El periódico parisino Le Monde habló de la manifestación del sábado en Cataluña, en los siguientes
términos: “Medio millón de personas desfilaron por la capital catalana, donde la presencia excepcional del
Rey, no siempre fue apreciada”
Es evidente que los que tuvieron más interés en que se celebrara en Cataluña y con toda la parafernalia
inherente a un evento en el que se querían dar dos impresiones distintas, según fueran los participantes que
acudieron a ella y los intereses y objetivos que, cada una de las distintas partes, en este caso numerosas y de
muy distinta ideología e intenciones. Sin duda alguna, los que tenían necesidad de reafirmarse como capaces
de poder dirigir con éxito un nuevo estado, surgido de las urnas de acuerdo con la consulta que están
dispuestos a llevar a cabo, contra viento y marea y a pesar de las prohibición expresa del TC y del Gobierno
de España, los nacionalistas catalanes; fueron, evidentemente, ellos mismos, porque eran los que más
necesidad tenían de demostrar a sus presuntos votantes que estaban en condiciones de afrontar cualquier
problema, de la magnitud que fuese, sin necesidad de recibir la ayuda del resto del Estado español.
Supongo que también fueron los que más se alegraron que vinieran a Barcelona para presidir ( vamos, eso de
presidir parece una broma, después de ver cómo se les asignaba el lugar de segundones, en virtud de lo que
se podría considerar una especial deferencia a los “héroes”, aunque lo de menos es que lo fueran o,
simplemente, se hubieran limitado a dejarse guiar por sus instintos primarios, cuando era evidente que el
peligro había pasado; en los que convirtieron, sin asegurarse de ello, a una serie de personajes que se
encontraron en las inmediaciones del atentado y a los bomberos, guardia urbana y mossos de escuadra que,
cumpliendo con su obligación, acudieron al lugar de los hechos, muchos de ellos sin tener que someterse a
ningún peligro a no ser que, recoger víctimas desperdigadas por los suelos de la Rambla, pudiera calificarse
como un hecho heroico. Mención aparte haríamos de aquellos policías o mossos que se enfrentaron con los
terroristas para apresarlos o abatirlos. Deberíamos recordar, para conocimiento de tantas personas que parece
que no saben distinguir entre cumplir con su deber y llevar a cabo una acción heroica (que es loable y
sorprendente por su valentía) Al respeto recordaremos una frase de Cuabasocialista sobre este tema:
“Cuarenta y cinco años de lucha heroica frente al bloqueo y la guerra económica, amenazas, agresiones,
planes de asesinato [...] .
Recordemos que, cuando hablamos de un acto heroico, nos referimos a aquella acción llevada a cabo por una
persona que excede al cumplimiento de su deber, que pone en riesgo la vida de quien la ejecuta y que la
emprende con desprecio de las circunstancias adversas con la que se pueda encontrar, para conseguir rescatar
a alguien de un peligro grave o para evitar que una amenaza se pueda llevar a cabo contra personas
indefensas e inocentes. En realidad, sin restar mérito alguno a los cooperantes y agentes de la autoridad que
tomaron parte en el rescate de las personas heridas y en trasladarlas fuera de la zona de peligro, merecedoras
de felicitaciones y parabienes; creemos que esta premura del Gobern y del Parlament catalán en conceder las
medallas de oro de carácter general para todos ellos, ha sido tomada con una cierta imprudencia; han tenido
prisa, con toda seguridad, para poder complacer a los de la CUP y ceder a su exigencia de que fueran todos
estos héroes los que presidieran la manifestación; rompiendo con el protocolo que confería a las autoridades,
como el Rey o el Presidente del gobierno, el ocupar el lugar destacado que les corresponde de acuerdo con
los cargos que, cada uno de ellos, ostentan.
Por otra parte, respetando a los que se han manifestado de acuerdo con la presencia, contra toda costumbre,
del Rey y del Presidente del gobierno, en esta manifestación de protesta; estimamos que no se ha actuado de
acuerdo con las conveniencias del Estado español y sí, evidentemente, en beneficio de los políticos
catalanes, especialmente a estos anarquistas de la CUP, un grupo que ha conseguido unos 200.000 votos en
las urnas y que, no obstante, en virtud de las combinaciones políticas, de su apoyo a la independencia y a la
falta de escaños del resto de partidos independentistas, tiene más fuerza que cualquier otro, cuando se trata
de obligar al resto a tomar decisiones equivocadas, inoportunas y, en la mayoría de casos, completamente
contraproducentes para los propios catalanes que, o mucho nos equivocamos, o pronto van a tener la ocasión
de desafiar los resultados que, para ellos, van a tener estos enfrentamientos directos con el resto del Estado
español.
