante paraguaya, al ministro del interior de Stroessner, Edgar L. Ynsfrán. Entre las atrocidades que Granada atribuía en sus sensacionales artículos a Ynsfrán estaban el haber arrojado a víctimas de la represión estronista desde un avión a 2000 metros de altura, con lo que se “logró solamente aterrorizar a la población campesina con estas innecesarias barbaridades”.

Granada también denunciaba que opositores eran asesinados en la misma sede de la Policía de la Capital “y sus cuerpos arrojados a sepulturas desconocidas para evitar la libertad ordenada por el Juez del Crimen a favor del Tte. Prieto y de Gaspar Gauto que así rindieron tributo a su sed de sangre”.

También afirmaba que un miembro de la Interpol que realizaba investigaciones comprometedoras fue acribillado y muerto en pleno cine de la capital, y que comerciantes de la oposición fueron obligados a entregar cupos de 20 mil litros de nafta a la policía para gozar de paz, así como cientos de automóviles de opositores fueron a velar por la seguridad mantenida por el industrial del odio. El joven dirigente liberal Palazón –denunciaba Granada- fue lisiado en la pileta de Investigaciones, el doctor Celauro recibió una bala en la garganta en su propio domicilio por parte del arma checa utilizada por Ynsfrán, y el doctor Villagra soportó el simulacro de un fusilamiento en los bajos del Congreso por ser el maestro más destacado de la Facultad de Derecho.

Al coronel Meyer-seguía inventariando Granada en su artículo de enero de 1967- se le hizo participar de una conspiración dirigida desde el ministerio de Ynsfrán, y su inocencia pagó en el martirio y la humillación a la que lo condujo el industrial del odio con otros compañeros.

También el Mayor Barreto y el doctor Pesoa conocieron sus ablandamientos persuasivos, un grupo de 50 universitarios fue remitido al Chaco para hacer caminos, los doctores Perrota, Rojas Silvera y otros profesionales estuvieron rompiendo piedras en Tacumbú, con cientos de presos políticos que no podían renunciar a sus ideales de hacer patria con un sentido humano, escribía entonces Granada pintando la sombría época que al decir del EPP, reverdecería bajo el reinado del ministro del interior de Lugo, el “Chanchito” Filizzola.

Bajo el Reino de la Barbarie


Un ministro de Lugo señaló hace poco que de regresar al poder el Partido Colorado, al cual derrotaron en abril del 2008, ello significaría el regreso de la barbarie.

Sin embargo, varios hechos del presente solo indican que la vigencia de la barbarie se acentuó bajo el actual gobierno arzobispal.  En el este del país, prevalece el más fuerte, en batallas campales que involucran a ocupantes profesionales pagados por el gobierno y productores que en su mayoría se apropiaron irregularmente de tierras.  Ambos grupos rechazan las intervenciones de uniformados, y prefieren la ley de la selva.

Quienes molestan al gobierno con su sola presencia, como es el caso de Hortensia Morán, son atacadas en sus lugares de trabajo con atropellos como el perpetrado con un camión para dejarla sin energía eléctrica.  Los grupos indígenas deambulan por las plazas y espacios públicos ante la indiferencia de las autoridades, que prometieron el oro y el moro para engañarlos.

La reivindicación del sanguinario represor Edgar Ynsfrán apenas si es una aproximación más a la barbarie, perpetrada por el gobierno del cura presidente Fernando Lugo.

Fernando Lugo reivindica a Industrial del Odio de Stroessner

La reivindicación de la dictadura de Stroessner sigue avanzando en el Paraguay gobernado por el cura presidente Fernando Lugo
Luis Agüero Wagner
miércoles, 8 de febrero de 2012, 07:37 h (CET)
Se ha dicho que la insurrección no es rebeldía, sino reivindicación. Tal parece la interpretación que mejor define a la insurrección que encabezara en Paraguay el falso teólogo de la liberación Fernando Lugo, dado que desde que llegó al poder, sólo se ha pasado reivindicando a los hombres y las obras del desaparecido dictador Alfredo Stroessner.

Luego de haberse rodeado de los principales colaboradores del dictador, tales como sus propagandistas e incluso el animador de sus cumpleaños, el cura Fernando Lugo prosigue con su labor de reivindicación en la persona de su más sanguinario ministro del Interior.

En ese contexto, varios grupos de activistas por los Derechos Humanos protestaron el lunes contra el gobierno del presidente Fernando Lugo por distribuir un libro del fallecido ex ministro del Interior Edgar Ynsfrán (1956-1966), quien dirigió la sangrienta represión contra la oposición que arrojó miles de desaparecidos por aquellos años.

Edgar Ynsfrán se ganó por aquellos años el mote de “industrial del odio”, que le endilgara el fallecido dirigente febrerista Juan G. Granada.