Los extremistas, separatistas y partidos catalanistas que concurrieron a la manifestación del “no tenim por”,
han rentabilizado la presencia del Rey, del Presidente del gobierno y de los ministros, autoridades y
miembros directivos del resto de partidos parlamentarios, para poder echarles en cara toda cuanta injuria,
invectiva, insulto, desprecio y barbaridad que, a cada uno de ellos, le paso por su cabeza, demostrando su
obcecación contra el poder constituido, pero, al mismo tiempo, la facilidad de enfrentarse, con indemnidad,
ante la persona que nos representa a todos los españoles en virtud de la Constitución que los nos dimos,
votada por una gran mayoría, en el año 1978. El hecho es que dieron pábulo a que, toda Europa y el resto del
mundo, haya sido testigo de aquella falta de unidad que, precisamente, se tenía la intención de demostrar
ante el resto del mundo civilizado.
No en vano en las civilizaciones antiguas, como el caso de la romana y la egipcia, a los máximos dirigentes,
a los emperadores o a los faraones, se les procuraba elevar a la categoría de dioses y se los mantenía
apartados de sus súbditos, a suficiente distancia para que los ciudadanos no tuvieran la ocasión de percatarse
de que, solamente, eran personas como ellos. Este temor, podríamos decir que supersticioso, la convicción
de que quienes ostentaban el poder eran inaccesibles para el vulgo es lo que mantuvo a los imperios romano
y egipcio, durante muchos siglos, a la cabeza de la civilización de aquellos tiempos. No creemos en esto de
un monarca cercano, que salga a tomar un café en un bar con el portero de su vivienda, por muy democrático
que ello pueda ser o por mucho que hoy se lleve, sea algo que convenga a los ciudadanos, porque ya
sabemos lo fácil que es ir descubriendo los defectos y las debilidades de las personas, cuando uno tiene la
ocasión de poder intercambiar opiniones con ellas y darse cuenta de que, quizás con más preparación o con
mejores estudios, no es, como muchos piensan, el superhombre que nos podríamos imaginar que es quien
rige a una nación.
Comenzando con gritos de “fuera” y abucheos, acompañados de una sonora pitada, fue como fueron
recibidos en Barcelona el Rey y el presidente del gobierno español. No eran ni uno ni dos, fueron muchos
centenares o miles de personas que dejaron escapar su bilis separatista ante Felipe VI que, en su honor,
debemos decir que aguantó el chaparrón dignidad y valentía. Un acto que se vendía como apolítico y por la
unidad de los demócratas en contra del terrorismo, se ondearon multitud de banderas separatistas al lado de
unas pocas españolas, lo mismo que también hubo grupos de españoles que defendieron a España, siendo
abucheados e insultados por los miembros de la CUP y demás grupos comunistas y separatistas. Las
pancartas tampoco desmentían el interés en darle un carácter político a aquel evento que, aparte del intento
de Rajoy de predicar una unidad en contra del terrorismo, se podían leer eslóganes como: “Vuestras políticas
nuestras muertes”, “Felipe VI y el Gobierno cómplices del tráfico de armas”. Pablo Iglesias, el líder de
Podemos, tampoco dejó pasar la ocasión de acusar al Gobierno de vender armas al extranjero como si esto
no fuera práctica generalizada en todas las naciones del mundo. Por supuesto que, cuando le preguntan algo
sobre Maduro o se enfada o escurre el bulto ¡Natural, le sería imposible justificarlo!
O así es como señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, es como tenemos la rara impresión de que,
nuestro Gobierno, está a la defensiva, no ve clara la salida al tema catalán y sigue intentando, sin ninguna
posibilidad de conseguirlo, que los catalanes, me refiero a los independentistas, acaben por conformarse con
un trato económico especial, a cambio de renunciar a la independencia. Algo así como soñar en que el
mundo se convierta en un edén donde el mal no exista. Algún día van a tener que despertar y afrontar la
realidad.