Un grupo crítico señaló en un manifiesto que el hombre de confianza de Lugo, Efraín Enriquez Gamón, director local de la usina paraguayo-brasileña Itaipú, repartió varios cientos de ejemplares del libro escrito por Insfrán sobre la fundación de Ciudad del Este, en la frontera con la ciudad brasileña Foz de Yguazú.

“Ynsfrán fue el cerebro de la más cruel represión contra nuestro pueblo, con centenares de apresados, torturados y asesinados por los escuadrones de la muerte bajo su mando directo y del sanguinario general Patricio Colmán, subordinados ambos incondicionalmente al terrorismo de Estado de la época dictatorial”, señalaron los críticos.

El ex ministro ejerció sus funciones entre 1956 y 1966 durante los primeros años de la dictadura del general Alfredo Stroessner (1954-1989) dirigiendo las operaciones contra los opositores, militantes no sólo del comunismo sino también del Partido Liberal en el exilio.

Itaipú aclaró en su página web que Insfrán fue fundador de Ciudad del Este, capital del departamento Alto Paraná, y el libro “es una contribución con la cultura y el conocimiento en las instituciones educativas de Ciudad del Este”, en un claro tono reivindicativo.

Sin embargo, para importantes referentes de la cultura paraguaya, entre ellos el intelectual Juan G. Granada, Ynsfrán sólo aporto dolor, luto y odio a la política paraguaya.

El Industrial del Odio

“El Industrial del Odio” es el mote que el recientemente desaparecido pensador febrerista Juan G. Granada endilgó, en artículos que hicieron historia dentro de la prensa militante paraguaya, al ministro del interior de Stroessner, Edgar L. Ynsfrán. Entre las atrocidades que Granada atribuía en sus sensacionales artículos a Ynsfrán estaban el haber arrojado a víctimas de la represión estronista desde un avión a 2000 metros de altura, con lo que se “logró solamente aterrorizar a la población campesina con estas innecesarias barbaridades”.

Granada también denunciaba que opositores eran asesinados en la misma sede de la Policía de la Capital “y sus cuerpos arrojados a sepulturas desconocidas para evitar la libertad ordenada por el Juez del Crimen a favor del Tte. Prieto y de Gaspar Gauto que así rindieron tributo a su sed de sangre”.

También afirmaba que un miembro de la Interpol que realizaba investigaciones comprometedoras fue acribillado y muerto en pleno cine de la capital, y que comerciantes de la oposición fueron obligados a entregar cupos de 20 mil litros de nafta a la policía para gozar de paz, así como cientos de automóviles de opositores fueron a velar por la seguridad mantenida por el industrial del odio. El joven dirigente liberal Palazón –denunciaba Granada- fue lisiado en la pileta de Investigaciones, el doctor Celauro recibió una bala en la garganta en su propio domicilio por parte del arma checa utilizada por Ynsfrán, y el doctor Villagra soportó el simulacro de un fusilamiento en los bajos del Congreso por ser el maestro más destacado de la Facultad de Derecho.

Al coronel Meyer-seguía inventariando Granada en su artículo de enero de 1967- se le hizo participar de una conspiración dirigida desde el ministerio de Ynsfrán, y su inocencia pagó en el martirio y la humillación a la que lo condujo el industrial del odio con otros compañeros.

También el Mayor Barreto y el doctor Pesoa conocieron sus ablandamientos persuasivos, un grupo de 50 universitarios fue remitido al Chaco para hacer caminos, los doctores Perrota, Rojas Silvera y otros profesionales estuvieron rompiendo piedras en Tacumbú, con cientos de presos políticos que no podían renunciar a sus ideales de hacer patria con un sentido humano, escribía entonces Granada pintando la sombría época que al decir del EPP, reverdecería bajo el reinado del ministro del interior de Lugo, el “Chanchito” Filizzola.

Bajo el Reino de la Barbarie


Un ministro de Lugo señaló hace poco que de regresar al poder el Partido Colorado, al cual derrotaron en abril del 2008, ello significaría el regreso de la barbarie.

Sin embargo, varios hechos del presente solo indican que la vigencia de la barbarie se acentuó bajo el actual gobierno arzobispal.  En el este del país, prevalece el más fuerte, en batallas campales que involucran a ocupantes profesionales pagados por el gobierno y productores que en su mayoría se apropiaron irregularmente de tierras.  Ambos grupos rechazan las intervenciones de uniformados, y prefieren la ley de la selva.

Quienes molestan al gobierno con su sola presencia, como es el caso de Hortensia Morán, son atacadas en sus lugares de trabajo con atropellos como el perpetrado con un camión para dejarla sin energía eléctrica.  Los grupos indígenas deambulan por las plazas y espacios públicos ante la indiferencia de las autoridades, que prometieron el oro y el moro para engañarlos.

La reivindicación del sanguinario represor Edgar Ynsfrán apenas si es una aproximación más a la barbarie, perpetrada por el gobierno del cura presidente Fernando Lugo.

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